Continúa la desaceleración de la economía española
«Nuestro potencial de crecimiento solo se puede elevar si se acometen las reformas estructurales necesarias para incrementar la eficiencia del sistema»
La economía española se contrajo un 11,3% en el año 2020, la mayor caída de todos los países desarrollados, debido al excesivo, e improcedente cierre de gran cantidad de las actividades productivas por parte del Gobierno. Durante los años 2021 y 2022, nuestro PIB creció un 5,5%, en cada uno de los ejercicios, por un mero «efecto rebote» impulsado fundamentalmente por el sector servicios, especialmente por el turismo tanto internacional, como nacional. En cualquier caso, no se ha recuperado el PIB de 2019, hasta el segundo trimestre de este año, siendo el penúltimo país de la UE en lograrlo.
La economía española creció durante el primer trimestre de este año 2023 un 0,6% en términos intertrimestrales y un 4,2% en interanuales, lo que ya representaba una clara desaceleración respecto a los dos años anteriores; que desafortunadamente se ha intensificado durante el periodo abril-junio, con un incremento de tan solo el 0,4% respecto al trimestre anterior que después de la gran subida en el mismo periodo del pasado año, se ha situado en un modesto 1,8%, en términos interanuales debido a la caída de las exportaciones, que se redujeron en junio un 5,3% respecto al mes anterior y un 4% en términos interanuales. Esta situación se produce sobre todo por la caída del comercio internacional, un 3% en los países del G20 durante el pasado trimestre y la recesión en algunos países de Unión Europea, especialmente en Alemania; por lo que nuestro sector exterior ha pasado de ser la locomotora del crecimiento español al lastre de este.
Asimismo, el potencial de crecimiento está lastrado por los fuertes incrementos de costes financieros, laborales y fiscales, por lo que nuestra competitividad crece mucho menos que la de la mayoría de los países con los que competimos. Asimismo, la inseguridad jurídica ya deteriorada con anterioridad a las elecciones generales se ha visto incrementada por el resultado de estas y las dudas respecto al próximo Gobierno y las condiciones que impongan sus socios.
Además, el entorno económico seguirá siendo adverso, según el FMI, la economía de la UE tan solo crecerá un 0,9% durante el presente año, lastrada por el lento crecimiento de Francia e Italia que puede encontrarse ya en caída, y la recesión, un -0,3% de Alemania. Por tanto, el crecimiento a lo largo de los próximos meses estará claramente penalizado por esta circunstancia, a pesar del buen comportamiento del turismo durante el verano.
«Desde la perspectiva del empleo todo hace indicar que se confirma una clara desaceleración de la actividad, aun considerando los datos oficiales, que ya son de por sí muy dudosos»
Si el análisis se realiza desde la perspectiva de la oferta, es decir de los sectores productivos, la industria se encuentra en una profunda crisis penalizada fundamentalmente por el sector del automóvil. Las ventas del sector industrial se redujeron un 1,6% en junio, la mayor caída de la historia y el consumo de gas bajó en julio un 14% interanual. Asimismo, la construcción reducirá la actividad por la subida de los tipos de interés que ha provocado un incremento del orden del 40% en el coste de una hipoteca media en España y el turismo procedente de la Unión Monetaria y especialmente de Alemania se ha ralentizado en la última parte del verano.
El poder adquisitivo de los ciudadanos depende en gran medida de la inflación, problema que no está resuelta, el IPC, se ha situado en agosto en el 2,6% y es previsible que siga subiendo en otoño, como consecuencia de la nueva cartelización del mercado de petróleo por parte de la OPEP, que ya ha situado el precio del barril por encima de los 84 dólares, si bien el precio del Gas Natural que ha repuntado ligeramente, permanecerá a niveles similares al comienzo de 2022 por el aumento de stocks en Europa para hacer frente al próximo invierno. En cuanto a la inflación subyacente, el núcleo duro de la misma sigue siendo muy elevada, un 6,1%, poniendo de manifiesto que la subida de los tipos de interés no la controla, puesto que en gran medida se debe a los altos costes medioambientales, que incluso podría aumentar si se mantiene el actual Gobierno.
Desde la perspectiva del empleo todo hace indicar que se confirma una clara desaceleración de la actividad, aun considerando los datos oficiales, que ya son de por sí muy dudosos, puesto que la creación de empleo en junio fue la más baja desde 2015, y la reducción del paro, según la EPA del segundo trimestre, la menor de ese periodo desde el año 1977.
Con un entorno internacional en clara desaceleración por la política monetaria restrictiva de los principales Bancos Centrales para luchar contra la inflación, y una economía nacional perdiendo competitividad y productividad relativa; es muy difícil que el PIB de España crezca más del 2% durante este año; a pesar de la predicción del FMI del 2,5%, y es más que probable que con este escenario se desacelerara del orden de medio punto el próximo ejercicio 2024. Nuestro potencial de crecimiento solo se puede elevar significativamente si se acometen las reformas estructurales necesarias para incrementar la eficiencia del sistema; lo que se vislumbra muy complicado con el panorama político con el que comenzamos el curso.