A esta vez tampoco habrá 'momento Lehman' en China
«La política china es una constante aplicación del ‘palo y la zanahoria’. No hay cambios abruptos ni transiciones rompedoras»
Los últimos acontecimientos en torno a la situación económica de China están generando preocupación entre los analistas, hasta el punto de que la prensa internacional ha rescatado uno de los términos más repetidos a lo largo de los últimos años para describir el posible colapso económico chino: el ‘momento Lehman’. Incluso, en un despacho reciente de la agencia Bloomberg, se señalaba la necesidad de que se produjera un ‘momento Lehman’ para limpiar más rápidamente los excesos cometidos en los últimos años en el sector inmobiliario.
Esta visión schumpeteriana de ‘destrucción creadora’ tiene bastante sentido en las economías occidentales. En parte fue la forma de solventar la burbuja inmobiliaria de la primera década de los 2000, asumiendo grandes quiebras empresariales, algunas bancarias e infligiendo un ajuste duro sobre el empleo, los salarios y el ahorro. Sin embargo, las cosas no funcionan así en China. Desde que se emprendió el camino de la reforma económica en 1979, la política china es una constante aplicación del ‘palo y la zanahoria’. No hay cambios abruptos ni transiciones rompedoras. Los cambios se producen siempre acompasados en el tiempo y buscando contrapesos para que una economía que sigue estando fuertemente estatalizada no se escape del control de sus élites.
Esto es lo que sucede con el sector inmobiliario. Durante años ha sido uno de los segmentos de actividad más importantes de China debido a la alta demanda de vivienda tanto por parte de una clase media creciente como por las clases más populares en su traslado del campo a la ciudad. Para poder llevar a cabo este proceso con la velocidad que la demanda requería y ante una escasez cada vez mayor de vivienda, el sector se organizó mediante un circuito cerrado entre promotores, gobiernos locales y bancos públicos, creándose un ‘círculo vicioso’ de financiación sólo sostenible si la demanda sigue creciendo a dígitos parecidos anualmente e incrementando sin parar la disponibilidad de suelo.
Pero en los últimos tres años, la demanda ha dejado de ser tan alta, las expectativas de crecimiento se han reducido en términos generales y las dificultades financieras de las empresas inmobiliarias se han disparado. La política de ‘covid cero’ ha sido letal para el crecimiento potencial de China y, en consecuencia, de los sectores que más dependen de la demanda interna como el real estate. El conjunto del sector tiene un peso aproximado del 20% del PIB, prácticamente lo que llegó a pesar el inmobiliario en el PIB de España en la época de la burbuja hasta 2007.
En un país donde el desempleo juvenil alcanza el 21% y las exportaciones están cayendo un 7,5% interanual en mayo (pero, al menos, la inflación sí está controlada), no puede esperarse que la macroeconomía ayude a amortiguar el proceso de ajuste del inmobiliario. Por tanto, la política china se enfrenta a una ‘voladura controlada’ de los circuitos privilegiados de inversión y financiación creados en los últimos años en el real estate. Para ello, es necesario seleccionar a qué actores se les puede dejar caer sin consecuencias sistémicas (y también como aviso a navegantes para futuras crisis) y a qué otros lanzar ciertos salvavidas que, aunque no logren revertir sus pérdidas multimillonarias, sí les ayude para sobrevivir.
«La política china se enfrenta a una ‘voladura controlada’ de los circuitos privilegiados de inversión y financiación creados en los últimos años en el real estate«
Es el caso paradigmático de Evergrande, uno de los gigantes del sector inmobiliario chino, el cual se convirtió en un tema candente a finales de 2021 y principios de 2022 y todavía continúa tras presentar en Estados Unidos la declaración de bancarrota. Evergrande era conocida por su rápido crecimiento y su apetito insaciable por adquirir tierras y desarrollar proyectos inmobiliarios en todo el país. Sin embargo, su crecimiento desmesurado se basó en una deuda masiva, alcanzado los 300.000 millones de dólares, lo que hizo que la empresa se enfrentara a graves problemas de liquidez, no pudiendo cumplir con sus obligaciones de pago.
El Gobierno chino intervino tratando de mitigar los riesgos sistémicos y garantizar que la quiebra de la empresa no afectara gravemente a la economía. Se presionó a la compañía para que vendiera activos no relacionados con la vivienda y se encontrara una solución que permitiera a los compradores de viviendas obtener reembolsos o completar sus compras.
Más allá del ejemplo de Evergrande (otra gran promotora, Country Garden, dejará de cotizar en la Bolsa de Hong Kong tras declarar pérdidas de más de 7.000 millones de dólares en el primer semestre de este año), su caso es un buen ejemplo de la importancia de la supervisión y la regulación en el sector inmobiliario cuando éste se utiliza como ariete de las políticas públicas. El gobierno chino ha implementado medidas para controlar el endeudamiento de los desarrolladores inmobiliarios y estabilizar el mercado de la vivienda.
Sin embargo, las secuelas de la quiebra de Evergrande pueden seguir sintiéndose durante algún tiempo, y es fundamental para China abordar estos problemas de manera eficaz, pero sin temer que se produzca esta vez un ‘momento Lehman’. En este proceso, el papel de la banca estatal china es fundamental y, por ende, de la política monetaria para suavizar el proceso, lo cual no le quita riesgos futuros que deben ser estrechamente vigilados.