THE OBJECTIVE
Francisco Sierra

Los disidentes y los cobardes

«Se necesitan voces de cargos socialistas valientes que sean capaces de poner sus valores democráticos por encima de las exigencias de poder de Sánchez»

Opinión
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Los disidentes y los cobardes

Ilustración de Alejandra Svriz.

Escuchar a algunos cargos socialistas, que sólo han destacado en la actividad política por su mediocridad, llamar desleales o antiguos a Felipe González y a Alfonso Guerra, por criticar la ley de amnistía que Pedro Sánchez va a imponer, nos aclara el bajísimo grado de independencia intelectual y el muy alto grado de sumisión o egoísmo con el que se van a comportar, otra vez, la mayoría de diputados, senadores, ministros y altos cargos socialistas que dependan del dedo y del capricho de Pedro Sánchez.

Todos los que su cargo depende del dedo del líder, callan. Sorprende y decepciona que ante una tropelía jurídica como la que se va a producir que dinamita el estado de derecho y la igualdad de los españoles ante la ley, que revienta la separación de poderes y que humilla y desautoriza a la Constitución del 78 que nos ha traído 45 años de democracia, los cargos socialistas callan. Es más no solo callan, sino que, en el mejor estilo norcoreano, se han convertido en entusiastas de todas las nuevas directrices que ahora tienen que defender a pesar de que hasta hace dos meses las negaban y criticaban. El grado de falso golpe en el pecho ha ido creciendo según avanzaba la vergüenza de traicionar lo dicho por ellos mismos en campañas electorales. 

Políticos socialistas que hace dos meses rechazaban tajantemente las peticiones independentistas de amnistía y referéndum de autodeterminación ahora callan, asienten y cierran filas en un movimiento coreano sincronizado con el nuevo giro de 180 grados de los caprichos de su líder. Hasta el portavoz de ERC en el Congreso, Gabriel Rufián admite la sorpresa de escuchar ahora a Sánchez decir cosas como que él siempre estuvo en contra de judicializar la política. Se felicita que el presidente no es que negocie la amnistía, sino que defienda las tesis que los propios independentistas llevan cinco años utilizando. Y Rufián que sabe de lo que habla lo explica con un irónico: «Sánchez ha demostrado muchas veces que sus convicciones son coyunturales, dependen de la fuerza que tengas». Lo clava. Las convicciones del líder del PSOE siempre han sido coyunturales. Y por el ruido contra las críticas o por el ruido de sus silencios, las convicciones de los cargos públicos socialistas parecen también coyunturales. 

Más allá de una ideología de izquierdas, de progreso, de justicia social, de igualdad, de integración, de respeto al estado de derecho, las convicciones de los diputados, senadores, ministros y altos cargos socialistas parecen con Sánchez también coyunturales. No quieren perder su sillón y a cambio sacrifican todo. Hasta lo más preciado: la libertad de opinión. Ya han visto en la ilegal expulsión de Nicolás Redondo del PSOE como se las gasta Sánchez. Ni siquiera es capaz de cumplir los procedimientos regulados en el propio partido socialista para la expulsión de un afiliado. Se le expulsa con todo el ruido del mundo, olvidando comunicarle las supuestas acusaciones, la posibilidad de defensa, e incluso la comunicación oficial de esa expulsión. Y lo expulsan… por supuestos menosprecios. Es decir, por opinar. Y en el PSOE casi todos callados para no perder la poltrona, la cercanía o el favor del líder que quita y pone nombres en las listas. Un Sánchez que reina, como un monarca absoluto, sin necesidad de voces criticas en esos siempre molestos comités o ejecutivas que han traspasado el mítico adjetivo comunista de «búlgaro» para adaptar el más cercano, de norcoreano.

«Aprobar una amnistía por la mínima es tan miserable como aprobar una independencia con el 50,1% de los votos»

¿Qué pensarán estos diputados socialistas cuando por la mañana se miren a los ojos en el espejo? Esos que en pocos días van a permitir que una ley de amnistía humille a dos tercios de la población española incluyendo a la mayoría de la población catalana por unos partidos independentistas cuya suma en las últimas elecciones de julio no llega ni al 12% de la población. Esos diputados que con fuertes convicciones democráticas y con una creencia absoluta en el Estado de derecho van a tener hora que votar y apoyar el asesinato de hecho de la Constitución del 78. Esos diputados socialistas que han visto como los golpistas sediciosos eran indultados. Esos que tras la eliminación del delito de sedición y la rebaja del de malversación, siguen escuchando a los independentistas diciendo que lo repetirán, que lo volverán a hacer. Comprobar como esos partidos independentistas socios de Sánchez seguirán siendo insaciables a la hora de pedir competencias y financiación por encima de las del resto de comunidades españolas en la nueva legislatura si Sánchez consigue ser elegido presidente.

 ¿Qué pensarán cuando escuchan a González y Guerra, los dos líderes refundadores del PSOE que de verdad modernizaron España, que consolidaron las libertades y la democracia, que nos hicieron entrar en Europa, decir que el único disidente con las tesis oficiales del partido socialista es justamente Pedro Sánchez, el hombre sin memoria, el que cambia de opinión en función de sus necesidades de voto satisfacer su adicción de poder?

Esos diputados no deberían refugiarse en planteamientos pseudo democráticos como el de que la mayoría de los votos en el Congreso de los Diputados lo permite todo. No es cierto. Tener 176 votos a favor no permite todo. No permite romper el Estado de derecho. No permite romper el poder judicial. No permite saltarse las leyes. Incluso en las grandes cuestiones que afectan a los derechos fundamentales o las instituciones se exige dos tercios de votos. Aprobar una amnistía por la mínima es tan miserable como aprobar una independencia con el 50,1% de los votos. Eso por no empezar por el principio: ni se puede, ni es justa.

Esos diputados deberían recordar que nunca en su programa electoral de la campaña del 23-J se habló de apoyar la amnistía. Es más, se habló de todo lo contrario. Deberían pensar en sus votantes y en si ellos pensaban que sus votos iban a ser adulterados y usados para contaminar la democracia española.

Dicen en el PSOE que los que no piensan como el líder son disidentes. Este planteamiento digno de un partido totalitario y no de un partido democrático como es el partido socialista, y como lo tiene que seguir siendo, debe de ser negado con los hechos. Se necesitan voces de cargos socialistas con capacidad de autocrítica. Voces valientes que sean capaces de poner sus valores democráticos por encima de las exigencias de poder de Sánchez. 

Decía Alfonso Guerra, en la presentación de sus memorias en un Ateneo de Madrid lleno hasta la bandera, que en realidad el disidente es Pedro Sánchez. Lo malo es que este considera disidente a todo el país porque sabe que la mayoría de los españoles disienten de su continua humillación ante los golpistas. 

Pedro Sánchez no se considera el presidente de todos los españoles. Le basta con gestionar la cobardía de los suyos para mantenerse en el poder con la ayuda de los que quieren romper España. Y que el espejito de Tezanos le siga diciendo que es el más guapo de todos.

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