MyTO

Nuestros antisemitas

«Quien se sumerja en lo dicho por comunistas como Iglesias, Monedero o Santiago comprobará qué niveles de odio son capaces de alcanzar nuestros antisemitas»

Opinión

Ilustración de Alejandra Svriz.

  • Escritor. Su último libro es ‘Aly Herscovitz. Cenizas en la vida europea de Josep Pla’ (Athenaica, 2023).

«El nuevo antisemitismo (…) adopta la apariencia de antisionismo de izquierda. (…). El antisionismo parte de una premisa explícita: el sionismo es una forma de racismo. Tal es el principio que adquirió consistencia dogmática en el sínodo progresista de Durban y que, con carácter de axioma, fundamenta la lógica persecutoria que, una vez probada en el laboratorio francés, se exporta a todos los rincones de Europa por medio de los movimientos antisistema. La ecuación sionismo = racismo, con todo, no es europea en origen, sino árabe. El hecho de que buena parte de la izquierda europea se la haya apropiado admite, por supuesto, una serie de explicaciones parciales: la obsesión de las vanguardias europeístas por desprenderse de un pasado nacionalista, imperialista y racista y la correlativa denegación de la singularidad del Holocausto; el antiamericanismo de las izquierdas europeas en general y de la derecha francesa en particular, que se proyecta fatalmente sobre Israel, o un tercermundismo estúpido traducido en autodenigración masoquista (…). Pero, más allá de estos factores, todos ellos alarmantes, la asimilación del antisionismo árabe constituye un índice inequívoco de la islamización de la izquierda occidental, huérfana de las distintas ideologías colectivistas emanadas del marxismo, y que encuentra ahora en el islam un trasunto vivo del ideal comunista».

Estas palabras de Jon Juaristi, pertenecientes al arranque del prólogo que escribió para la versión española del ensayo de Alain Finkielkraut Au nom de l’autre (En el nombre del otro, Seix Barral, 2005), deberían bastar para entender la reacción de la izquierda española ante la bárbara razia perpetrada el pasado sábado por Hamás contra la población civil israelí. Es verdad que la respuesta no ha sido monocorde. No todas las fuerzas políticas de izquierda han reaccionado igual, no todos los dirigentes de cada una de ellas han coincidido entre sí, no todos han mantenido con el paso de las horas el mismo criterio.

Así, por ceñirnos a los miembros del Ejecutivo, resulta llamativo el contraste entre, de una parte, la evasiva inicial del presidente Sánchez y las declaraciones del ministro Albares calificando sin ambages lo sucedido de «terrorismo» y, de otra, el mensaje de la vicepresidenta Díaz parapetándose tras la acostumbrada equidistancia de la «solidaridad con todas las víctimas». Claro que, al tiempo, fuentes del propio Ministerio de Exteriores se han referido al «ataque de Gaza a Israel», mediante una equiparación que confiere rango de Estado al territorio palestino controlado por Hamás y contribuye de paso a disolver, o como mínimo atenuar, el carácter terrorista de la acción. (También el diario El País ha recurrido en su edición digital a una fórmula semejante como epígrafe, «Guerra entre Israel y Gaza», que deja entrever la misma igualación).

«Hay que poner, pues, el nuevo antisemitismo en el mismo saco identitario que el nacionalismo separatista»

Por supuesto, quien se sumerja en lo dicho y redicho en las últimas horas por insignes comunistas como Pablo Iglesias, Juan Carlos Monedero o Enrique Santiago podrá comprobar qué niveles de odio y abyección son capaces de alcanzar y propagar nuestros antisemitas particulares (en el caso de la también comunista Yolanda Díaz su aparente contención se explica tan sólo por el cargo que ocupa, ni que sea en funciones, en el Ejecutivo presidido por Pedro Sánchez). Sin olvidar, claro, a no pocos opinadores presuntamente expertos en la materia, que se afanan estos días por justificar en los medios de comunicación las acciones terroristas de Hamás como un acto de legítima defensa ante el supuesto «terrorismo de Estado» del Gobierno de Israel. 

Todo ello confirma hasta qué punto sigue vigente lo que Juaristi denunciaba hace cerca de veinte años en su prólogo al libro de Finkielkraut. La islamización de la izquierda occidental, reencarnación, a través del antisionismo árabe, del viejo antisemitismo europeo, es uno más de los ismos que caracterizan a esa izquierda. Hay que poner, pues, el nuevo antisemitismo en el mismo saco identitario que el nacionalismo separatista, el activismo de género o el ecologismo radical. Como ocurre con las demás formas de identitarismo, no faltan las asociaciones, entidades sociales y oenegés dispuestas a abanderar su credo, disfrazado de humanitarismo antirracista, y a recibir de las administraciones públicas –gobernadas en general, aunque no siempre, por la izquierda y los nacionalismos– los recursos económicos necesarios para desarrollar su actividad.

En sus años de alcaldesa de Barcelona Ada Colau destacó en la labor de fomentar y acrecentar dicha política subvencionadora. No es de extrañar que la rematara, poco antes de perder el sillón, con la suspensión temporal de las relaciones institucionales del Ayuntamiento barcelonés con Israel, lo que suponía congelar también el hermanamiento del Consistorio con la institución homóloga de Tel Aviv. Se lo había pedido, adujo, un centenar de asociaciones y entidades de la ciudad en protesta por el «apartheid contra el pueblo palestino» y ella no podía negárselo. Tanto más cuanto las había amamantado ella misma y dependía de sus votos para revalidar la Alcaldía.  Y aun así, mira por dónde, terminó quedándose sin ella.

13 comentarios
  1. MaxPerez

    El rídiculo y ofensivo recurso a insultar a los antisionistas describiéndolos como antisemitas:

    Soy antisionista y tan antisemita como Einstein, que escribió que los sionistas son na zis, tanto como los rabinos de Naturei Karta, que niegan el derecho de Israel a existir, como fueron los Bund, sindicatos de trabajadores judíos de Polonia, Letonia, etc., como el Congreso Rabínico Central de USA, las organizaciones asociadas a la IJAN, la liga internacional de organizaciones judías antisionistas, etc.

    Respecto a la observación de Einstein, recordemos que los sionistas alemanes se describían a sí mismos como partido hermano de los nazis preocupado por la pureza racial en la carta en que felicitaron a Hi tler por su triunfo, apoyaron las leyes raciales de Nuremberg, el 25 de agosto de 1933 firmaron un acuerdo, la Ha’avara, para resolver la cuestión judía por la que los na zis dejaban salir de Alemania a los judíos ricos con su dinero siempre que fuese con destino a Palestina, a dónde llegaban en barcos con la cruz gamada, y los sionistas se ocupaban de los ghettos y sionistas (Kastner, etc.) mandaban a los pobres a los campos.

    Eso es Israel.

  2. jorgeplaza

    Que Gaza o cualquier otro territorio no tenga entidad de estado y, por tanto, no se pueda equiparar a Israel no es accidental, señor Pericay, sino la consecuencia inevitable del uso reiterado de la fuerza por Israel para evitar la formación de ese estado palestino que echa usted en falta. Como lo sabe tan bien como yo o cualquier otro lector, no tengo más remedio que decir con claridad que eso es argumentar de mala fe.
    Censurar la actuación de los cada vez menos democráticos gobiernos israelíes, crecientemente cautivos de sus extremistas religiosos (esos que practican el tiro al blanco con dianas palestinas un día sí y otro también con la anuencia de sus autoridades y la sordina de nuestra prensa) no es ni apoyar el terrorismo de Hamás ni antisemitismo, sino intentar aplicar el mismo rasero a los criminales de uno y otro lado.
    Este es un enfrentamiento de extremistas que tienen de su lado a Dios, o eso dicen ellos. Es sabido que cuanto más próximo tienes a Dios mayores atrocidades eres capaz de cometer sin que se te mueva ni el turbante ni la kipá. Pena que Dios no exista para fulminarlos a todos.

  3. Danton

    Que afición a sacarle punta a todo. Estos días abundan los análisis de parte tanto de un lado como del otro. Critica el articulista el uso de la expresión «Guerra entre Israel y Gaza» por razones bastante nimias. Hay que recordar que uno de los primeros en hablar de Guerra fue el propio Netanyahu, que difícilmente puede ser encasillado como un radical de izquierdas. Por no hablar de que, después de mentar a toda la izquierda, el señor Pericay se retracta en parte para reconocer que no toda la izquierda ha actuado igual, aunque hay de aquel que no haya pronunciado la palabra terrorismo. A mí me parece que es compatible la condena más enérgica a la masacre terrorista de Hamás, con la crítica al estado de Israel que acumula también numerosos desafueros (por decirlo suavemente) en su debe.

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