THE OBJECTIVE
Jordi Bernal

(I)liberalismo atrabiliario

«Jesús Gil fue uno de los precedentes involuntarios del nuevo populismo que nos asola. Tan atrabiliario como los Trump, Putin, Bolsonaro, Orban o Milei»

Opinión
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(I)liberalismo atrabiliario

Ilustración de Alejandra Svriz.

Televisión Española ha estrenado una miniserie realmente interesante sobre la Operación Malaya marbellí. Con elementos del true crime en boga, retrata una operación de choriceo patrio que dejó boquiabierto al personal. Veníamos de los grandes escándalos socialistas de los noventa y estábamos curados de espantos mayores, pero aquel cambalache de sol, ladrillo y folclorismo zafio en una pequeña localidad andaluza supuso toda una revelación de hasta qué punto se podía mangonear desde la administración municipal.

En este caso, Jesús Gil aparece como una sombra alargada que enseñó las maneras de la picaresca chusca y el matonismo amedrentador a una serie de listos robacarteras que vieron en aquel pueblo con mar templado un solar virgen para sus sueños húmedos de cuatreros ambiciosos. El primero de la clase fue un tal Juan Antonio Roca, murciano afable, empresario turbio, palique prodigioso y asesor de Urbanismo de Marbella. En verdad era él quien movía todos los hilos de un teatrillo de títeres con más facha que cerebro. Estaba el catódico Julián Muñoz, que empezó organizando los festejos y acabó de alcalde absoluto. Tanto se lo creyó el engominado Muñoz, que acabó en un duelo a cara de perro con el listísimo Roca. Perdió el primero, merced a una rocambolesca moción de censura que contó con la participación de la hasta entonces fiera oposición. 

Es increíble, en este sainete alucinógeno, el papel de Isabel García Marcos, que de protagonizar durísimos enfrentamientos con Jesús Gil desde la bancada de la oposición socialista pasó a convertirse en la primera teniente de alcalde después de la moción de censura. Por no hablar de la inverosímil Marisol Yagüe, alcaldesa que tenía a Roca por ventrílocuo y que parecía interesada únicamente en sus operaciones estéticas, sus coches de lujo y en cargar al erario público las reformas de su casa. 

«Gil supo oler el desencanto y la desesperación popular para valerse de los resortes del sistema democrático» 

El espectáculo televisado aportó su toque miserable a toda aquella noble operación dirigida por el juez Miguel Ángel Torres Segura y la Fiscalía Anticorrupción, y con la participación de la Udef. Tonadilleras blanqueadoras y montones de billetes negrísimos circulando en clandestinas bolsas de basura. 

De todo aquel robo a gran escala poco se recuperó. De hecho, el intrigante Roca, después de cumplir su condena, vuelve a residir en el pisazo que se le embargó en su momento pero que ha conseguido alquilar a su comprador. Cosas de los círculos viciosos de los ricos. 

Tiene su guasa que aquella organización creada para delinquir con la que Jesús Gil se presentó a la alcaldía de Marbella respondiera a las siglas del GIL. Esto es: Grupo Independiente Liberal. Fue uno de los precedentes involuntarios del nuevo populismo que nos asola. Tan atrabiliario como los Trump, Putin, Bolsonaro, Orban o Milei. Su credo se fundamentaba en un desprecio tabernario hacia la política tradicional y hacia la llamada «casta» política. Supo, pues, oler el desencanto y la desesperación popular para valerse de los resortes del sistema democrático. Una vez consiguió el poder no hizo otra cosa que practicar el nepotismo y la corrupción consanguínea. La mafia antes que el Estado, ya saben. Para ello, a la manera (i)liberal, se valió de todos aquellos organismos públicos a los que controló para imponer su propia ley. Sobornó a jueces, policías y funcionarios municipales.  

Pero, atendiendo al nombre de su partido, Gil debía de ser también un liberal canónico porque adoraba un mercado voraz, abjuraba de regulaciones estatales y pensaba que los impuestos eran peajes para honrados perdedores. Tal vez por ello, entre otros milagros, dejó una Marbella saqueada y en bancarrota, con una biblioteca municipal paupérrima de libros y con goteras, y construyó una flamante gasolinera allí donde estaba prevista la edificación de una escuela pública.

 

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