Abascal, ministro sin cartera
«Vox vive bien como supuesta némesis del sanchismo y Pedro Sánchez vive aún mejor como supuesto rompeolas de la extrema derecha»
Santiago Abascal viajó a Argentina para asistir a la toma de posesión de Milei y concedió una entrevista al diario Clarín. Criticó a Pedro Sánchez y se consoló vaticinando que llegará el día en que los españoles querrán «colgarlo por los pies». Sus palabras provocaron que ministros y portavoces socialistas, con una sincronización digna del Bolshói, exigieran enfáticamente explicaciones… a Alberto Núñez Feijóo. El plan no era malo, pero perdió efectividad por una ejecución demasiado tosca.
De las palabras de Santiago Abascal no hay mucho que decir: son intolerables e impropias del líder de un partido que se dice democrático. A este Abascal cuanto más se le infla el pecho más se le desinflan las ideas. Debe ser esta falta de oxigenación lo que le impide ver hasta qué punto él y su partido son una pieza clave del engranaje del sanchismo.
Si acostumbran a hablar de política con familia y amigos habrán comprobado que Vox es el argumento definitivo del sanchismo. El deus ex machina del votante que entiende que no está bien comprar el voto de un prófugo a cambio del borrado de sus crímenes, y del votante que no ve con buenos ojos la colonización institucional, el desdibujamiento de la separación de poderes o la retórica frentista. Ese votante es crítico con la política avasalladora de Pedro Sánchez, pero no está dispuesto a sustituirla por una alternativa que incluya a Vox.
Vox es un producto del sanchismo y su mejor aliado. Emergió como partido nacional tras las elecciones andaluzas de 2018, unos meses después de que Pedro Sánchez se aliara en una moción de censura con los partidos que se habían sublevado contra el orden constitucional. Las cesiones del PSOE ante el nacionalismo, la falta de liderazgo en el PP y la debacle de Ciudadanos favorecieron su ascenso.
«Vox llegó en el momento justo. La misión apremiante de Sánchez ya no era desalojar corruptos, sino evitar la entrada de fascistas»
El primer pretexto de Pedro Sánchez para ser investido con el apoyo del nacionalismo fue la lucha contra la corrupción. El buen votante decía entonces: «La moción de censura es necesaria para desalojar a un partido corrupto». Vox llegó en el momento justo, cuando la coartada de la corrupción estaba agotada. La misión apremiante de Pedro Sánchez ya no era desalojar corruptos, sino evitar la entrada de fascistas. Una misión noble que implica sacrificios y promesas incumplidas. Vox llegó para convertir el sanchismo en inevitable.
Abascal critica a Pedro Sánchez mientras se abraza a Orban, Trump o Tucker Carlson. Cómo no pensar que lo que les inquieta del sanchismo no es el debilitamiento del Estado de Derecho, la polarización o la toma partidista de las instituciones. Atacan a la persona de Pedro Sánchez como un títere, para marcar músculo y territorio. Y así logran justificar el clima de excepcionalidad endémica que exige la llama del sanchismo.
Que Vox refuerza a Pedro Sánchez es un hecho. Puede ser por ignorancia, por voluntad o por desdén. Descarto por improbables las dos primeras: no les importa contribuir a la continuidad de Pedro Sánchez. Vox vive bien como supuesta némesis del sanchismo y Sánchez vive aún mejor como supuesto rompeolas de la extrema derecha.