Dale que dale
«Si se obliga a los jóvenes a usar en las aulas una lengua que no es su lengua materna se les está metiendo un torpedo en su capacidad de aprendizaje»
La semana pasada se publicó el último Informe PISA y en él se comprueba el pésimo efecto que en todo el mundo tuvo la pandemia. En cuanto a España, la cosa sigue mal y yo tengo la sensación de en estas malas notas tienen bastante que ver los pedagogos que colonizaron y colonizan el Ministerio de Educación.
El mérito y la capacidad que señala la Constitución han desaparecido del mapa educativo, que antaño sí se dedicaba a enseñar, aprender y crear conciencia de que estudiar exige esfuerzo. Y esa enseñanza también sirve para alcanzar unos niveles profesionales que sin ella no se alcanzarían. La disciplina no es sólo una virtud militar, también lo es en la vida civil. Aunque parezca un pensamiento antiguo o retro, el esfuerzo es un bien para quien lo hace y lo es también para el conjunto de la sociedad.
A cualquiera se le ocurre que si se obliga a los jóvenes a usar en las aulas una lengua que no es su lengua materna se les está metiendo un torpedo en su capacidad de aprendizaje, y es eso lo que se ha estado haciendo en Cataluña y también en Baleares y en Valencia. Y no digamos lo del País Vasco.
Los cambios políticos ocurridos tras las elecciones de mayo de 2023 van a producir un aflojamiento de esta indignidad en Valencia y en Baleares, pero en Cataluña siguen gobernando los separatistas que hace ya tiempo cambiaron la raza superior por la lengua propia.
«La puntuación en lectura en Cataluña es 34 puntos más baja que en Madrid»
Veamos algunos resultados del informe PISA que elabora la OCDE:
En matemáticas, Cataluña, con 469 puntos, se sitúa en la posición 12 de las 17 comunidades. La media española es de 473 puntos. En lectura, Cataluña tiene una media de 462 puntos y se sitúa en la posición 16, dejando detrás únicamente a Andalucía (media española, 474). Y en ciencias Cataluña tiene una media de 477 y ocupa la posición 14 (media española, 485). La puntuación en lectura en Cataluña es 34 puntos más baja que en Madrid.
Los separatistas catalanes, que son los responsables allí del sistema educativo, nada más publicarse estos datos explicaron la causa: todo es culpa de la inmigración. Tal argumento no se tiene en pie, como ha demostrado en este periódico el catedrático de la Universidad de Barcelona Jorge Calero. En efecto, en Cataluña, el 9,4% de los alumnos de PISA son inmigrantes de primera generación; en Madrid, el 8,2% y en Navarra, el 8,4%. La puntuación en lectura en Cataluña —ya lo hemos escrito— es 34 puntos más baja que en Madrid y 16 puntos más baja que en Navarra. Ello equivale a casi un curso escolar completo de diferencia, con respecto a Madrid, y al 41% de un curso escolar, con respecto a Navarra.
No parece, por tanto, que tener muchos inmigrantes en las aulas impida obtener buenos resultados (incluso, muy buenos resultados en el caso de Madrid).
El profesor Calero concluye:
«La inmersión lingüística provoca una disociación fuerte entre la vida familiar de los alumnos y su vida escolar, disociación que perjudica a los resultados educativos, especialmente, como es lógico, los de lectura. De forma más general, se debería buscar el progresivo declive de los resultados educativos en Cataluña en la utilización de la escuela y sus recursos con objetivos no educativos (¿qué objetivo educativo tiene controlar el idioma que utilizan los niños y niñas en los recreos?). Pero no se buscará en ninguno de esos factores. Probablemente, lo que suceda será que se pondrán los medios para eludir la evaluación y las comparaciones con otras comunidades autónomas y países».