Los regalos
«Todo es falso en nuestra política democrática, resiliente, solidaria e incluyente. Podríamos decir sin miedo a error que el socialismo ya no existe en España»
La Epifanía, es decir, la manifestación o aparición pues eso es lo que significa, cambió el nacimiento de Jesús (la Natividad), en el mundo cristiano, por la estampa de los Reyes de Oriente llamados «los Magos» porque sabían leer las estrellas. Fue en fecha tardía, pero la fábula es tan cautivadora que ha permanecido. Unos monarcas orientales le ofrecen al Niño oro, incienso y mirra. Cada uno de estos tesoros tiene su propio significado, pero nos interesa sobre todo que le ofrecieran oro. La izquierda actual seguramente le habría entregado un abono para actividades lúdicas.
Sin embargo, ni siquiera los posmodernos pueden evitar la atracción del oro, como en la saga del anillo del Nibelungo. De hecho, hasta los más fanáticos son hoy pasto del capital y se aferran a sus elevadísimos sueldos como a un clavo ardiendo. Gracias a Dios. Nadie opone ya nada al capitalismo, una vez la palabra «comunismo» avergüenza incluso a los comunistas.
Todo es falso en nuestra política democrática, resiliente, solidaria e incluyente. Podríamos decir sin miedo a error que el socialismo ya no existe en España. Aquel partido socialdemócrata, fundado por ingleses y franceses después de la Segunda Guerra Mundial para evitar las consecuencias más perturbadoras de la ruina económica, ya no existe. Los que en España actualmente usan el calificativo de «socialista» saben que están insertos en un organismo cuajado de los más arcaicos nacionalismos y sostenido por un puñado de grupúsculos pseudocomunistas unidos por la palabra mágica «sumar» que se traduce en sumar sueldos, dividendos, privilegios, clientela y demás parafernalia del léxico capitalista.
Sin duda sólo la ignorancia gubernamental, que es oceánica, ha conseguido olvidar que cuando se unen las palabras «socialista» y «nacionalista» dan como resultado un partido nacional-socialista que es como se llamaba el partido nazi del siglo pasado. Si a eso se le une que ya no hay obreros que defender y cada vez los habrá menos, que los sindicatos están más viciados que la liga de fútbol, y que el nuevo traje del emperador es la actividad sexual, tanto trans como lgtbetc, la reducción de los humanos a animales mediante el ascenso de los animales a humanos, y la lucha por una ignorancia completa en los centros de enseñanza, se comprenderá que el uso de las palabras «izquierda», «progreso» o «socialista» sea de la misma calidad, veracidad y honradez que las palabras «ecológico» o «reciclable» añadidas a cualquier basura que se expenda en los grandes almacenes.
No, ya no hay nada de eso, sólo placebos mercantiles que usan algunas jaculatorias religiosas para disimular su nada. De ahí que toda la acción de progreso no sea sino un remedo de la doctrina social de la Iglesia durante el último tercio del siglo pasado. O sea, otra nada que no consiguió el menor resultado, ni alivió ninguna penuria entre los desamparados.
No obstante, por lo menos los curas comunistas consiguieron que los mataran en los países más brutalmente tiránicos de la América latina, pero por allí los gobiernos siguen igual de brutalmente tiránicos. En eso se comportaron como la Iglesia de la que procedían, es decir, sumando una montaña de mártires que no han conseguido mejorar la vida de la gente ni un grano de mijo, sino empeorarla.
Lo mismo exactamente sucede en la actual iglesia progresista, sólo que ahora sus obispos, canónigos y predicadores en lugar de mártires se han convertido en millonarios.