THE OBJECTIVE
José García Domínguez

El futuro de Izquierda Española

«Acaba de nacer Izquierda Española, intento loable de suscitar algo de revuelo doctrinal en el muy abotargado gallinero progresista»

Opinión
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El futuro de Izquierda Española

El nuevo partido Izquierda Española. | Europa Press

En una época, la nuestra, en la que casi lo único que distingue en todas partes a la izquierda de la derecha, a los socialdemócratas de los liberales, es el énfasis en la beneficencia elevada a seña de identidad ideológica, algo tan nuevo y tan original que ya lo había inventado la Iglesia de Cristo hace más de dos mil cien años, acaba de nacer Izquierda Española, intento loable de suscitar algo de revuelo doctrinal en el muy abotargado gallinero progresista. Porque, llámense bolsas de comida gratis para los moradores de las favelas en el Brasil de Lula o Ingreso Mínimo Vital en la España del PSOE y Sumar, la caridad más o menos disfrazada de políticas redistributivas constituye ahora la exclusiva carta de presentación de los antiguos socialistas para diferenciarse del resto del paisaje político dominante en Occidente. 

He ahí el resultado final de la bancarrota teórica en que cayó la izquierda toda tras el suicidio asistido de la Unión Soviética y la simultánea renuncia de la socialdemocracia a poner en cuestión la prevalencia de los mercados, una claudicación que se encargó de oficializar el Partido Laborista con la famosa Tercera Vía de Anthony Giddens y Tony Blair. Y en medio de ese triste erial -decía- surge Izquierda Española. Si bien conviene no olvidar que antes les precedieron tres intentos fallidos – los de UPyD, Podemos y Ciudadanos- en ese común afán por ocupar un espacio electoral fronterizo con el tradicional del PSOE; ya fuere por su teórica derecha, como en los casos de UPyD y Ciudadanos; ya por su izquierda, como en el de Podemos. Porque los de Guillermo del Valle tienen mucho que aprender de aquellos tres fiascos. 

Y quizá lo primero de lo que deberían acusar recibo remita a una obviedad de Perogrullo, a saber: que para poder decirse de izquierdas -y resultar creíble- hay que poner encima de la mesa ideas que no comparta la derecha. Y ello porque la razón de ser de la izquierda no consiste en gustar a la derecha, sino en cambiar el mundo. UPyD y Ciudadanos decían cosas que gustaban a la derecha (las de Ciudadanos les gustaban tanto que acabaron reclamando sobre ellos la patria potestad), pero nunca llegaron demasiado lejos justo por esa misma razón. Porque está bien repudiar los obscenos privilegios tributarios vasco-navarros, abjurar del mezquino particularismo egoísta del indigenismo separatista catalán o, en fin, señalar el dumping fiscal de la Comunidad de Madrid. Todo eso, sí, está muy bien; está muy bien, pero no es de izquierdas. 

«UPyD, Podemos y Ciudadanos terminaron por carecer de un discurso económico distinto al del mainstream político-académico-institucional»

Y no es de izquierdas porque en cualquier país no colonizado intelectualmente por sus enemigos internos, Francia sin ir más lejos, las personas inequívocamente de derechas defenderían lo mismo. UPyD, Podemos y Ciudadanos constituyeron tres intentos oportunistas, los tres surgidos en un contexto de muy profunda deslegitimación social del establishment, que acabaron terminando en la nada por lo mismo, por carecer de un discurso económico susceptible de presentar diferencias significativas con respecto a la doctrina del mainstream político-académico-institucional. Simplemente, no tenían nada propio que decir en ese ámbito. Y por eso se los tragó la tierra. 

Si no quiere seguir la misma suerte que sus precedentes, a Izquierda Española no le va a quedar otro camino que atreverse con el desafío de intentar reconstruir desde sus cenizas actuales la cosmovisión económica heterodoxa que alguna vez había definido a su campo ideológico. Y para empezar a transitar esa vía debería dar una respuesta propia a los dos grandes ejes de tensión europeos ante los que ni el PSOE ni Sumar no tienen absolutamente nada que ofrecer. Porque los dos grandes problemas de Europa en lo que queda de siglo van a ser la moneda y la inmigración. El euro, que acaba de cumplir 25 años en medio de la indiferencia general, sigue siendo una moneda inviable que, más pronto o más tarde, va a desaparecer. 

Y la izquierda tiene que tener claras las ideas con respecto a qué proponer cuando llegue el momento. En cuanto al otro gran problema del futuro continental, el de la inmigración, asumir el mismo buenismo naif que predican los social-liberales y sus aliados en el Gobierno, los poscomunistas woke, solo serviría para regalar a la extrema derecha el monopolio de las respuestas a una cuestión que, queramos admitirlo o no, ya amenaza ahora mismo con demoler la viabilidad financiera del Estado del bienestar. La izquierda lleva cuatro décadas sin pensar. Pero no le va a quedar otro remedio que volver a hacerlo si aspira a levantar cabeza. En fin, bienvenidos a la guerra, muchachos.

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