THE OBJECTIVE
César Calderón

El dilema del pagafantas

«Lo visto el otro día en el Parlamento augura no solo una legislatura corta y marcada por las puñaladas entre compinches, sino un verdadero calvario para Pedro Sánchez»

Opinión
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El dilema del pagafantas

Pedro Sánchez, flanqueado por Yolanda Díaz, Gabriel Rufián, Oriol Junqueras y Carles Puigdemont. | Ilustración: Alejandra Svriz

A mediados del pasado siglo, en un mundo marcado por el final de la Segunda Guerra Mundial y el comienzo de la Guerra Fría, un grupo de matemáticos y economistas entre los cuales hay que citar necesariamente a los ganadores del premio Nobel John Nash, John Harsanyi y Reinhard Seltense, se afanaron en conocer y comprender la conducta humana frente a la toma de decisiones, utilizando los conocimientos científicos de sus respectivas áreas.

Así nace la teoría de juegos, un área de conocimiento científico cuyo objetivo es encontrar una forma racional de jugar a algún juego, esto es, negociar un conflicto con uno o varios contendientes, teniendo en cuenta que todos los «jugadores» van a tratar de maximizar su beneficio y que, como seres racionales y complejos que somos, existen elementos no explícitos que van a influir en el resultado final.

Entre los juegos definidos por esta teoría, que ha ayudado durante los últimos 50 años a comprender y mejorar  las relaciones económicas, empresariales, políticas e incluso bélicas entre diversos actores en el mundo, destaca el denominado dilema del prisionero, un juego que demuestra que dada una situación de conflicto y, a pesar de que la solución más beneficiosa para todos los implicados en el mismo sea la colaboración, en muchas ocasiones los jugadores eligen traicionarse unos a otros.

El escenario más conocido de esta teoría es aquel que plantea a los jugadores el siguiente enunciado:

La policía arresta a dos sospechosos de un delito pero no hay pruebas suficientes para condenarlos y, tras haberlos separado, los visita a cada uno y les ofrece el mismo trato. Si uno confiesa y su cómplice no, el cómplice será condenado a la pena total, diez años, y el primero será liberado. Si uno calla y el cómplice confiesa, el primero recibirá esa pena y será el cómplice quien salga libre. Si ambos confiesan, ambos serán condenados a seis años. Si ambos lo niegan, todo lo que podrán hacer será encerrarlos durante un año por un cargo menor.

Como verán, a pesar de que la actitud más racional sea negarlo todo esperando que tu cómplice haga lo mismo, al no encontrarnos dentro de una probeta existe el riesgo de que con esa decisión, si tú lo niegas todo y él confiesa y te delata, seas tú quien cargues con la condena más larga y él quede libre inmediatamente, con lo cual las posibilidades de este planteamiento jugado de forma iterativa lleva necesariamente a la búsqueda de un equilibrio, expuesto por John Nash, en el que dado que cada jugador individual no gana nada modificando su estrategia mientras los otros mantengan las suyas, cada jugador ejecute la que considera que es la mejor jugada posible teniendo en cuenta los movimientos de los demás jugadores.

Y, si todo esto sucede con solo dos jugadores, ¿se imaginan lo que pasaría con seis que, además de competir entre todos, luchan dos de ellos por la hegemonía ideológica dentro de un ámbito concreto y los otros cuatro, de dos en dos, se ocupan en sendas luchas territoriales ?

«Si uno o varios de los actores decide que no confía en el PSOE o en su principal rival y que por tanto debe maximizar su propio beneficio en el plazo de tiempo más corto posible, todo el tinglado corre el riesgo de terminar reventando»

Pues tampoco hace falta que imaginen mucho, porque ese escenario explosivo es el que se planteó el otro día en el Parlamento y se repetirá n veces hasta el final de la legislatura de forma iterativa, un escenario en el que a pesar de que la solución más racional para, tomados por pares, Podemos y Sumar, ERC y Junts per Catalunya, y PNV y Bildu sea colaborar entre ellos y con el Gobierno del PSOE para lograr sus objetivos políticos y territoriales de forma incremental, si uno o varios de los actores decide que no confía en el PSOE o en su principal rival y que por tanto debe maximizar su propio beneficio en el plazo de tiempo más corto posible, todo el tinglado corre el riesgo de terminar reventando.

Así, en lugar de un dilema del prisionero, estaríamos ante un dilema del pagafantas en el que iteración tras iteración cada vez más jugadores tratarán de tomar sus decisiones ya no en base a la confianza en el resto de compañeros de partida, sino en obtener el mayor rédito material/electoral y mostrar a sus socios de investidura y rivales ideológicos/territoriales como unos pagafantas del Gobierno y del PSOE.

Algo que augura no solo una legislatura corta y marcada por las puñaladas entre compinches, sino un verdadero calvario para Pedro Sánchez, ya que como sabían perfectamente los científicos que realizaron estos trabajos, la naturaleza humana en muchas ocasiones no nos lleva a tomar la decisión que más nos beneficia a largo plazo, sino aquella que consideramos que va a proporcionarnos una ventaja competitiva inmediata sobre quienes son nuestros principales rivales.

Y no es fácil que esto, con unas elecciones vascas y otras catalanas en el horizonte, pueda cambiar precisamente a mejor para el inquilino de La Moncloa.

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