Teoría de la zorra
«El empaquetado de Nebulossa es inteligente, le rinde al espíritu de la época el ‘empoderando’ y la coreografía de zorras masculinas (tacones, cueros y culos)»
Por fin me he puesto «Zorra»: ¡es una gran canción festivalera! Un poco de aire fresco para Eurovisión, ese horrendo espacio hortero-folclórico en el que se manifiesta la peor Europa posible: la que yo llamo «la Europa de las autonomías»;. Todos los países tomados por sus tics autóctonos, bailando y canturreando sus jotas o sevillanas particulares. O peor: ¡sus aurreskus! Solo falta un etarra de cada país recibiendo el homenaje mientras devora pintxos pagados por el caserío. Frente a ellos, España manda a una emisaria hedonista, moderna, ¡savateriana!
Ya mencioné el canto a las «guarras y cachondas» de Fernando Savater en Carne gobernada. Allí cita esto memorable de Fernando Villalón: «Me gustan las mujeres que se quitan las medias a patadas». Cachonda se suele decir elogiosamente, con complicidad, jamás como insulto. «Eres una cachonda» no es ni puede ser un insulto, aunque lo pretendiera el que lo dice. «Eres una guarra» o «eres una zorra» sí pueden serlo y lo son habitualmente. Aunque no lo son necesariamente. En la frase de Savater no lo es. En la canción de Nebulossa tampoco. Son palabras redimidas ahí, por la intención del emisor o la emisora. Palabras desafiantes.
Ya lo hicieron en los ochenta las inevitables Vulpes con «Me gusta ser una zorra». Arremetieron entonces contra la canción las derechas nacionalistas y la derecha nacional, encabezadas por el Abc de Ansón, que montó una campaña de aúpa. Ver ahora a las feministas que claman contra «Zorra» alineadas con el Abc de Ansón es uno de los escasísimos premios que tiene cumplir años. Poder establecer estos puentes: ver exactamente de dónde manan la moralidad, la religión, la represión.
«Lo que hace Nebulossa es adueñarse de la imprecación y habitarla sin victimismo, sin culpa; con valentía y placer»
Esta provocación está muy vista, desde las frases de Mae West a la canción «Bitch» de los Rolling Stones, que recordaba nuestra Ruby Tuesday, o varias de Almodóvar & McNamara. Pero las ampollitas que ha levantado «Zorra» prueba que sigue estando operativa. El empaquetado de Nebulossa es inteligente, puesto que le rinde al espíritu de la época el empoderando y la coreografía de zorras masculinas (tacones, cueros y culos). Lo que hace es adueñarse de la imprecación y habitarla sin victimismo, sin culpa; con valentía y placer. Tal vez aquí haya una clave, por cierto. La zorra, además de obtener placer, lo da. A los hombres. Este es el problema para algunas antizorras.
Otra cosa, naturalmente, es que los hombres no estén a la altura de la mujer que se declara zorra. Lo escribió Jaime Gil de Biedma en los años sesenta en su poema A una dama muy joven, separada. A esta, que ha abandonado su matrimonio, le dice el poeta: «Hoy vestida de corsario / en los bares se te ve / con seis amantes por banda / –Isabel, niña Isabel–, // sobre un taburete erguida, / radiante, despeinada / por un viento solo tuyo, / presidiendo la farra». Después: «De quién, al fin de una noche, / no te habrás enamorado / por quererte enamorar! / Y todos me lo han contado». Termina con estas dos estrofas crudas: «Que la sinceridad / con que te has entregado / no la comprenden ellos, / niña Isabel. Ten cuidado. // Porque estamos en España. / Porque son uno y lo mismo / los memos de tus amantes, / el bestia de tu marido». Contra estos, lo que proclamaba Agustín García Calvo (incluso, me resigno a ello, en la voz y con la musiquilla nada eurovisivas de Amancio Prada): «Libre te quiero, / como arroyo que brinca / de peña en peña. / Pero no mía».
Las cosas estaban así hasta que Pedro Sánchez ha incorporado a las zorras como entes gubernamentales. Para el presidente es o «Zorra» o el «Cara al sol». Menudo corte de rollo.