La disolución del PSOE
«Galicia deja en evidencia que la estrategia de Sánchez condena a los socialistas y encumbra a los independentistas»
Galicia puede ser el comienzo de un proceso de disolución del PSOE, no a favor de la izquierda alternativa que no hace tanto amenazó con el sorpasso, sino en beneficio de los partidos nacionalistas independentistas a los que ha allanado insensatamente el camino hacia el éxito desde que sus votos han sido necesarios para mantener a Pedro Sánchez en el poder. Galicia ha confirmado algo que se había comprobado ya en casi todas las elecciones autonómicas de mayo y que algunos socialistas sospechaban en sepulcral silencio: muere el partido para salvar a Sánchez.
Por contraste, el resultado de las elecciones de ayer debe considerarse un éxito del Partido Popular y de Alberto Núñez Feijóo. El partido revalida una mayoría absoluta muy valiosa, puesto que nunca es sencillo sobreponerse al lógico desgaste en el poder durante dos décadas. Por lo que a su líder respecta, si sobre él hubiera sido lógico descargar toda responsabilidad en el caso de una derrota, es justo atribuirle también el mérito de una victoria que refuerza su papel como líder de la oposición.
Los resultados gallegos recuperan una tendencia de cambio político en España que se había mostrado evidente en las elecciones de mayo y que hace aún más anómalo el desenlace de las elecciones de julio. España está gobernada en estos momentos por partidos que no gozan del necesario respaldo popular. El PSOE no ha llegado al 15% de los votos en Galicia y su socio de coalición, Sumar, no ha conseguido ni un sólo escaño y un raquítico 2% del voto, a pesar de que su líder, Yolanda Díaz, es gallega y ha desarrollado en esa región la mayor parte de su carrera política.
Sólo el extravagante pacto de los socialistas con los partidos independentistas sostiene a Sánchez en el poder, y eso, a cambio de minar las opciones electorales del PSOE en la mayor parte de España. Es el tercer partido en la Comunidad de Madrid, después de la izquierda radical, y el tercero en Galicia, muy por detrás del separatista y extremista BNG. Las próximas elecciones vascas seguramente reservarán par el PSOE el rol de comparsa en la lucha del poder entre PNV y Bildu. Cumplirá con ese papel tratando de no perjudicar los intereses de Sánchez en Madrid. Y en Cataluña, priorizando de nuevo los intereses de Sánchez, se ha sacrificado el protagonismo de Salvador Illa, vetado por Junts, lo que probablemente conducirá a que el PSC se quede sin la victoria que parecía tener en su mano hasta hace poco.
Este proceso de disolución del PSOE constituye una verdadera tragedia para la democracia española porque deja la defensa del actual marco constitucional en las manos casi exclusivas del PP. Si esto es malo para los valores y las políticas de izquierda que cualquier país estable necesita, resulta alarmante para el futuro de España, puesto que convierte a los partidos que sueñan con una confederación republicana en única alternativa en las tres comunidades históricas.
«Una mayoría de votantes entiende ya con claridad que el único propósito de esta izquierda es el de conservar el poder a toda costa»
Ninguno de estos peligros podrán abordarse adecuadamente mientras el Partido Socialista persista en el camino por el que Sánchez lo conduce. Los pactos con Junts y ERC, la ley de amnistía, los acuerdos con Bildu, las continuas concesiones al independentismo por parte del Gobierno de la nación conduce de forma irremisible al PSOE al precipicio y a todo el país hacia una crisis potencialmente muy grave.
No tengo dudas de que muchos socialistas lo ven con claridad, pero el partido ha entrado en una dinámica fatal en la que se hace muy difícil frenar la tendencia actual. El daño ya está hecho. El Gobierno —Sánchez y Yolanda Díaz de la mano— ha arruinado el prestigio de la izquierda en toda España. Una mayoría de votantes entiende ya con claridad que el único propósito de esta izquierda es el de conservar el poder a toda costa. Y, por mucho que se resistan, lo acabarán perdiendo. Su plan naufragará de forma escandalosa. Serán desalojados del poder antes de lo que piensan y de forma más abrupta de lo que pueda calcularse hoy. El riesgo para todos es qué país nos dejarán y cuánto costará sacarlo adelante.