Begoña paloma blanca, paloma mía
«Ya se verá si puede probarse o no judicialmente su tráfico de influencias, pero con lo ya conocido su corrupción moral es ya irrefragable»
España se aproxima cursi y peligrosamente a las democracias iliberales latinoamericanas, en las que la política es un mero culebrón. Algunos líderes populistas, de hecho, han mandado a Sánchez el abrazo empático de serie que cabía esperar. Ningún líder mundial de peso, en cambio, lo ha hecho. La prensa internacional más seria ha realizado, por lo demás, una lectura, recta y factual de lo ocurrido: un Sánchez que se plantea dimitir por unos posibles casos de corrupción de su mujer. Ni galaxias ni constelaciones ultraderechistas ni fango mediático que te crió.
Pero la jugada era, como no podía ser de otro modo, exclusivamente en clave nacional. Este guion del culebrón sanchista (resiliencia y empatía) se nutre de su propio «manual de resistencia», a modo de nuevo reto que superar en su dilatada ejecutoria, y de la nueva moda de los deportistas y faranduleros consistente en exponer públicamente sus problemas psicológicos y hasta psiquiátricos (¡para desinvisibilizar, dicen, y desestigmatizar, siguen diciendo, las dolencias del alma!). Así Sánchez consigue alcanzar el estatus soñado de resiliente y de víctima por el mismo precio, y que sean los demás los que empaticen, que es precisamente lo que se vivió ayer en Ferraz: un esperpento de miles y miles de empatizadores, llegados en autocares de toda España (pagados por el partido, bocadillo incluido) para escuchar desde la calle a una serie de ministros y pesos pesados del partido, todos ellos «admiradores, amigos, esclavos y siervos» de su Persona, compitiendo por ver quién adulaba mejor al ser supremo, al caudillo triste y cuitado que desoja la margarita en el Palacio de la Moncloa.
Si Sánchez buscaba ese reconocimiento y arrope, ayer lo obtuvo. Si quería además reprochar a los suyos el no haber salido en tromba a defender a su Begoña, ayer obtuvo asimismo el desagravio que demandaba.
Ahora bien, más allá del histerismo peronista de Ferraz, se percibe un tufillo a machismo en Sánchez que sería irrespirable en otros países europeos llamados del entorno. «No me toquéis a la mujer u os vais a enterar», ese es el subtexto de la carta. Un «sujetadme, que no sabéis de lo que soy capaz, yo podía con todo, pero a mi santa ni soplarle». Y finalmente un: «Soy capaz hasta de sacrificar mi carrera política y ahí os las den todas». Es tan dulzona y estereotipado toda la escenografía que cualquier parodia palidecería, sería demasiado parecida a la realidad.
La realidad es otra. La begoña del César, contrariamente al adagio, no solo ha de parecerlo sino que ha de serlo. En plata: la begoña del presidente (y lo mismo tendría que valer para cualquier cónyuge o pareja de alto cargo político) debería simplemente haber evitado incurrir a toda costa en cualquier actividad profesional y lucrativa susceptible de recibir dineros públicos mientras durmiese en Moncloa; y dedicarse a cien mil cosas interesantes para ella y, si tuviese alma humanitaria, interesantes para los demás.
Pero, claro, los tiempos han cambiado, como canta aún el octogenario Bobo Dylan, y a diferencia de las anteriores esposas de presidente, ella es una mujer «moderna, liberada e independiente» y, por consiguiente, decidió no solo seguir trabajando, sino aprovechar el cargo de su marido para relanzar su carrera, y acceder a una pseudo cátedra ad hoc que quedaba muy por encima de su modestísima titulación. Eso sí es empoderamiento. Y a partir de ahí, se dijo, a hacer cosas…
Ya se verá en su momento si puede probarse o no judicialmente su tráfico de influencias, pero con lo ya conocido (en gran parte gracias al trabajo de este diario y sus 25 exclusivas) su corrupción moral es ya irrefragable. Pudo mangonear a base de bien por ser quien era. Sea esto delito o no.
Tan es así que si lo mismo se predicase de la mujer de Feijóo, las hordas socialistas y la galaxia socialdemócrata (y no digamos la constelación ultraizquierdosa) arremetería sin descanso, «por tierra, mar y aire» contra ella y, por supuesto, contra él.
La diferencia estribaría en que Feijóo nos habría ahorrado (es de esperar) una misiva de plañidera. Como mucho habría habido una muñeira tristona en petit comité.
Ocurra lo que ocurra mañana, se quede el presidente que escribía cartas de amor como si tal cosa, pida la confianza del Congreso, que ya le han prometido los socios, convoque elecciones u obligue al rey a nombrar a otro socialista para una investidura, lo que está claro es que la política española es, por culpa de este hombre sentimental, una lamentable telenovela venezolana. (Las turcas tienen más fuste).
Algo que ni siquiera habría podido lograr Zapatero, con quien empezó todo.
P.D. Eso sí, tras analizar filológicamente la prosa adolescente, hiperbólica y enamorada de la carta cabe replantearse muy seriamente que su tesis doctoral la escribió en verdad también él de su puño y letra.
¡Nunca hizo tanta falta una Irene Lozano…!
Coda 1) Mee neither
Harvey Wenstein fue mal juzgado. Un alto tribunal de apelaciones ha ordenado repetir el juicio por habérsele violado su derecho a un juicio justo. Uno de los «enormes fallos», según los magistrados, consistió en una serie de acusaciones y testimonios que no formaban parte de los hechos juzgados. Vaya, que aparecieron durante la causa aprovechando que el río Hudson pasaba por Nueva York. Cosas del Metoo. Seguirá en la cárcel por otra condena, que, de momento, sigue desplegando sus efectos. Naturalmente nadie va a pedir disculpas a Wenstein; aquí lo único que indigna a las fuerzas vivas y a la biempensancia es que las supuestas víctimas tendrán que volver a declarar. Y naturalmente nadie pedirá cuentas a las que se colaron de polizones en el juicio.
Coda 2) Quedóse Xavi
Por vez primera (sin que sirva de precedente), las aficiones del Real Madrid y del Barcelona han coincidido, si bien por razones opuestas, en algo fundamental y lo han logrado: que Xavi siga siendo entrenador del Barcelona, después de un campaña lastimosa y lastimera: perdió la Supercopa ante el Madrid, fue eliminado de la Copa por el Bilbao, no pudo pasar a semifinales de Champions al caer ante el PSG, tiene virtualmente perdida La Liga, fue derrotado en los dos clásicos frente al Madrid, no podrá jugar el mundialito de clubes del año que viene, y solo le queda intentar ser subcampeón de liga para participar en la vergonzante Supercopa de Arabia. Xavi anunció en enero, cuando aún podía ganarlo casi todo, que visto lo mal que iban las cosas se marcharía al acabar la temporada. Ahora que lo ha perdido todo, decide quedarse. ¿Haciendo un Sánchez avant la lettre? Probablemente por el vil metal y porque al Barça era lo que le salía más barato. Más que un club parecen can miserias.