Apostrophes, las nieves de antaño
«Pivot cada viernes, y en hora, que dicen, de máxima audiencia lograba convocar a los franceses en torno a la literatura»
Fue François Villon (París, 1431-1463, fechas inciertas) quien inmortalizó la pregunta: Y las nieves de antaño ¿dónde están?, Gonzalo Suárez Gómez (Oviedo,1898-Madrid,1986) fue su excelente traductor al español, era padre del no menos excelente director de cine Gonzalo Suárez. Las nieves de antaño ¿dónde están? se pregunta uno tras la muerte de Bernard Pivot (Lyon, 1935-Neuville-sur-Seine, 2024), quien entre 1975 y 1990 dirigió uno de los programas literarios televisivos de mayor audiencia, calidad, rigor y actualidad: Apostrophes.
¿Quién teme a la conversación entre un entrevistador que sabe de literatura, que ha leído la obra del entrevistado, que sabe preguntar, indagar, buscar y que así, la conversación se puede prolongar durante sesenta minutos y que la audiencia, la sacrosanta audiencia, permanezca, como se decía, atenta a la pantalla? ¿Quién teme una conversación inteligente que descubre aspectos, rasgos, secretos de un autor, y que se prolonga para discreto placer de los espectadores? Sin una pausa, sin intercalar tormentas de imágenes, músicas, paisajes, solo la palabra, la bendita palabra de un tú a tú. La palabra también es icónica, no necesita de paraguas ni de adornos ni de banderitas para distraer, la literatura claro que entretiene pero tiene un «y más»: forma, conforma, emociona, sueña. Bastante distracción, menudo entretenimiento, y de qué categoría, es escuchar a quien muestras admiración por sus obras, a quien está dispuesto a confesarse, si las preguntas y los comentarios corresponden con un nivel adecuado, sereno, crítico, curioso.
Pivot cada viernes, y en hora, que dicen, de máxima audiencia lograba convocar a los franceses en torno a la literatura. ¿Dónde, sí, dónde las nieves de antaño? Junto a él, en Alemania, otro genio, Marcel Reich-Ranicki, en su cuarteto literario emulaba al francés. Eran otros tiempos, se dice también. ¿Qué tiempos? La melancolía podría sugerir que mejores. No tienen por qué. Cada presente, siempre, es el mejor tiempo vivido. Por tanto, pasemos de melancolías. Vayamos al grano. Cuál es la razón de que programas así no sean posibles. Debe ser un misterio. Porque las respuestas no satisfacen. En TVE hubo, por citar sólo dos ejemplos, pero hubo más, un tiempo, unos tiempos, en que, contemporáneos de Pivot, algunos concentraban audiencias buscadoras de saber, curiosas intelectualmente, críticas con sus lecturas, A fondo y Encuentros con las Letras.
«Ya advirtió uno de los últimos humanistas del siglo XX, George Steiner, que la lectura requiere dos hechos muy caros a estos tiempos dislocados, erráticos: tiempo y silencio»
En el primero, un periodista, no precisamente un literato, pero con un equipo de redacción detrás formidable, Joaquín Soler Serrano (Murcia, 1919-Barcelona 2010) dejó para la historia literaria en español un archivo impagable. Entrevistó, y, sí, a fondo, con tiempo y sosiego suficientes, a gentes como Borges, Vargas Llosa, Juan Rulfo, Pla, Umbral, Onetti, Cabrera Infante, Delibes, Cunqueiro, Carpentier, y así sigue una nómina imponente. En Encuentros con las Letras, dirigido por Carlos Vélez, y con un soberano plantel de colaboradores -cada semana en lo que entonces era el UHF y ahora La 2, se recomendaba, se comentaba y se entrevistaba- de enorme valor crítico y literario, destacaría quien más se aproximó al Pivot español: un joven Fernando Sánchez Dragó (Madrid, 1936-Castilfrío, 2023). Tres entrevistas memorables de éste, que uno recuerda a bote pronto, fueron a Dámaso Alonso, Julio Caro Baroja y Juan Goytisolo. Tres generaciones y el lujo de contar ante las cámaras su vida y milagros, sus industrias y andanzas, su obra, sus anhelos, sus fracasos y sus momentos de la sensación verdadera. La vida convertida en literatura, la literatura traspasada de vida. Eran todos, como Pivot, como Reich-Ranicki, «letraheridos», marcados por un fervor hacia la creación literaria, hacia los libros.
Ya advirtió uno de los últimos humanistas del siglo XX, George Steiner, que la lectura requiere dos hechos muy caros a estos tiempos dislocados, erráticos: tiempo y silencio. Y la crítica, el comentario, la reseña televisiva requiere también tiempo y conversación. Serena, pausada, extensa, documentada, cómplice, no el rictus espasmódico, ni el telegrama convulso. Claro que hoy, nada de melancolías, tenemos formidables profesionales para ejercer tal labor, y como pueden lo hacen, pero la clave es el formato y los que deciden los formatos, los que deciden por los espectadores.
En la Polonia comunista corría de forma clandestina, no había otra, un chiste que ilustra algo de lo que ocurre hoy en la esfera internacional, sin Pivot, sin Reich-Ranicki. Decía el chiste: el conductor de un autobús, que hacía las veces de cobrador, según iban entrando, y pagando, los viajeros, les decía: «Avancen hacia atrás». Cuidado con la idea de Progreso. A lo largo de la Historia se han sucedido, pocos pero se han sucedido, momentos en los que las sociedades avanzaron hacia atrás. La muerte de Pivot nos ha recordado, sin melancolía sino con un montón de preguntas, dónde las nieves de antaño, dónde aquellos días en los que una conversación inteligente y seductora podía extenderse por espacio de sesenta modestos minutos en la pantalla de la televisión. ¿Dónde?