Fango, fango y más fango
«La Moncloa es la Cibeles de esos fangos que desde hace años viene pervirtiendo y deteriorando los usos y leyes de nuestra democracia»
Tiene razón Pedro Sánchez cuando repite una y otra vez que la vida política está inundada de fango. Y se equivoca cuando acusa a todos los que no comulgan con sus «verdades» de ser ellos la máquina de fango. Se equivoca a conciencia porque sabe perfectamente que, hoy por hoy, el Palacio de la Moncloa es la gran máquina de fango. Una fuente inagotable de fangos, lodos y barros. Una de las mayores que se han conocido en la España democrática. La Moncloa es la Cibeles de esos fangos que desde hace años viene pervirtiendo y deteriorando los usos y leyes de nuestra democracia.
Pareciera que Pedro Sánchez esté siguiendo a rajatabla el manual de actuación que ordenan todos los ejércitos del mundo a sus soldados cuando son hechos prisioneros y van a ser interrogados por el enemigo. Se les dice que respondan siempre solo con el nombre y el cargo. Da igual lo que pregunten, sólo nombre y cargo.
Lo mismo hace Pedro Sánchez, responder solo con fango. Se le pregunta en sede parlamentaria si sabía que su mujer Begoña Gómez, tenía condición de «investigada» por delitos de corrupción de negocios y tráfico de influencias, y él responde, muy ofendido que es sólo fango. Lo mismo hizo hace mes y medio cuando engañó a todos los españoles, incluyendo ministros, cargos, militantes y votantes socialistas, con su «teatrillo de cinco días». Ahora sabemos que cuando escribió su carta a la ciudadanía para ver si se quedaba o se iba, él ya sabía que su esposa estaba siendo investigada. ¿Cómo lo explica? Repitiendo como un autómata atrapado en bucle que todo es fango. Da igual que la Audiencia de Madrid haya avalado las investigaciones del juez Peinado a las actividades profesionales de Begoña Gómez. Fango.
Fango es también cuando se le recuerda que el que fuera ministro y número tres del partido, su querido José Luis Ábalos, aparece ya vinculado por la Guardia Civil con el caso Koldo ya que tenía un «conocimiento» directo de los contratos adjudicados a la empresa Soluciones de Gestión a través de correos que le enviaban sus colaboradores a su correo electrónico personal. Fango. ¿Para qué explicar más?
La disciplina norcoreana con la que Sánchez y todos sus acólitos contestan a cualquier pregunta con la respuesta del fango lo que hace es deteriorar todavía más cuestiones fundamentales en cualquier democracia de un estado de derecho. Niegan las explicaciones para, por derivada, no permitir siquiera hablar de responsabilidades políticas. Se evita llegar a ese nivel y se salta de pantalla al intentar deslegitimar cualquier información de los medios de comunicación o cualquier actuación de los jueces encargados o afectados.
Fango a todo trapo y en ráfagas continuas contra el triángulo del mal. Ese triángulo compuesto por la prensa, los jueces y la oposición. Un triángulo al que la Moncloa intenta desde hace tiempo deslegitimar en cualquier actuación que hagan. Para Sánchez y sus «fangueros» toda información no favorable es bulo, toda decisión judicial no favorable, es lawfere; y toda crítica o exigencia de información de la oposición es ultraderecha y fascismo.
El estilo altanero de Sánchez de no contestar directamente a ninguna de las preguntas que le hace la oposición en las sesiones de control del Congreso de los Diputados es el auténtico fango. Está creando conductas perversas que, de no mediar luego una regeneración de los usos democráticos de control y también de cortesía, podrán ser esgrimidos por cualquier gobierno de cualquier signo en el futuro.
Estamos en plena campaña de las europeas. Somos muchos, creo, los que pensamos que el retiro falsete de Sánchez con el amago de huida y el esperpento de comunicar finalmente que se quedaba había sido un cínico ejercicio de reagrupar fuerzas antes de las elecciones catalanas. También parece muy evidente que el premeditado enfrentamiento verbal y finalmente diplomático con Melei o la decisión de reconocer el estado palestino el 28 de mayo en plena campaña tienen objetivos claramente electoralistas. Sánchez busca arrasar con el voto de la extrema izquierda. Para ello ha trabajado su perfil de adalid mundial contra la ultraderecha, (por cierto, que tras el argentino Javier Melei ahora le toca el turno a la italiana Giorgia Meloni) y también en el adalid mundial pro-palestino y antiisraelí.
Y no parece que el objetivo le vaya a salir mal por ese flanco de la extrema izquierda. Pero hay otros frentes ahora abiertos. Más ahora tras conocerse que Begoña Gómez tiene la condición de «investigada». Y no parece que el flujo informativo cese, al contrario, surgen nuevas informaciones de actuaciones de la esposa del presidente. La última, las reuniones de Begoña Gómez con altos cargo Indra, Telefónica y la estadounidense Google para que hicieran gratis una aplicación o software de sostenibilidad para su máster de Transformación Social Competitiva de la Universidad Complutense, según publica El Confidencial. Algo que tuvo un coste de al menos 150.000 euros, que ni Begoña Gómez ni la Complutense les abonaron.
Feo. Poco ético. Es la esposa del presidente. Ella, aunque les duela a los portavoces socialistas, no es una institución, pero su marido sí. En cualquier país con tradición democrática estas informaciones habrían supuesto la inmediata convocatoria de una rueda de prensa del presidente de gobierno para explicar y aclarar todo. Aquí, no. Nadie sabe todavía si ha habido delitos o no. Eso es cuestión del juez Peinado. Pero no es de recibo que la fiscalía, reconvertida en un despacho privado para beneficio del gobierno en todas las cuestiones claves, haya intentado paralizar la investigación. En España, aunque les pese al gobierno y a sus socios, hay mecanismos de control para evitar actuaciones individuales judiciales que puedan no atender a justicia. Lo malo para Sánchez y para la fiscalía general del estado, es que los tres jueces de la Audiencia Provincial han reforzado las actuaciones el juez Peinado. Hay indicios. Y decir esto, no es fango.
Llega la ley de la amnistía, con un camino judicial en España y en Europa que no sabemos todavía su recorrido. Pronto dirán gobierno e independentistas que lo que puedan hacer los jueces en España, y ojo, lo mismo en Europa, será también fango. Pero no se engañen. Cuando Sánchez diga que es fango, recuerden que el fango es el que él lanza.