La gran mentira de Pedro sobre Begoña
«Parece que finalmente ya sabemos cómo va a ser recordado: como el primer mandatario de la democracia española cuya esposa está imputada»
Uno de los momentos más virales de la entrevista a Máximo Huerta en el programa El hormiguero fue cuando explicó la reacción de Pedro Sánchez tras acudir a Moncloa para anunciarle que pretendía dimitir como ministro de Cultura del recién estrenado gobierno. Contó Màxim que el presidente, lejos de escucharle, le interrumpió para preguntarse cómo le recordaría la historia. Es cierto que, durante estos cinco años, se ha esforzado mucho en protagonizar hitos que él cree que lo harán merecedor de un lugar en el Olimpo de la memoria colectiva de los españoles, pero parece que finalmente ya sabemos cómo va a ser recordado: como el primer mandatario de la democracia española cuya esposa está imputada por un presunto delito de tráfico de influencias y otro de corrupción en los negocios.
Pero más grave que la imputación en sí, es el enorme vodevil en el que ha sumido al país durante el último mes para ocultar la condición de su esposa en un proceso penal: una carta a la ciudadanía donde amagó con dimitir entre amenazas a los jueces y medios de comunicación críticos, una crisis diplomática con Argentina y otra con Israel. La gobernabilidad de España convertida en un circo de tres pistas que, lejos de distraer la atención sobre la situación procesal de su esposa, la puso en el punto de mira de los medios nacionales e internacionales. No sé si Begoña es consciente de que nadie ha hecho más daño a su reputación que su marido al conferir dimensión institucional a una cuestión que, mientras la justicia no sentencie lo contrario, pertenece a su ámbito privado.
Cuando el 24 de abril Pedro publicó la infausta carta a la ciudadanía, ya sabía que Begoña tenía la condición de investigada. Pero mintió en la misiva, limitándose a enunciar que se habían abierto unas diligencias previas contra su mujer. Una mentira sobre la que escenificó un psicodrama con los llantos de sus plañideras durante cinco días para que no abandonase y los rezos de los abuelos del PSOE en Ferraz implorando por su continuidad. Todo este esperpento -que aderezó con una visita a Zarzuela- le sirvió para anunciar su intención de asaltar la justicia y amordazar a la prensa crítica.
Pedro ha protagonizado un enorme bulo mientras acusaba a la oposición y a los medios no alineados de propagarlos. La caradura del personaje es tal que, tras utilizar al pelele que ocupa la cartera de Exteriores para exigir al presidente de Argentina unas disculpas públicas por referirse a Begoña como corrupta en un acto de Vox, continuó con un enfrentamiento con el gobierno israelí a cuenta del reconocimiento de Palestina. Mientras sume a nuestro país en un debate estéril sobre el reconocimiento de un Estado inexistente, destruye aquél que ampara nuestros derechos y libertades: el Estado de derecho español.
«A saber con qué nuevo drama hiperventilado intentará distraernos ahora de la aprobación de una norma con la que pretende enterrar a la democracia española»
Es curioso que el BOE socialista, antes conocido como El País, filtrase parte del contenido del informe de la UCO a pesar del secreto de sumario, pero no la imputación de Begoña, cuyo conocimiento se nos ha negado hasta hoy a los españoles, también a los catalanes que votaron en las autonómicas. Es posible que no lo hubiéramos sabido ni para las elecciones europeas, de no ser porque el juez que instruye la causa decidió ayer levantar el secreto de sumario como respuesta a las filtraciones interesadas.
Mención aparte merece lo de la fiscalía bajo la batuta de García Ortiz, que no dudó en incurrir en un posible delito de revelación de secretos para desmentir noticias relacionadas con el procedimiento seguido contra el novio de Ayuso a instancias de Hacienda, apelando al deber de los fiscales de trasladar a la sociedad información veraz: ¿por qué no actuaron con idéntica premura y escrúpulos para matizar al presidente Sánchez y aclarar que su señora lleva imputada desde mediados de abril?
Por supuesto que la condición de investigada no afecta a la presunción de inocencia de Begoña Gómez, cuya culpabilidad sólo puede certificarse mediante sentencia firme, pero sí que altera la situación de su marido al frente del gobierno: un ególatra sin escrúpulos que ha embarcado a millones de personas en una enorme mentira sobre la imputación de su esposa, no sólo carece de legitimidad para amnistiar la malversación a sus socios independentistas corruptos, sino que no puede seguir ni un día más en la Moncloa. A saber con qué nuevo drama hiperventilado intentará distraernos ahora de la aprobación de una norma con la que pretende enterrar a la democracia española. El verdadero punto y aparte no lo encontrarán en la imputación de Begoña, sino en la ley de amnistía.