THE OBJECTIVE
Jorge Vilches

El elefante de la moción

«Los populares han sacado el tema de la moción de censura a Sánchez tras una derrota el 9-J como último recurso para movilizar a los suyos sin ningún coste»

Opinión
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El elefante de la moción

Ilustración de Alejandra Svriz.

Las tendencias son que el PP baja y el PSOE sube. El motivo es que el electorado de los populares estima que los comicios europeos del 9-J no van a servir para nada. Cunde el desánimo, no hay movilización, y se considera que pase lo que pase su voto no va a servir para echar a Sánchez. El runrún es que el socialista no adelantará las elecciones tanto si gana como si pierde. Por eso, ante la necesidad de movilizar a los suyos, al equipo de Feijóo se le ha ocurrido motivar a su electorado insinuando que tras el 9-J, con una gran victoria y si se dan las condiciones, puede presentar una moción de censura. ¿Y Junts? «En el contexto adecuado», ha dicho el gallego.

El objetivo es sacar a los antisanchistas de sus casas el domingo que viene con el incentivo de una futura derrota parlamentaria de Sánchez. La imagen del arrogante amo del PSOE volviendo a la oposición es muy suculenta. El mecanismo del cebo electoral es el propio de una deflagración controlada: Feijóo lo suelta sin especificar, a la gallega, y luego en Génova se matiza. Primero, el jefe del PP mete el elefante en la habitación, y después, desde la sede del partido se dice que no hay habitación, que ese escenario no existe.

La maniobra es arriesgada pero ya se utilizó en las elecciones autonómicas de Galicia sin perjuicios. El PP supo que Puigdemont iba a soltar la noticia bomba de que había ofrecido un pacto a los populares para la investidura de Feijóo. Entonces se usó un off the record con periodistas. El líder de los populares comunicó ocho días antes de los comicios que habían estudiado la propuesta de Junts durante 24 horas antes de rechazarla porque la amnistía no era constitucional. No tuvo repercusión electoral y el PP revalidó la mayoría absoluta en Galicia.

Al ver que no afectaba a las urnas, los populares pensaron que el sentimiento antisanchista es tan fuerte que amortigua coqueteos de baja intensidad con los nacionalistas. De ahí que hayan sacado el tema de la moción de censura a Sánchez tras una derrota el 9 de junio, como último recurso para movilizar a los suyos sin ningún coste.

Esa incapacidad de movilización, no obstante, es preocupante. En gran medida se debe a la baja calidad de las campañas del PP, que no consiguen ilusionar a más electorado. Ganaron la confianza del que votaba a Ciudadanos, pellizcan algo al PSOE y otro tanto a Vox, pero nada más. El partido de Abascal va a seguir ahí, como Sumar o Podemos persiste para el PSOE dividiendo el voto de la izquierda. La existencia de Vox no es excusa a estas alturas, cuando se tiene mayoría absoluta en Madrid, Galicia y Andalucía.

«Una vez más han recurrido al enemigo imaginario y apelan al miedo, que funciona siempre en el PSOE de Sánchez»

Los populares han montado la campaña con dos ejes españoles: la amnistía y la investigación de Begoña Gómez por corrupción. Lo primero debería atraer a la derecha, y lo segundo a los socialdemócratas antisanchistas. A esto los populares añaden una denuncia cierta: los socialistas y Vox se retroalimentan en detrimento del PP. El fruto es insuficiente. Las encuestas apuntan a una diferencia menguante de dos a cuatro puntos, con un PSOE muy movilizado.

Los socialistas lo han planteado de forma más emocional y, por tanto, más eficaz para su electorado. Su campaña tiene dos ejes: reconocimiento del Estado palestino y la existencia de una supuesta internacional ultra. Ambas cosas inciden en la idea de que la «Europa progresista» está en peligro. Una vez más han recurrido a la construcción del enemigo imaginario y apelan al miedo, que funciona siempre en el PSOE de Sánchez. De esta manera, lo que pierde por su derecha lo gana por la extrema izquierda. Por eso Yolanda Díaz e Irene Montero viven eternamente enojadas.

El PP, por su parte, insiste en su perfil bajo, moderado, de servicio de limpieza después de la fiesta socialista, mientras que el PSOE es una máquina. El sanchismo monta un lenguaje para cada ocasión y lo machaca. No hay cargo del PSOE que no lo suelte aunque solo le preguntes la hora. Esas palabras crean el marco mental que permite asumir sin más el mensaje del PSOE, que consiste en una fórmula infantil pero eficaz: son el muro contra el mal, y ese objetivo legitima cualquier cosa.

Sánchez, en fin, presenta el 9-J como otro plebiscito sobre su persona y los suyos le creen. Feijóo, en cambio, parece que no ha logrado transmitir a sus posibles votantes que esas elecciones sirvan para algo, aunque sea mentando al elefante, y eso es un auténtico problema.

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