THE OBJECTIVE
Fernando R. Lafuente

Ganar la Champions, ejemplo de sentido común

«El sentido común es revolucionario hoy en España y el Real Madrid, que se ha limitado a aplicarlo sin alharacas, muestra la mejor imagen del país en el exterior»

Opinión
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Ganar la Champions, ejemplo de sentido común

Nacho Fernández y Luka Modric celebran la decimoquinta Champions League del Real Madrid encaramados a la efigie de La Cibeles. | Oscar J. Barroso (AFP7 / Europa Press)

Vamos al grano, nunca mejor dicho: hoy en España el sentido común es revolucionario. Algo tan sencillo es una completa revolución. Es como darle la vuelta a todo. Más allá de cualquier comentario sobre la calidad, intensidad y demás del fútbol practicado –para eso ya hay bastantes firmas–, el desarrollo por parte del Real Madrid de esta competición durante la temporada que terminó el sábado ha sido la de la gestión del sentido común.

Ya se advirtió que sólo sabe de fútbol quien sabe de algo más que de fútbol. Este principio, aplicado a la realidad de verdad, para algunos es demoledor. Y ahí está otra de las claves del querido sentido común: Un equipo de fútbol del siglo XXI, como este, es una multinacional compuesta por una serie de empresas (cada jugador es una empresa que factura una pasta anual, además de lo que llaman su entorno) llegadas de las más remotas, o cercanas, partes del mundo.

Esa es otra. El farragoso mito de las nacionalidades. Los nacionalismos. Esta multinacional funciona con los mejores –o con los que aquellos que tienen que integrarlos consideran mejores–, y se olvida de si son de aquí, de allí, de más allá o de las galaxias extraterrestres. Buscas a los mejores, no a tus paisanos. Todos los nacionalismos son rancios, pero en el fútbol más. Así que adiós al nacionalismo en el fútbol y que, aquí a Madrid, vengan los mejores, sean o no de la calle de al lado. La idea, el objetivo, es que la empresa funcione, y el funcionamiento se resume en ganar títulos. Y ganarlos con una brutal aplicación del sentido común.

Por ejemplo, el equipo al principio de la temporada se rompe en su eje defensivo, frente al nerviosismo y salir desesperados a fichar lo que pillen, el sentido común te dice: funciona con lo que tienes y trata de sacar de ellos su mejor yo futbolístico; por ejemplo, nada de ir a las ruedas de prensa a gimotear o lamentarse porque el destino te ha vuelto a poner la zancadilla, nada de eso, nada de excusas. Esto va de jugar y ya veremos. Sentido común, aterriza un nuevo jugador que cambiará el sistema que el equipo ha seguido, y se cambia, y nadie se molesta por ser colocado en otro lugar, o por ser cambiado a menudo. Nada.

Todo se explica, todo se razona con empatía, con naturalidad. Sentido común, se piensa en lo que puede hacer el equipo, hasta dónde puede llegar con las piezas de que dispone, pero no se obsesiona con lo que hacen los demás, o peor, con lo que hace el Otro. Nada. La mayor preocupación, bendito sentido común, es preocuparse por lo que se puede hacer. Más sentido común, no enfrentar a las aficiones; no estar constantemente arremetiendo, con preocupante obsesión, contra el contrario, contra las instituciones, contra la Naturaleza, contra la Historia, como si todo lo que importara es lo que hace el Otro y no lo que hay que hacer. Sí, exacto, con sentido común.

«La máxima del club pudiera ser: piensa en lo que tú puedes aportar, pero no te escondas en polarizar a las aficiones»

Por ejemplo, contemplar cómo no se ha perdido la cabeza con fichajes fruto del nerviosismo o la preocupación de lo que harían los rivales. Admirar cómo con sentido común se ha logrado una plantilla jovencísima, se ha ganado dinero entre fichajes y traspasos, y no se ha caído en el sensacionalismo ni en los conejos de la chistera. Cuando el dedo señalaba la Champions, se ha mirado a la Champions y no al dedo.

Pareciera que el propio Descartes y su Discurso del Método fuera el Manual en los despachos del Bernabéu. Toma otra, y además, se gestiona el Bernabéu como si fuera una mezcla de Wembley y el Central Palace. Se insiste en que la máxima del club pudiera ser: piensa en lo que tú puedes aportar –en este caso, al mundo del fútbol–, pero no te escondas en polarizar a las aficiones, dejar que cada uno haga su trabajo. Si alguien ha llegado hasta aquí, gracias, y si está pensando que en el fútbol esto del sentido común podría ser una metáfora para otros ámbitos de la vida española, habrá acertado. Sí, puede ser una metáfora de cómo la aplicación del sentido común, de la que el Real Madrid ha hecho gala a lo largo de este año, sería un ejercicio que el conjunto de la sociedad, tan anestesiada por los escándalos, los giros inexplicables, las decisiones delirantes, las ocurrencias –que si no tuvieran consecuencias morales, sociales, económicas, culturales e internacionales serían el cachondeo eterno– la cadencia infinita de propuestas disparatadas, cuando no lesivas, esa sociedad agradecería profunda y dignamente. Volver a la ejemplaridad de la ética y la estética.

Sí, el sentido común es revolucionario hoy en España y este ejemplo de un equipo de fútbol que se ha limitado a aplicarlo sin alharacas, ni vocerío, muestra la mejor imagen –decencia, eficacia, compromiso, gestión, respeto a los demás– de España en el exterior. Hecho que, tal y como está la cosa, no es una broma, ni mucho menos.

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