A la mierda, Pedro, a la mierda
«Presidente, haga como Yolanda Díaz, mándenos a la mierda. En resumen, es lo mismo, pero más directo. Y no hay nada más importante que no ser un coñazo»
Lo audaz se ha tornado en meme. Esa cosa inesperada de dirigirse a la ciudadanía española ha pasado a convertirse en la coña marinera, pero desde el lugar menos marinero de España, Madrid, concretamente, el Palacio de la Moncloa. Pedro Sánchez que tiene como principal aptitud política su resistencia, quiere seguir en el poder -oh, sorpresa- y ha visto procedente movilizar a los suyos de cara a las elecciones europeas. Por ello, a la primera carta, más lacrimógena, le ha seguido otra hace unas horas, mucho más bluf, menos sorprendente, que busca atacar a los medios y presionar al juez que ha citado a Begoña Gómez.
El mago volvió a tirar del mismo truco que le sirvió para tener al país pendiente de su persona, y a los militantes socialistas, unos pocos en realidad, entre sollozos en Ferraz pidiéndole a Pedro que se quedara. Y un mago que repite truco es un mago desesperado porque no sabe ya qué puede hacer para que los críos no se marchen. Otra vez más, una carta. No una comparecencia institucional en Moncloa, ni hablar de una rueda de prensa para que los medios, imprescindibles en una democracia, pregunten. Por supuesto que no ha elegido aparecer en el Congreso y dar explicaciones del asunto. Explicaciones, no hacer aquello del potingue de temas entre Palestina, Milei y Begoña.
«La era Sánchez acabará cayendo por estirar tanto el chicle de la exageración»
Lo que le haría falta al presidente y su cohorte es ver de verdad el fango. No esa ficción que quieren construir con el relato prefabricado de lo nauseabunda que es la oposición, lo malos que son los jueces, sino entender de verdad qué es el fango, en qué consiste lo verdaderamente reaccionario, cuáles son los bulos. Como ya escribí hace unas semanas, siento repetirme, este Gobierno, esta presidencia, este modo de hacer política, no terminará por una mentira, ni siquiera por un caso de corrupción. La era Sánchez acabará cayendo por estirar tanto el chicle de la exageración.
Lo mismo que la oposición de manera torpe se empeña en hacer del Falcon un problema de Estado, con esas críticas pretendidamente serias que dan entre risa y pena, este Gobierno está obsesionado en hacerle un traje a la oposición que no es cierto. Los que acusan de bulos a todo el que les lleve la contraria, son los que quieren dibujar a Alberto Núñez Feijóo como una especie de aprendiz de Viktor Orban. La hipérbole matará políticamente a Sánchez, este presidente convertido en una especie de malvado telenovelesco que, dado el ritmo que lleva, acabará por exclamar, en una carta ante la ciudadanía, «si amar es un delito, que me metan 100 años en prisión».
«Para el presidente quedan días de ruido y furia hasta este domingo, intentando construir una coalición PP-Vox que no existe»
Sánchez, que «deja al lector que saque sus propias conclusiones», con la afamada táctica de la patada sin mirar, el «te la dejo botando y tú ya piensas lo que yo quiero que opines». Fue el mismo que llegó a la presidencia del Gobierno gracias a la sentencia que emitió la Audiencia Nacional sobre el caso Gürtel. La sentencia que dio por probada la caja B del PP, y que motivó al PSOE, reticente a juntarse con toda oposición a Rajoy -eran otros tiempos-, para que finalmente presentara una moción de censura ante un presidente del Gobierno cuyo crédito había quedado seriamente dañado. Dos años más tarde, la sala II de lo Penal del Tribunal Supremo corrigió la sentencia del caso Gürtel y consideró que el Supremo se había excedido al dar por acreditada la caja B.
A España aún no había llegado el concepto del lawfare, tan prostituido hoy que ya vale para cualquier investigación judicial que pueda molestar al gobernante de turno. Y para que el PSOE, de forma humillante, le diga al partido de Puigdemont que sí, que hubo una persecución judicial hacia ellos por lo que son, independentistas, y no por lo que hicieron, saltarle la legalidad. No se habló de lawfare en 2020 cuando la justicia corrigió, y eliminó de la sentencia, las frases que habían motivado al PSOE a llevar a cabo esa moción de censura, y eso que había caído un gobierno por aquellas palabras que hoy son un vacío. Para el presidente quedan días de ruido y furia hasta este domingo, intentando construir una coalición PP-Vox que no existe, y un ataque a los medios libres, sin citar ni dar nombres, que cansa por lo tosco del poderoso intentando intimidar.
Antes que si habrá o no más misivas, dado el gusto del presidente por el género epistolar, me pregunto: ¿habrá podido leer la epístola Almodóvar? ¿Habrá sollozado de nuevo ante ella, roto de cabreo? Y una humilde petición, antes que toda esta turra de cartas publicadas en X, este cansancio que provoca leer cartas que no van a nada, Pedro, haga como Yolanda Díaz, mándenos a la mierda. En resumen, es lo mismo, pero más directo. Y no hay nada más importante en la vida que no ser un coñazo. No a ser un presidente cansino.