THE OBJECTIVE
José García Domínguez

¿La hora de la extrema derecha en Europa?

«La única manera ahora mismo factible de salvar la democracia pasa por apelar al ejercicio efectivo de la soberanía nacional»

Opinión
22 comentarios
¿La hora de la extrema derecha en Europa?

Marine Le Pen. | Europa Press

Europa merodea hoy mucho más cerca que ayer de la década de los años treinta, pero de la del siglo XX. Como cuando entonces, la extrema derecha ha vuelto a convertirse otra vez en un inquietante elemento del paisaje cotidiano en todos los rincones del continente. Porque hoy mucho más que ayer, la historia sigue amenazando con repetirse. Aunque esta vez va a ser, de hecho ya está siendo, bajo la forma de una desconcertante paradoja. La suprema paradoja de que el ejercicio real de la democracia sólo estaría garantizado – sobre el papel, claro – si se impusieran los postulados en defensa de los viejos estados-nación que propugnan los grupos euroescépticos de las nuevas derechas liberales. Porque, nos guste o no admitirlo, lo cierto es que solo la extrema derecha parece haber sido capaz de comprender las implicaciones políticas que necesariamente conlleva la incompatibilidad entre los tres elementos que definen el paisaje ubicuo de nuestra centuria.

«En toda Europa, las clases medias empobrecidas por la mundialización de los mercados incuban su frustración en las urnas»

A saber: la democracia liberal, en tanto que principio ordenador de los sistemas políticos; la soberanía nacional, en tanto que rasgo consustancial e irrenunciable de los países; y la globalización económica, en tanto que tendencia dominante en el capitalismo desarraigado y nómada del siglo XXI. Eso que el economista Dani Rodrik llama «el trilema». Porque la única manera ahora mismo factible de salvar la democracia pasa por apelar al ejercicio efectivo de la soberanía nacional, algo que inevitablemente exige la renuncia a seguir participando del proceso globalizador. No existe otra. En esa tensión permanente entre dos soberanías contrapuestas, la de los parlamentos nacionales frente a la de los mercados transnacionales, procede tomar partido. Y lo que en el fondo está diciendo la extrema derecha a ambas orillas del Atlántico es que ella es la única que ha optado de modo claro y expreso por el bando de las soberanías populares. 

A fin de cuentas, el voto a Le Pen o a Meloni lo que viene a certificar en última instancia es el éxito absoluto de la globalización del orden capitalista tras la caída del Muro y la desaparición del socialismo real del tablero de juego. Un éxito asombroso que ha llevado en un espacio de tiempo mínimo a que cientos de millones de habitantes del planeta salieran de la pobreza. El problema es que la globalización creó esperanza y riqueza a muchos miles de kilómetros de Europa, en otro continente – Asia por más señas -, pero no aquí, en nuestra propia casa. Mucho más que la secreta nostalgia reaccionaria por los camisas negras de Mussolini, lo que encarna Meloni es la nostalgia por los buenos viejos tiempos de la lira, cuando el país iba como un cohete. Aquella Italia de antes de la llegada del euro y, con él, de la progresiva esclerosis productiva y la definitiva desindustrialización masiva. 

Hoy, la renta disponible de un italiano medio (sus ingresos netos una vez descontados los impuestos y sumadas las transferencias estatales) es casi la misma en términos reales que la de 1980, hace 44 años. De ahí que, sin un gasto público deficitario además de gigantesco, en Italia ya hubiese habido una explosión social violenta. Y eso es lo que explica que Meloni esté hoy donde está. Pero otro tanto cabe decir de Francia. Inmersa en un acelerado proceso de descomposición de sus clases medias, el gran colchón social que sirvió de soporte al sistema de partidos de la Quinta República, hoy ya sólo los funcionarios y los pensionistas, los dos grandes grupos de votantes que todavía no han visto degradarse de modo crítico sus fuentes de rentas, se mantienen aún inmunes a los cantos de sirena de Le Pen y su Agrupación Nacional. Pero solo va a ser cuestión de tiempo, y no de demasiado, que ese último baluarte sociológico resista las embestidas de los antisistema de derechas. En toda Europa, las clases medias empobrecidas por la mundialización de los mercados incuban su frustración en las urnas. Y ya conocemos cómo terminó ese guion la otra vez.

Publicidad
MyTO

Crea tu cuenta en The Objective

Mostrar contraseña
Mostrar contraseña

Recupera tu contraseña

Ingresa el correo electrónico con el que te registraste en The Objective

L M M J V S D