Cinco posibles delitos, 'brother'
«Independientemente de la existencia o no de los delitos por los que es investigado, el caso de David Sánchez refleja el nepotismo del Gobierno»
La noticia de la investigación iniciada en un Juzgado de Badajoz sobre la posible conducta delictiva de David Sánchez surgió avanzado ya el lunes y ayer, en mi cotidiano repaso a la prensa digital, puede comprobar cómo era difundida y tratada por todos los medios. Bueno, todos no, porque me fue imposible encontrar referencia alguna a la cuestión, siquiera una pequeña reseña, en el antiguo «Diario independiente de la mañana». Qué misterio. Así debe ser la prensa no enfangada que quiere Pedro Sánchez, la que simplemente omite las noticias que no le gusta leer a su «puto amo». Y no cabe espetar que el dato carezca de relevancia pues conocer que el hermano de un presidente de Gobierno sea investigado por la posible comisión de cinco delitos, a cada cual más grave, es noticia aquí y en Tombuctú,
El hecho es que David Sánchez, el hermanísimo, se enfrenta ahora a una investigación judicial que habrá de bucear para comprobar si cometió o no los graves delitos de los que es acusado: Malversación; Prevaricación; Tráfico de influencias; Contra la Administración Pública; y Contra la Hacienda Pública. Sobre este último es más que curiosa la inversión temporal de los términos. Normalmente es la Agencia Tributaria la que cuando, en su función de comprobar el cumplimiento de las obligaciones tributarias, descubre un caso que por su gravedad pudiera caer en la órbita del Código Penal lo pone en conocimiento de la Justicia con la oportuna denuncia.
En esta ocasión y ante la inactividad previa de la Agencia, ha tenido que ser la Justicia la que tome la iniciativa y de seguir adelante la investigación lo probable es que el Juzgado requiera a la AEAT para que se emita un informe pericial sobre la conducta tributaria de David Sánchez. He ahí la inversión de los términos reseñada y la paradoja consecuente. No cumpliendo voluntariamente con la importante función que está obligada a cumplir, la Agencia Tributaria puede verse forzada a cumplirla por orden judicial. Puestos a investigar, la jueza podía investigar también el proceso interno seguido en la entidad para que ésta se haya abstenido de comprobar la conducta fiscal del hermano de Pedro Sánchez.
Es así comprensible, lo he verificado personalmente, el enfado de los magníficos profesionales de la Inspección Tributaria a los que el organismo lanza a la calle en busca de los posibles incumplimientos fiscales de cualquier contribuyente salvo, claro está, que el posible incumplidor sea hermano de Pedro Sánchez. Están constatando con lógica decepción que, en la práctica, el principio constitucional de justicia tributaria que aprendieron cuando preparaban la oposición para ser inspectores fiscales y se les inoculó después en la Escuela de la Hacienda Pública, tiene como excepción a un contribuyente privilegiado por ser hermano de quién es.
Sorprendente ha sido también la estrambótica reacción que han tenido el PSOE y el Gobierno. En el primer caso, el partido de Pedro Sánchez se ha apresurado a manifestar que la conducta del hermano de su jefe es «intachable». Ellos sabrán, aunque deben saber también que fue precisamente su jefe el que calificó reiteradamente de antipatriotas a todos los que se han expatriado fiscalmente de España lo que, como ahora se ha conocido, ha hecho su propio hermano. De modo que si los socialistas consideran que David Sánchez se ha comportado de modo intachable, deben considerar también -aunque no lo hayan dicho- que su hermano, el Sánchez presidente, insultó indebida y reiteradamente a personas y empresas españolas. Y ello antes de entrar a valorar que, además, la expatriación fiscal del hermanísimo se ha producido incumpliendo flagrantemente las normas fiscales que regulan la cuestión e incluso incurriendo, presuntamente, en algún posible ilícito penal.
«La acusación que llevó a la infanta Cristina al banquillo y a su ex marido a prisión fue también de Manos Limpias»
En lo que respecta al Gobierno su portavoz ha incidido en que otra vez, y como sucede en el affaire de Begoña Gómez, quien acusa a David Sánchez es Manos Limpias pretendiendo así descalificar la acusación en función de la identidad del acusador. Ni a ella, ni a su Gobierno ni a su partido les hemos oído nunca descalificar la acusación que llevó a la infanta Cristina al banquillo y a su exmarido a prisión pese a que también en este caso la acusadora fuese Manos Limpias. Y si Pilar Alegría estudiase un poco de Historia Moderna comprobaría que el caso de los GAL fue detectado, investigado y castigado merced a la denuncia de Amedo y Domínguez, dos personajes poco edificantes. De modo que basta ya de utilizar la identificación del acusador para intentar descalificar las acusaciones que pesan sobre la mujer y el hermano de Pedro Sánchez. Que las aclaren, expliquen, o desacrediten con hechos, documentos, argumentos y testimonios. Si es que así pueden hacerlo, claro.
Centrándonos en el hermanísimo, fuimos algunos los que ante las primeras informaciones sobre el caso avisamos públicamente sobre la gravedad de la conducta fiscal de David Sánchez. Ahora será la Justicia la que con la asistencia técnica forzada de la Agencia Tributaria determinará si ha infringido o no las leyes fiscales y otras normas hasta haber podido cometer los cinco delitos cuya comisión se le imputa. Se dice pronto, cinco.
En todo caso, e independientemente de la existencia o no de los delitos por los que está siendo investigado, los datos publicados del caso David Sánchez reflejan hasta qué punto ha llegado el nepotismo en el Gobierno que preside su hermano. El modo de acceder al puesto que ocupa, la forma de desarrollar sus funciones si es que las desarrolla, la manera en la que percibió sus retribuciones, la inusitada dejación de funciones de la Agencia Tributaria en aras a comprobar la regularidad de su comportamiento fiscal… son circunstancias que suponen un evidente trato de favor para el hermano de Pedro Sánchez sin más causa que ésa, ser su hermano.
Se revela así que la actual gestión de determinadas administraciones públicas muestra una peligrosa permeabilidad a las influencias indebidas del poder político. Porque no estamos ante el caso de que éste dirija la orientación general de aquéllas, sino que les instruye específicamente sobre cómo actuar o dejar de hacerlo en casos concretos para favorecer a un ciudadano o ciudadana en particular. Nepotismo en estado puro, corrupción en su concepto más descarnado. Hasta aquí ha llegado de momento el sanchismo. Quién sabe hasta dónde más puede llegar si consigue permanecer en el poder.