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Esperanza Aguirre

¿Qué nos han dicho las elecciones europeas?

«Los resultados dejan muy claro que el PP solo no puede acabar con el sanchismo. Se necesita la unión de todos los que queremos que acabe esta pesadilla»

Opinión
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¿Qué nos han dicho las elecciones europeas?

Banderas de la UE en venta en la Plaza del Castillo de Varsovia. | Volha Shukaila (Zuma Press)

Algunos dicen que la estadística es el arte de torturar a las cifras hasta que acaben confesando lo que uno quiere que digan. Esto también puede aplicarse a los análisis que se hacen de los resultados en unas elecciones. Sin torturar a las cifras y leyéndolas de la manera más fría posible, se puede llegar a algunas conclusiones, que podrían servir para orientar la política española en el futuro más próximo.

Lo primero que nos dicen los fríos números es que se consolida la tendencia que lleva al PP a ganar al PSOE, y de manera clara, en los enfrentamientos electorales en toda España. Veamos la historia de esos últimos enfrentamientos:

Junio de 2019: el PSOE le sacó 12,7 puntos al PP en las elecciones europeas.

Noviembre de 2019: el PSOE sacó al PP 7,2 puntos en las elecciones generales.

Mayo de 2023: el PP le sacó al PSOE 3,4 puntos en las elecciones municipales.

Julio de 2023: el PP le sacó al PSOE 1,4 puntos en las elecciones generales.

Junio de 2024: el PP le ha sacado al PSOE 4 puntos en las elecciones europeas

Por seguir con los números: si el 23-J el PP hubiera sacado 4 puntos al PSOE, como ha hecho ahora, habría obtenido un millón de votos más.

El segundo dato que nos transmiten las cifras del domingo es que Frankenstein ya no es lo que era. El PSOE más Podemos más Sumar han obtenido un 38,1% de los votos, cuando en julio del año pasado obtenían el 44,0%, es decir, que los partidos de la coalición de Sánchez en diez meses han perdido el 5,9% de sus votantes.

«La suma de los partidos que no están con Sánchez ha subido en los últimos diez meses un 3,6%»

En el otro lado, el PP más Vox más Alvise más Cs (que aún existe) han logrado el 49,1% de los votos. Como el 23-J el PP más Vox obtuvo el 45,4%, esto quiere decir que la suma de los partidos que no están con Sánchez ha subido en estos diez meses un 3,6%.

Incluso si, como es costumbre en Frankenstein, Sánchez sumara los votos de independentistas y bilduetarras, que el domingo han conseguido entre todos un 9,1%, se quedaría en un 47,2%, a 1,8 puntos de lo que Sánchez llama la fachosfera y que, en realidad, constituye el conjunto de partidos que luchan por defender la libertad de los españoles frente a las aspiraciones sanchistas de hacer de España una imitación de la Venezuela de Maduro.

Ahora, después de contemplar la frialdad de las cifras, me atrevo a esbozar algunas interpretaciones. La primera es que Sánchez ha perdido la especie de plebiscito sobre su persona en que él, con su arrogancia desenfrenada, ha convertido cualquier consulta electoral en España. Y, lógicamente, con estos resultados, que son una encuesta infinitamente más creíble que las que le cocina Tezanos, la posibilidad de que convoque unas elecciones generales para afianzarse en La Moncloa es totalmente remota.

La segunda es que resulta muy llamativa la fidelidad del electorado sanchista. No me he atrevido a llamarla perruna, para no imitar a Teresa Ribera, que declaró, sin rebozo, que su fidelidad al jefe era canina. Después de dar una amnistía a los golpistas de 2017 sólo para comprar así los siete votos que necesitó para quedarse en La Moncloa, después de haber mentido tantas veces hasta llegar a ser una caricatura de Pinocho, después de haber sido sacudido por episodios de corrupción tan escandalosos como el del Tito Berni, el de Koldo, el de su mujer y, como colofón, el de su hermano, todavía hay más de un 30% de españoles que le dan su voto. La verdad es que resulta preocupante tener compatriotas que tragan con todo eso, probablemente porque ha calado en sus mentes el odio a la derecha que el PSOE, desde Zapatero con el Tinell, no para de cultivar como eje central de su ideología.

«Los partidos neocomunistas, que, de la mano de Pablo Iglesias, irrumpieron en la política española, están en periodo de disolución»

La tercera es que se ha constatado que los partidos neocomunistas, que, de la mano de Pablo Iglesias, irrumpieron en la política española, precisamente en las elecciones europeas de 2014, están en pleno periodo de disolución. Sumar y Podemos se han quedado en el 7,9% de los votos con 1.382.000 electores. Cuando recordamos que en las elecciones generales de diciembre de 2015 Podemos tuvo casi 5,2 millones de votos e Izquierda Unida más de 900.000, lo que suponía un 24,3% del total y vemos su resultado del domingo, tenemos que preguntarnos qué ha pasado. Y la primera respuesta es, sin duda, que Sánchez los ha fagocitado, haciendo suyos el fondo y las formas que Pablo Iglesias había diseñado, en la línea de ese neocomunismo que aprendió de Laclau.

Otra interpretación de los resultados la tenemos en clave regional y ahí vemos cómo la diferencia entre el PP y el PSOE se ha agrandado de manera muy considerable en todas las Comunidades Autónomas, salvo en Cataluña y el País Vasco. Esto puede constituir un problema para el liderazgo caudillista de Sánchez porque, como ya quedó claro en las elecciones municipales y autonómicas del año pasado, Sánchez con su Frankenstein sí está en el poder, pero la mayoría de los socialistas en ayuntamientos y comunidades cada vez están más lejos.

Tenemos también el fenómeno Alvise y el espectacular resultado que ha obtenido. Los más de 800.000 españoles que le han dado su voto vienen de sus miles de seguidores en las redes sociales en las que lleva años criticando de manera radical la partitocracia y, sobre todo, al PSOE y a Pedro Sánchez. Reconozco que no sé muy bien cuáles son sus principios, valores e ideología, pero no me cabe la menor duda de que, si se tratara de echar a Sánchez del poder, Alvise y sus votantes estarían en la primera línea. Por eso he contabilizado sus votos entre los que el domingo se expresaron en contra del autócrata de La Moncloa.

Para terminar, añadiría que los resultados también dejan muy claro que el PP solo no puede acabar con el sanchismo y su Frankenstein. Se necesita la unión de todos los que queremos que acabe esta pesadilla, los del PP, por supuesto, pero también los de Vox, que están demostrando una solidez indiscutible, los de Se acabó la fiesta y los restos, escasos pero muy valiosos, de Ciudadanos.

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