THE OBJECTIVE
Ricardo Dudda

El frente estrecho de Yolanda Díaz

«Pocos ciudadanos sabrían explicar en qué consiste o consistía Sumar. En lugar de servir para construir un frente amplio solo ha atomizado más a la izquierda»

Opinión
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El frente estrecho de Yolanda Díaz

Ilustración de Alejandra Svriz

A mí también me gustaría dimitir de mí mismo, como ha hecho Yolanda Díaz. Estoy cansado de esta prisión carnal. ¡Quiero trascender! Que Yolanda Díaz dimita de Sumar es como si Ortega se separara de Gasset o Ramón de Cajal. Es como si Jesús Gil hubiera dimitido de GIL o Ruiz-Mateos de Agrupación Ruiz-Mateos. Es como si Pedro Sánchez dimitiera del PSOE, un partido ya casi descapitalizado más allá del líder y sin barones ni disidencia interna. Sumar y Yolanda son lo mismo.

Lo que hay alrededor de ella es una ilusión de organización deslavazada, una acumulación de minions al calor (cada vez más flojo) de la líder, que ha dimitido de su cargo orgánico en el partido, pero se agarra al cargo institucional como se agarraron a los escaños del Parlamento Europeo los líderes de Ciudadanos cuando el partido había prácticamente desaparecido en España. Pero también hay una supuesta coalición de partidos, que cedieron su marca para un frente amplio y acabaron también en la irrelevancia institucional. 

Pocos ciudadanos sabrían explicar en qué consiste o consistía exactamente Sumar, qué pasó con Unidas Podemos y si se sigue llamando igual, ¿sigue existiendo Izquierda Unida? ¿Y el PCE? ¿No estaba el PCE dentro de Izquierda Unida? Es una matrioska extrañísima que, en lugar de servir para construir un frente amplio, solo ha atomizado más a la izquierda institucional y la ha distanciado de sus votantes. Yolanda Díaz ha servido para agregar y, al mismo tiempo, desagregar a la izquierda. Si querías votar a la izquierda del PSOE, tenías Sumar, una marca reconocible.

Pero Sumar ha ido perdiendo votos a una velocidad asombrosa, hasta el punto de que Izquierda Unida sacaba más votos sola que integrada en Sumar. El partido de Yolanda Díaz, no hay que olvidarlo, ha sacado los mismos escaños (3) en las elecciones europeas que Se Acabó La Fiesta, la plataforma populista y ultraderechista de Alvise. Y es una elección en la que los partidos pequeños suelen sacar buenos resultados gracias a la circunscripción única. La principal enseñanza es: está bien la unión de la izquierda con un líder y una marca reconocibles, pero en el momento en que ese líder pierde popularidad y la marca se desprestigia, todas las organizaciones que se han sumado se hunden con la nave, sin matices. 

«Si en el Gobierno de Sánchez solo manda él, está claro que Yolanda Díaz ni pincha ni corta»

Díaz se vio presidenta, coqueteó con Iván Redondo e intentó competir con el presidente desde el Gobierno, una idea terrible. Si en el Gobierno de Sánchez solo manda él y quizá un poco Montero, está claro que Yolanda Díaz ni pincha ni corta. Tiene que ser frustrante. Es la vicepresidenta, la ministra de trabajo, y tiene las manos atadas. Recuerda a ese estupendo tuit sobre el presidente de EEUU: «Biden siempre está diciendo cosas como ‘¿Quién coño es el presidente? Me gustaría hablar con él’». Normalmente son respuestas a tuits del presidente estadounidense en el que dice vaguedades como «hay que subir el salario de los profesores» o «nadie debería ir a la cárcel por consumir marihuana» como si no fuera él la máxima autoridad del Estado.

Con Yolanda pasa algo parecido. Cuando tenía un poquito más de poder (o cuando Sánchez no la ninguneaba tan explícitamente), intentó mejorar la situación de los trabajadores con algunas medidas cosméticas y otras no tanto. Parecía incluso que introduciría un discurso de clase en una izquierda demasiado obsesionada con la identidad. Luego fue absorbida por el sanchismo y se convirtió en una simple influencer de izquierdas en redes: se indignaba mucho con las injusticias, apretaba los puños muy fuerte, pero no podía hacer mucho.

La política es muy cruel. Y la española hace picadillo a los perdedores a una velocidad vertiginosa: ha tenido que comprobar que Sumar tiene realmente solo dos años de vida. Ahora supuestamente liderará el partido «un liderazgo colegiado y transitorio». Suena a transición a la irrelevancia, a gestión del aterrizaje para que sea lo menos accidentado posible. Y luego cada mochuelo a su olivo.

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