THE OBJECTIVE
Cristina Casabón

Feria y gentío

«Me paseo por la Feria del Libro y veo al que tiene un público de estudiantes, de jóvenes, de intelectuales, pero también veo al que tiene un público de señoras que esperan en la cola, y algunos hombres deconstruidos»

Opinión
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Feria y gentío

Un niño lee un libro | Alejandra Svriz

Los árboles han florecido en mitad del Retiro, bajo la indiferencia de los lectores que vienen a la Feria del Libro, que es una romería. La fila de las casetas una vez fue de colores y se instalaba en el Paseo de Recoletos. Somos siglo XXI y a veces uno ignora que seguimos manteniendo un hábito sagrado: la lectura. Cementerios de libros serán nuestras ciudades, noctámbulos haciendo cola para entrar en la Feria, Florida Park, pestilentes aires saliendo del Metro, el cielo despejado de Ibiza, árboles sin tierra donde expandirse. Llega la Feria del Libro y la gente va y viene en la vorágine o espera cual sombrío y maduro adolescente en la cola. 

Me paseo por la Feria y veo al que tiene un público de estudiantes, de jóvenes, de intelectuales, pero también veo al que tiene un público de señoras que esperan en la cola, y algunos hombres deconstruidos. La Feria es un zoco o medina donde todos se venden mucho, que para eso dan los libros más baratos, pero no es, desde luego, la primera vez que veo literatura solo para señoritas: Virginia Woolf, Henry James o Jane Austen ya se especializaron en este público. 

La calidad de un libro se mide hoy por la afluencia y homogeneidad de las masas. En un país donde se socializa más que se lee (y esto está bien y nos distingue de los noruegos), el Retiro, un parque enorme, se llena de pronto de lectores porque es un buen plan. Pero la cultura no se improvisa ni es demasiado sociable y un buen lector tarda en hacerse toda una vida, cuando aprende a saltarse las páginas prescindibles y abandonar un mal libro.

A la gente la puso en pie primero la revolución y ahora el consumo. Todas las revoluciones se han apagado y la revolución consumista no es sino el hábito compulsivo de comprar. Hay libreros y hay filólogos que aman tanto los libros que se restriegan con ellos. Luego vemos la bulliciosa manía de amontonar los libros en los estantes de las redes sociales. El libro sólo congrega al gentío cuando previamente se vulgariza, cuando se transmuta en un objeto de decoración. Pronto veremos en las plazas a un puñado de excéntricos intercambiar ejemplares como hacen los aficionados a las filatelias, con sus timos de las estampitas y sus circuitos subterráneos.

A la gente le gustan los libros amontonados y los mogollones -desfile de Culturetas-, porque al público, mera cantidad, le fascinan las cantidades, los precios, los colorines, las ofertas. Y cuando el libro se firma… ¿Van a conocer al autor? No, al autor se le conoce leyendo. Van a ver la cola, a «sentirse» parte de la cola, a ser el primero de la cola. Hoy consumir es una forma de pertenecer a los arrabales de la mitificada cultura.

«El ideal de todo escritor fue siempre el ser leído por otro hombre silencioso, meditativo, o sea por el solitario que sueña e imagina despierto»

Pero el espectáculo de la cultura, en realidad es quietud de sosiego, es silencio y mutismo, navegar del pensamiento. El ideal de todo escritor fue siempre el ser leído por otro hombre silencioso, meditativo, o sea por el solitario que sueña e imagina despierto. Pero ha venido la masificación -que no la democracia- y la cultura se ha hecho feria, se ha vuelto consumo. Y los que no venden van a la Feria a eso, a venderse. 

Democracia verdadera es la basada en la educación genuina del criterio. Es un ciudadano, ya digo, con tiempo, ocio, silencio y respeto para pensar desde un banco solitario del Retiro. Los libros nos acompañan en las horas de vigilia. La noche, silenciosa catástrofe, cauteloso derrumbe, la noche se cierne sobre los trenes aparcados. La noche es un silencio incómodo, los durmientes son insectos asustados y los ángeles nos recuerdan que siempre podemos regresar al silencio de la lectura. Al eco azul de sus monasterios de piedra.

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