THE OBJECTIVE
Ricardo Cayuela Gally

Begoña Gómez, estrella de tres puntas

«El caso Begoña Gómez también es una estrella de tres puntas, cuyos vértices son el fraude académico, el tráfico de influencias y el tartufismo empresarial»

Opinión
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Begoña Gómez, estrella de tres puntas

Begoña Gómez y Carlos Barrabés. | Ilustración de Alejandra Svriz.

En su breve relato como amigo de André Breton y poeta surrealista de la última generación, Octavio Paz define ese movimiento como una estrella de tres puntas. Los vértices serían el amor, la poesía y la rebeldía. El caso Begoña Gómez también es una estrella de tres puntas, cuyos vértices son el fraude académico, el tráfico de influencias y el tartufismo empresarial. Ante una petición ilegal de gente poderosa, en una democracia, existe una herramienta simple y fácil de usar. Es un monosílabo, y se escribe así: «no». El rector de la Universidad Complutense debió haber dicho algo así de sencillo. «No, no puedo otorgarle la titularidad de un máster porque no posee un título equivalente o superior. Si me apura, incluso su título de licenciatura es discutible: no está homologado». En lugar de eso, se buscó la forma paralegal de satisfacer la petición, un co-titular con credenciales académicas, creando un problema a la Universidad donde no lo había. El agravio comparativo con el propio claustro de profesores es brutal. La académica es una carrera de obstáculos burocráticos y rivalidades que termina por agotar a los mejores (aunque no siempre, por fortuna), pero al menos está reglamentada con claridad. Esta es la ruta, la tomas o la dejas. Pero adelantar por la derecha parece una cualidad familiar en el caso de Gómez. Falso doctor en Economía, falsa titular de máster en Marketing. La estrategia delata el signo más preocupante de la pareja, que es el arribismo. Ocupar una posición social por encima de tu talento y disciplina, bajo el único amparo de la falta de escrúpulos. Pedro Sánchez es Bel Ami, pero, ay, Irene Lozano no es Guy de Maupassant.

La universidad no sólo se le otorgó la titularidad de un máster para el que no tenía derecho, sino que le patrocinó un software para empresas, que encima ya arrastraba financiamiento privado. Registrarlo a nombre propio, como hizo Begoña Gómez, es un abuso de confianza que roza la estafa. Ignoro si es un asunto penal o una simple controversia de titularidad intelectual. Nadie honesto consigo mismo, más allá de si estas acciones tienen o no consecuencias legales, puede pensar que tres de los más grandes empresarios de España y el rector de la universidad pública más importante del país van a patrocinar con decenas de miles de euros un software gratuito y manifiestamente inútil si no está detrás la idea de «quedar bien con el poder» o intercambiarlo por favores, contratos o subvenciones futuras. Malos empresarios serían si no lo pensaran, al menos. 

«Estamos hablando de alguien que llegó al poder por una moción de censura con la excusa de la lucha con la corrupción y que tiene a su hermano, a su mujer y a su antiguo brazo derecho investigados»

El software de Transforma hace lento y engorroso algo que es en sí mismo lento y engorroso: los informes de impacto ecológico y social que las empresas tienen que elaborar si quieren ganar puntos simbólicos a la hora obtener contratos públicos y subvenciones. Un trabajo puramente discursivo, lo que ahora se conoce como greenwashing o pinkwashing, dependiendo si se habla de medioambiente o de feminismo. La mezcla entre anglicismos mal pronunciados («call to action»), terminología dura de marketing («multicanalidad», «segmentación»), buenismo social («tejer redes»), dislates («clientes más longevos» por «clientes duraderos»), olvidos («lo de los bosques, ¿cómo se dice? Ah, sí, reforestación») con el lenguaje inclusivo crean un brebaje digno de los Monty Python, más triste que hilarante, como un payaso al desmaquillarse. 

El software de Transforma fue implementado por Carlos Barrabés, el empresario que logró con su indudable talento convertir una tienda familiar de productos de esquí del Pirineo aragonés en una empresa internacional de e-commerce y conectividad. Los diversos instrumentos que pone Barrabés al servicio de las empresas son parte de su cartera de negocios. Y pueden ser útiles para muchos de ellos. Aunque las palabras que lo envuelven todo sea la lengua de madera de nuestros días («responsabilidad social», «brecha de género»), su finalidad es ganar dinero. Es decir, si se borra con aguarrás las consignas amables, aparece el inconfundible rostro de Milton Friedman, quien decía que la única obligación social de una empresa (además de cumplir las leyes y pagar impuestos) es ganar dinero. Por el contrario, si se borran las consignas del software de Gómez no queda nada, se desvanece en el aire, it vanishes into the air. Por ello, los contratos y subsidios que han recibido las empresas de Barrabés son lógicamente la parte sustancial del caso judicial contra Begoña Gómez. No especulo. Hay que dejar trabajar a la justicia.

Lo grave, no obstante, es no solamente la reacción del presidente, la instrumentalización política del caso, su uso como bandera, sino que le funcione. Estamos hablando de alguien que llegó al poder por una moción de censura con la excusa de la lucha con la corrupción y que tiene a su hermano, a su mujer y a su antiguo brazo derecho investigados. E insiste en que la culpa de los otros. Es como creerse a un mago en el escenario después de escucharlo la noche anterior en el bar reírse de la credulidad de su público y revelar con burla sus pases y secretos ópticos. El espejo de Sánchez no debería devolver a los españoles otra imagen que esta: alguien perfectamente capaz de hacer volar los contrapesos de una democracia, primordialmente jueces y periodistas independientes, con tal de sanar su ego herido. 

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