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Antonio Caño

Amistades peligrosas

«Alineada con la estrategia del Gobierno, Ayuso convierte a Milei en el símbolo de su oposición a Sánchez»

Opinión
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Amistades peligrosas

Javier Milei, Pedro Sánchez y Begoña Gómez. | Ilustración de Alejandra Svriz

A estas alturas del sanchismo deberíamos ya estar todos al tanto de que los intereses personales del líder de este socialismo y los de la mayoría del país raramente coinciden. Basta observar lo que le conviene a él, para saber lo que le perjudica a España. Como ejemplos, la ley de amnistía, el pacto con Bildu, la amputación del Código Penal, la claudicación ante Marruecos o las crisis diplomáticas con Israel y Argentina.

También en lo que respecta a las personas, es fácil comprobar que aquellas que Sánchez promueve son las más contraproducentes para la salud del conjunto de los ciudadanos. La última estrella de la propaganda oficial es Alvise, mencionado en cada uno de los discursos ajustados al guion oficialista y entrevistado allí donde corresponde, como antes fueron Abascal o Trump.

Es llamativo, no obstante, que uno de los que en los meses recientes ha ocupado un puesto destacado en la lista de espantajos a los que recurre el sanchismo para asustar al personal y recordar que tenemos que elegir entre Sánchez o el fascismo, haya sido promocionado y avalado también por el Partido Popular. Me refiero, por supuesto, a Javier Milei.

Resulta muy obvio por qué Sánchez y los suyos convirtieron a Milei en el protagonista de sus mítines para las elecciones europeas. «Nadie quiere algo así para su país, hasta Sánchez puede ser preferible», era el verdadero eslogan de esa campaña. Hay que haber sufrido mucho y estar al borde del hambre para votar por semejante individuo, que no es el caso de España. 

Lo que parece menos comprensible es la razón por la que ahora el PP la da un nuevo empujón -mayor incluso que el de Sánchez– al hombre que, además de ajustarse como un guante a la estrategia del Gobierno, ha pedido el voto para el mayor enemigo del centroderecha, que es Vox.

La escena de un nutrido grupo de seguidores vitoreando a Milei en la Puerta del Sol es un pésimo mensaje a los amigos de España en América Latina. Su saludo desde el balcón de la sede de la Comunidad de Madrid me recordó a aquel saludo, más contenido, de Fidel Castro desde el balcón de La Moneda en el Chile de Allende. Se podrá decir que Milei es el presidente legítimamente elegido por un pueblo hermano, como es el de Argentina. Eso exige un trato cortés y respetuoso. Pero en absoluto obliga a convertir a un hombre de políticas tan extremas y de modales tan repugnantes en un símbolo de tu oposición a Sánchez, que fue exactamente lo que hizo Isabel Díaz Ayuso el viernes pasado. ¿Le va a dar Ayuso el mismo trato a Gustavo Petro, el presidente legítimamente elegido en Colombia?

Asumo, por su ausencia en ese acto, que Alberto Núñez Feijóo no comparte esta posición, lo cual le honra y deja abierta una esperanza a quienes intentan evitar que este país termine de deslizarse de forma definitiva por la pendiente de la polarización y la inestabilidad.

«El PP se empieza a desesperar ante una disyuntiva cruel: el camino moderado e inclusivo que ofrece Feijóo, que algunos creen lento e inseguro, o la contundencia y aspavientos de Ayuso»

Sin embargo, lo ocurrido este fin de semana nos recuerda lo cerca que estamos de ese riesgo. Es evidente que, acuciado por el constante deterioro institucional y democrático, así como por la resistencia que ofrece el sanchismo, el PP se empieza a desesperar ante una disyuntiva cruel: el camino moderado e inclusivo que ofrece Feijóo, que algunos creen lento e inseguro, o la contundencia y aspavientos de Ayuso, que esos mismos estiman más rápido y genuino.

La explicación oficial es que Ayuso es leal a Feijóo y que sus aparentes discrepancias están movidas por su deseo de ampliar el espectro de votantes hacia la extrema derecha para asegurar la victoria de su partido. Si es así, es una táctica peligrosa porque puede acabar prevaleciendo la teoría de la manta y que aquello que el PP pueda ganar, por un lado, lo pierda por el otro. Personalmente, desconfío de esa versión y me inclino a sospechar que Ayuso se ve a sí misma como parte de una nueva terna de mujeres triunfantes en el sur de Europa.

En todo caso, muy buena no será para el PP esa doble fachada -real o diseñada- cuando el PSOE escarba constantemente en esa herida, explota la ansiedad de los populares ante su conocida disyuntiva y siembra cada vez que puede dudas sobre el verdadero liderazgo de Feijóo.

Para salir de dudas, lo más recomendable es acudir a la regla mencionada al comienzo de este artículo: lo que es bueno para Sánchez, es malo para el país y aquel a quien Sánchez aúpa es, precisamente, al que hay que evitar. Basta entonces con observar en quién pone más énfasis la propaganda oficial, quién merece más alusiones y palabras más gruesas en los discursos de los ministros y en los editoriales amigos, a quién apunta sin reparos la maquinaria del Gobierno. ¿Feijóo o Ayuso?

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