¡Viva la libertad, carajo!
«Milei está en la buena dirección y tanto su aviso para no dejarnos arruinar la vida por el socialismo como su reivindicación de la libertad hay que tenerlos presentes»
El presidente de la República Argentina, Javier Milei, acaba de realizar una gira por Europa para recibir las distinciones que le han concedido el Instituto Juan de Mariana de Madrid, la Sociedad Friedrich von Hayek de Hamburgo y el Instituto Liberal de Praga, tres asociaciones de España, Alemania y la República Checa que reivindican las teorías económicas de la Escuela Austriaca, ese conjunto de pensadores y economistas que, a partir de los estudios de Ludwig von Mises y de Hayek, postulan la aplicación de políticas liberales como forma más eficaz para conseguir la prosperidad y el desarrollo de los países.
A Milei le han concedido estos premios porque los miembros de esas asociaciones de economistas y profesores liberales han querido reconocer el trabajo que está llevando a cabo desde la Presidencia de su país, a partir del 10 de diciembre del año pasado, cuando accedió a la Jefatura del Estado.
La llegada de Milei al poder fue para muchos una sorpresa por varias razones. La primera, porque parecía que Argentina estaba condenada a no salir nunca del peronismo, que en su versión de los últimos tiempos es una especie de socialismo del siglo XXI, que es el nombre que los comunistas de nuevo cuño, los del Grupo de Puebla, han inventado para evitar la palabra «comunismo», que saben que está totalmente desprestigiada. Y la segunda, porque Milei se presentaba como un liberal sin complejos y absolutamente radical y todos sabemos la saña con la que los centros de producción ideológica de los países occidentales atacan a los liberales, a los que, para empezar, nos llaman, como poco, «ultraliberales», cuando no caen en calificativos más estigmatizadores como «fascistas».
Sin embargo, Milei ganó las elecciones. Probablemente la clave de su extraordinario éxito (56% de los votos) se debió, en primer lugar, a su sólida formación en materia económica. Desde 2004 es catedrático de Economía y ha demostrado y está demostrando que no le regalaron esa cátedra. Y, además, su éxito se debe a su capacidad de comunicar, de decir las cosas claras, de explicar de manera nítida y brillante cuáles son los problemas que tiene Argentina, para, a continuación, exponer cuáles son sus propuestas liberales de solución, explicando cómo, cuando se han aplicado esas propuestas, se han visto coronadas por el éxito.
Porque sí, Milei es un liberal sin reservas ni complejos. Pero no ha llegado al liberalismo sólo a base de estudiar a los autores de la Escuela Austriaca, que también. Se ha hecho liberal porque ha comprobado de primera mano cómo el socialismo peronista, intervencionista, estatalista, que llevaba décadas en el poder en Argentina, había llevado al que, a principios del siglo XX, era el país más rico y prometedor del mundo a ocupar ahora el puesto 140, a tener un 50% de la población en la pobreza extrema, con cinco millones de argentinos pasando hambre y a sufrir una inflación desbocada, una presión fiscal del 70% y una corrupción ilimitada.
«El socialismo llevado hasta sus últimas consecuencias arruina la vida de las naciones y de los ciudadanos»
Milei lo ha aprendido en los libros y, además, como todos los argentinos, lo ha sufrido en sus carnes, por eso, en el magnífico discurso que pronunció en la sede de la Comunidad de Madrid, cuando Isabel Díaz Ayuso le impuso la Medalla Internacional de la Comunidad, dijo, con la claridad que le caracteriza: «No dejen que el socialismo les arruine la vida».
Por supuesto que el socialismo llevado hasta sus últimas consecuencias arruina la vida de las naciones y de los ciudadanos y los ejemplos están ahí con un dramatismo trágico. No olvidemos que el comunismo, que es el socialismo llevado hasta el final, aparte de haber destrozado países enteros, se ha cobrado la vida de más de cien millones de personas.
Pero el socialismo del que habla Milei es el que Hayek señala en la dedicatoria de su libro más influyente, Camino de servidumbre, que publicó en 1944, cuando aún el mundo vivía la II Guerra Mundial. Allí dice que se lo dedica «a los socialistas de todos los partidos». Porque Hayek sabía, como sabe Milei y como la experiencia cotidiana nos demuestra, que en todos los partidos existe la tentación, muchas veces irresistible, de intervenir en la economía, la educación, la salud, la cultura, la información, en definitiva, en la vida de todos los ciudadanos.
Y ahí es donde la figura de Milei se convierte en un modelo para señalar y criticar todos los asuntos en los que el Estado suplanta la voluntad y la autonomía de las personas. Y, por supuesto, para luchar contra ese intervencionismo constante y omnipresente que sufrimos incluso en países que, al menos por ahora, no pueden considerarse en manos del comunismo.
«Nadie puede sustituir a un individuo a la hora de conocer sus problemas y de buscarles solución»
Porque Hayek sabía, y dedicó su inmensa inteligencia a demostrarlo, que nadie puede sustituir a un individuo a la hora de conocer sus problemas y de buscarles solución. Sabía que cuanto menos interviniera el Estado y cuanta más libertad tuvieran los ciudadanos, más progresarían esos ciudadanos y las naciones en las que el papel del Estado se redujera al mínimo. Sabía que, al aplicar medidas liberales, los países progresaban y, aun los más atrasados, podían pasar de la miseria a la pobreza, de la pobreza a la dignidad y de la dignidad a la prosperidad.
Por eso, puede ser muy fructífero seguir a Milei en su discurso intelectual y en la práctica que, de forma valiente y decidida, está llevando a cabo en Argentina para comprobar cómo la disminución de la presencia del Estado en todos los aspectos de la vida de los ciudadanos y la reivindicación de su autonomía personal y su libertad mejoran material y moralmente sus vidas.
Y yo, que llevo más de cuarenta años defendiendo sin cesar esas ideas liberales y aplicándolas cuando he podido, no tengo la menor duda de que Milei está en la buena dirección y de que tanto su aviso para no dejarnos arruinar la vida por el socialismo como su reivindicación apasionada de la libertad, ¡carajo!, tenemos que tenerlos siempre presentes.