Cancelar al padre
«La cancelación de Felipe González implica sólo ignorarle en los medios afines a Sánchez y a sus socios, además de en las convocatorias del PSOE, sean o no de campaña electoral»
La cancelación ha pasado desapercibida, incluso para los pocos que se habían enterado de que José Luis Rodríguez Zapatero rechazó hace unos días mantener una conversación pública con Felipe González. Le invitó Carlos Alsina en Onda Cero y su rechazo podría ser solo una anécdota. Total, ¿qué importancia tiene que un expresidente del gobierno socialista decline compartir espacio público para coincidir o confrontar pareceres con el otro expresidente del gobierno socialista? Escasa, si solo reflejara una agria desavenencia personal. Son frecuentes los aborrecimientos insuperables entre compañeros de partido; tan frecuentes como obligado el cordial disimulo de cara a la galería. Pero tendría bastante importancia si el rechazo de Zapatero a González fuera un indicador indubitable de la decisión del actual PSOE (que hoy es lo que en cada instante Pedro Sánchez decida que toca ser) de borrar aquel viejo PSOE (que fue el partido hegemónico de España durante bastante más de los 14 años en los que Felipe González presidió el Gobierno de España). Borrarlo y cancelar a todos los viejos dirigentes socialistas que aún mantengan algún principio mínimamente sólido.
La cancelación woke es la moderna forma de hacer desaparecer a los viejos camaradas que, con dramática rudeza, hizo célebre el estalinismo. Aquellos precursores del photoshop aplicaban el piolet y el exilio siberiano a sus predecesores. Aunque no hace falta viajar tan atrás en el tiempo. Hace menos de dos años, en octubre de 2022, se retransmitió en directo cómo el líder comunista chino, Xi Jinping, ordenaba la expulsión de su predecesor, Hu Jintao, de la sala donde se iba a celebrar el congreso del partido. Le sacaron a la vista de todos, retransmitieron su humillación en las televisiones de todo el mundo, y quedó así definitivamente cancelado. Si sigue vivo, Hu Jintao cumplirá 82 años en diciembre.
«Aún sin esa imprescindible crítica, el PSOE ha decidido cancelar al padre, cueste lo que cueste»
Aquí todo es más suave (ojalá que por mucho tiempo). La cancelación de Felipe González implica sólo ignorarle en los medios afines a Sánchez y a sus socios, además de en las convocatorias del PSOE, sean o no de campaña electoral. No implica (porque aún no es posible) impedirle conceder entrevistas en los medios que el sanchismo tilda de «fachosfera»: este domingo en ABC, hace pocos días en Onda Cero, en abril, aquí en conversación con Juan Luis Cebrián… Habrá que ver si la nueva regulación de medios que prepara Sánchez incluye alguna represalia por este tipo de entrevistas.
Tan ‘suave’ cancelación está permitiendo a González reivindicarse ante los españoles y ante la historia como un socialista que sigue siéndolo; no como ese sucesor suyo que ha comprado su permanencia en la Moncloa a cambio de una amnistía redactada por los delincuentes amnistiados. Un «impostor», en precisa definición de Alfredo Pérez Rubalcaba.
De momento, las muy atinadas críticas de González a los excesos de su sucesor no incluyen censura alguna por ocupar el Palacio de la Moncloa para, desde allí, proteger a su hermano por su enigmático enriquecimiento súbito, exento de impuestos, pues ahí no llega la siempre vigilante Hacienda, y para promover las actividades de intermediación para la captación de fondos públicos de su esposa. Hacienda somos todos, salvo la famiglia dichosa.
Aun sin esa imprescindible crítica, el PSOE ha decidido cancelar al padre, cueste lo que cueste. Y está viendo que esa cancelación, salvo que se impongan los expeditivos métodos de la China de Xi, no es nada fácil. Incluso puede ser contraproducente cuando el condenado a la cancelación se revuelve eficazmente para reivindicarse, como está sabiendo hacer González. Un par de entrevistas más y más de uno mirará de reojo a Zapatero por no haber aceptado (y ganado) el envite. El problema es que Zapatero sabe que tiene tan escasas posibilidades de vencer en esa amigable conversación con González como Joe Biden de remontar la confianza de los votantes demócratas tras el espectáculo de su primer debate electoral con Donald Trump. Y nuestro leonés es un experto en hacer mutis por el foro.