THE OBJECTIVE
Carlos Padilla

¿El 'pajaporte' será la tumba del sanchismo?

«Solo alguien que no ha hablado en su vida con un chaval joven cree que este dejará de ver porno porque el Gobierno se ha inventado una aplicación»

Opinión
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¿El ‘pajaporte’ será la tumba del sanchismo?

Ilustración de Alejandra Svriz.

El verbo se hizo carne y ahora la paja se ha hecho gubernamental. Escrivá, el ministro para la Transformación Digital que tiene pinta de arreglar su televisión aporreándola con la mano, llegó a la rueda de prensa tras el Consejo de Ministros cariacontecido. La información que iba a transmitir al pueblo español requería un gesto a la altura de la noticia, en su adquirida condición de ministro del onanismo nacional, presentó la aplicación antiporno del Gobierno más progresista jamás visto en la historia del planeta Tierra.

Solo alguien que no ha hablado en su vida con un chaval joven cree que este dejará de ver porno porque el Gobierno se ha inventado el pajaporte. Es esa cosa estúpida de los técnicos de oficina que, legañosos, redactan un documento porque «hay que ver lo malo que es el porno» y lo que pretenden hacer es, en lugar de proteger a los menores de los contenidos pornográficos, tratar de convertir a los adultos en niños estúpidos. Chicos y chicas, pagadores de impuestos, que ahora tendrán que tener la validación gubernamental para acceder a las webs que quieran para hacer lo que deseen con sus partes íntimas.

Y les debo pedir disculpas, porque creía, sinceramente, que estos no iban a ser los derroteros del Gobierno de Sánchez. Pensé, y así lo escribí en THE OBJECTIVE, que no habían vencido en el seno de los socialistas los defensores de la prohibición de la pornografía. Eso que piden personas como Andrea Fernández, secretaria de Igualdad del PSOE o la otrora vicepresidenta Carmen Calvo, siempre a favor de la prohibición total del porno. Lo que ha vencido es aún peor, que el Gobierno te tenga que dar permiso para ver porno.

El mismo Ejecutivo que tiene una web, la de Renfe, que colapsa día sí y día también, emprende ahora la tarea de validar los tocamientos de todo un país. Suena a plan perfecto, una idea sin fisuras. Para nada se podrá pensar que cuando ese jovencito se vaya a tocar, su validación falle, y con el asunto en la mano tenga que recurrir a la dura imaginación. Y entonces los afines al Gobierno, siempre predispuestos, exclamarán que «esta es una administración en pro de los sueños y de las fantasías». Siempre que sean anhelos nocturnos legales y respetables, nada de invenciones machistas ni tocamientos con personas casadas. 

«Ahora el Estado quiere tocar, -esto no va con segundas-, todas las zonas oscuras a las que no puede llegar»

Por supuesto que los niños, los menores de edad, no deben encontrarse en su teléfono móvil imágenes que no entienden y les pueden quebrar esa inocencia que debería ser sagrada. Antes igual habría que preguntarse: ¿por qué tienen un móvil? Y sin embargo, ello no justifica convertir a todo un país en onanistas con permiso del Gobierno. Y ya no por el porno, sino por el temeroso precedente que sienta. El Gobierno puede cortar cualquier acceso a un contenido web con tus datos personales, hoy dicen que es el porno, mañana, si la neura de la extrema derecha tocase poder estatal, podría ser una página donde haya contenidos LGTB. «Todo sea por velar por la inocencia de los menores», se podría decir, como ha dicho aquí y ahora este Gobierno.

Uno de los aprendizajes que todo Ejecutivo occidental aprendió con la pandemia, es la docilidad de su población. Tragamos con comités de expertos fantasmas, la recopilación, como nos informó el general Santiago, de bulos «susceptibles de generación de estrés social y desafección a instituciones» o el recorte a algunas de nuestras libertades, y todo fue por protegernos del virus. Lo aceptamos, claro. Era el precio a pagar por el desaguisado que teníamos. Aunque la lección ya estaba servida, somos poco críticos ante los excesos del poder. Ahora el Estado quiere tocar -esto no va con segundas-, todas las zonas oscuras a las que no puede llegar.

Hubo, en los momentos de mayor polémica con la amnistía, opiniones de gente que vota, pero a la que aquello no le preocupaba. Querían que se hablara de vivienda, de precios de la alimentación o de la electricidad, lo de que hubiera españoles que se pudieran saltar la ley sin consecuencias, no les parecía que les podría influir en el día a día. Demócratas preocupados solo por la barra del pan. Ahora, muchos de esos miles de españoles se muestran concernidos porque van a por las cosas del deseo, y es un terreno húmedo, pantanoso y a la vez caliente, claro. ¿Habrá asociación de onanistas afectados? ¿Tendrás que ayudar a tu vecino mayor a activarle la validación para esa página de la que usted me habla? ¿Será el pajaporte el fin del sanchismo?

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