THE OBJECTIVE
Pilar Marcos

Begoña Polo de Sánchez

«Ahora España, de momento, sigue siendo una democracia constitucional con libertad de prensa y jueces decididos a someterse sólo al imperio de la ley»

Opinión
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Begoña Polo de Sánchez

Pedro Sánchez y Begoña Gómez. | Ilustración de Alejandra Svriz

A nadie en su sano juicio se le habría ocurrido llevar a los tribunales la presunta afición de doña Carmen Polo de Franco de visitar joyerías y dar por supuesto que nada podía hacer más feliz al amable joyero que regalarle alguna joyita de su elección. Eran, simplemente, cosas que se decía que pasaban. Y hacíamos chistes de ‘La Collares’ porque somos muy chistosos. Pero nadie se habría atrevido a presentar demanda alguna contra la esposa del Generalísimo. Porque no había nada, pero nada de nada, ¡faltaba más! Si acaso, el runrún de unas joyitas.

Este mínimo recordatorio de la única parte de la historia de España que interesa al marido de doña Begoña Polo de Sánchez ayuda a entender el despliegue de ministros de jornada para la esposa, fiscales generales del estado de ánimo del esposo, y furgones policiales para asar un rebaño de vacas que escoltaron la no-declaración, el viernes, de la mujer del presidente del Gobierno en la causa que tiene abierta por presunta corrupción y tráfico de influencias. Todos, sin excepción, repicaron la matraca de que no hay nada, pero nada de nada, ¡faltaba más! que pueda incriminar a la señora Polo de Sánchez. Además, ella alegó que ignora de qué pueden acusarla. 

Para completar el anillo de Moebius, todos cacarean que esas acusaciones -que desconocen y que, por supuesto, no existen- son «bulos de la extrema derecha» (…ni que existieran). Por tanto, las intermediaciones de patrocinio privado para la señora a cambio de fondos públicos para sus patrocinadores, sus eficacísimas cartas de recomendación, sus intermediaciones para salvar de la quiebra a empresas de algún que otro amigo-colaborador-patrocinador, su cátedra-catedralicia, sus excursiones con insuperables compañeros de viaje, su software gratuito, etc, son solo visiones del escurridizo gato de Schrödinger de nuestra maltrecha política. Si acaso, unos collares, como esos que se decía que volvían loca a la esposa de aquel predecesor al que querría emular su marido; y no sólo en años de permanencia en el cargo.  

El (minúsculo) problema del matrimonio es que ser Gómez de Sánchez en la España de la primera mitad del siglo XXI no es exactamente lo mismo que ser Polo de Franco en medio del siglo XX. Esa minúscula diferencia consiste en que ahora España, de momento, sigue siendo una democracia constitucional con libertad de prensa y jueces decididos a someterse sólo al imperio de la ley. 

Seguimos haciendo chistes porque somos muy chistosos, pero la burla no es nuestro único argumento, aunque sea el más divertido. Podremos troncharnos con ocurrencias como la de «in dubio, pro Bego», que colgó en tuiter un tal @Camelorcio, pero las risas dan sólo para ir tirando. El fondo de la cuestión pasa por entender por qué desde hace casi once semanas, desde aquel miércoles 24 de abril de la célebre «carta de Sánchez a la ciudadanía», justo el mismo día en el que el matrimonio conoció la imputación de la esposa, toda la estrategia del presidente del Gobierno apesta a culpabilidad. 

La victimización, la negación, la amenaza múltiple y el desproporcionado despliegue de medios -humanos, materiales, mediáticos, menestrales y ministrales- para proteger a quien debiera ser sólo una particular, una ciudadana más que –en su vida privada- está casada con el actual presidente del Gobierno, han convertido el caso en una mala copia de Imelda Marcos y sus zapatos, Elena Ceausescu y sus fraudulentas investigaciones científicas, o Cristina Fernández de Kirchner, cuando iba de doctora por ser la mujer de Nestor Kirchner. 

Cualquier observador externo, y ajeno a las obsesiones del marido de nuestra Begoña Polo de Sánchez, sugeriría al líder socialista una estrategia de comunicación que no exudara un aroma tan fuerte de culpabilidad familiar. Pero, ¡quién se atreve! Si es cierto lo que nos contaron, ni sus más cercanos fueron partícipes de la estrategia de su carta fake de amago de dimisión. Salvo que también en esto mientan, engañó a todos los que temían que lo dejara. Para nuestra desgracia, sólo estábamos convencidos de que fingía los que deseábamos que, siquiera por una vez, estuviera diciendo la verdad. Pero no, ni por un instante pensó en su dimisión.

¿Es inteligente esta estrategia del matrimonio Sánchez? Damos por supuesto que los líderes, como han llegado muy alto, tendrán que ser más listos que el común de los mortales. Y es cierto que hay mucho listo (y muchísimo listillo) entre los que llegan, pero eso no convierte sus decisiones en inteligentes. También es verdad que los dirigentes políticos (y económicos) que logran alguna posición de relevancia suelen arroparse de distintas formas de inteligencia colectiva, llámense asesores, gabinetes, o equipos de colaboradores internos o externos. Y el marido de la imputada cuenta sus asesores por miles. Pero el requisito imprescindible para que cualquier forma de inteligencia colectiva pueda hacer su trabajo es que no impere ni el terror a molestar al aconsejado ni la adulación como única garantía de permanencia en el equipo. 

No es el caso del marido. Y ésa es su principal debilidad. No los collares de doña Bego (que también), sino la pertinaz matraca con la que nos martillean diciendo que en las joyitas no hay nada y nos amenazan por apuntar a los muchos algos que es evidente que sí hay. ¿No ven que así se señalan?

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