THE OBJECTIVE
Daniel Capó

Cultura y libertad

«Cultura y libertad se encuentran en un único punto, que es el de la responsabilidad. Y dejarla de lado se paga con creces»

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Cultura y libertad

Ciudad. | Agencias

Hay un paralelismo entre el final de la I Guerra Mundial y la salida de la Guerra Fría. En ninguno de los dos casos, se supo qué hacer con la libertad conseguida y, en ambos casos, se confundió la victoria de Occidente con la ausencia de responsabilidad. La codicia adquirió magnitudes universales, sin que las instituciones intermedias fueran capaces de ponerle freno. Tras los felices años iniciales, el dinero se convirtió en ceniza. Las deudas ahogaban a las familias, la hiperinflación devoraba el ahorro. Un argumento cultural nos diría que debemos cuidar la calidad moral de nuestras ideas, porque terminamos pareciéndonos a ellas.

El prestigioso crítico literario de la izquierda norteamericana Christopher Lasch fue uno de los primeros intelectuales en advertir de esta amenaza, en un ensayo publicado a mitad de los 90 bajo el título de La rebelión de las élites. Recuerdo haber debatido sobre este libro en una cena veraniega con Félix Pons, cuando él acababa de dejar la Presidencia del Congreso y Aznar iniciaba el giro a la derecha de la política española. Pons era escéptico acerca de Lasch y creo que yo también, aunque el peso de la historia siempre juega en contra de las modas de la época –por más que el liberalismo hubiera sellado su final, como presagiaban la caída del comunismo y las tesis hegelianas de Fukuyama–.

«El olvido de las tradicionales virtudes burguesas se tradujo en una variante posmoderna del concepto de alienación»

Lasch hablaba de una revuelta de las élites y anunciaba algo que muy pronto percibirían también los conservadores más estrictos, a saber, que el turbocapitalismo puede vaciar de significado moral la vida en sociedad. De este modo, defender los valores y la cultura de Occidente exigía reivindicar la responsabilidad compartida, el viejo legado de las religiones, la familia y el patriotismo.

El olvido de las tradicionales virtudes burguesas (el ahorro, la fidelidad, el esfuerzo, la honestidad, el respeto mutuo…) se tradujo en una variante posmoderna del concepto de alienación. Si las elites han dejado de trabajar en beneficio de la sociedad y sólo actúan en beneficio propio, y además el Estado benefactor pretende sujetar el mercado por medio de una esclerosis burocrática que deja poco espacio a la libertad, el resultado es el aislamiento del individuo, su infantilización patológica y una desconfianza se diría que definitiva hacia los poderes públicos y las instituciones. Esta alienación creciente la explotan las ideologías extremistas con soluciones poco sofisticadas, pero emocionalmente efectivas, que ofrecen consuelo identitario, ya sea desde el nacionalismo, ya desde los populismos de derechas o de izquierdas.

«No hay alternativa a la responsabilidad. La vida adulta consiste en ser ejemplares para los demás y a través de los demás»

La experiencia histórica debería enseñarnos que no hay alternativa a la responsabilidad. La vida adulta consiste en ser ejemplares para los demás y a través de los demás. Esa es también la enseñanza que se desprende de la lectura del Génesis, el texto pedagógico por antonomasia de la tradición judeocristiana: todos somos corresponsables de la historia, todos nos debemos ayuda y socorro unos a otros. Esa era también la función asignada en Occidente a las instituciones de mediación: la escuela, la iglesia, la familia, el parlamento, el ejército, el debate público… Que no exista alternativa al liberalismo como vehículo de progreso idóneo para hermanar la libertad con la moral y el progreso no significa que el liberalismo sea la parodia en que algunos lo han convertido.

Hablo de principios morales más que de valores, hablo de capacidad de adaptación más que de peligrosas abstracciones. Cultura y libertad se encuentran en un único punto, que es el de la responsabilidad. Y, como hemos descubierto tantas veces a lo largo de la historia, dejarla de lado se paga con creces.

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