La torpeza del nacionalpopulista
«Un espectro cabalga a sus anchas por el viejo continente, el de la ultraderecha, y esta vez lo hace a lomos de otro corcel más viejo, el del miedo a la inmigración»
España es un país afortunado: además de un clima envidiable, una cocina excepcional, unas playas inmejorables, el mejor aceite de oliva del mundo y dos extremos como Yamine Lamal y Nico Williams, hemos sido agraciados por Dios nuestro señor con la que sin duda es la ultraderecha más torpe e indolente de Europa… y probablemente del mundo.
Porque solo desde esa doble condición de extrema vagancia e impúdica falta de pericia política se puede explicar el suicidio cometido por Vox en plena canícula juliana y mientras la esposa del presidente del gobierno comparecía en sede judicial. Y aún así es difícil de entender.
Si a comienzos del pasado siglo Karl Marx y Friedrich Engels dejaron escrito en el preámbulo de su Manifiesto Comunista aquello de «un fantasma recorre Europa, el fantasma del comunismo», ahora, más de cien años después, es otro espectro el que cabalga a sus anchas por el viejo continente, el de la ultraderecha; y esta vez no lo hace a lomos de la justa indignación de un proletariado que trataba de lograr unas condiciones de vida dignas, sino de otro corcel más viejo, huesudo y desdentado, el del miedo a la inmigración.
Un miedo que ha contagiado prácticamente a todos los países y que se ha manifestado de distintas formas en cada uno de ellos, produciendo corrimientos de tierras que han hecho crecer la representación ultraderechista en todos los parlamentos nacionales europeos, dando la presidencia de Italia a la hasta hace escasas fechas mussoliniana Giorgia Meloni y dejando a las puertas del sorpasso a Marine Le Pen en Francia, mientras que, en el reverso menos conocido de la moneda, también ha logrado incluso contagiar los programas y políticas de los partidos socialdemócratas nórdicos con medidas correctivas de sus hasta ahora tiernas y generosas leyes de inmigración y que curiosamente (junto con Grecia) son los que mejor están resistiendo electoralmente el galope de este nuevo fantasma.
«El PSOE se queda sin el único argumento con el que ha logrado movilizar a sus electores, ya que ahora el PP ya no gobierna con la ultraderecha»
Y es precisamente en medio de este inmejorable contexto político para sus intereses, una situación de la que sabría sacar partido incluso el Coyote aquel que perseguía infructuosamente al correcaminos, en el que Vox ha logrado el prodigio de maximizar su ineficacia política y liberar al PP de su yugo de chantajitos permanentes en base al órdago político más estúpido de la historia de nuestro país, un envite que permite a Feijóo, además de quitarse de enmedio la rémora de sus pactos autonómicos con Vox gratuitamente, envolverse en la bandera de hombre de estado, en la enseña de la solidaridad interregional, garantía por cierto de la unidade de la patria, y sobre todo en la de candidato sin peajes a la presidencia del gobierno con, ahora si, la posibilidad de buscar pactos o abstenciones con otros grupos de centro-derecha que su pacto con Vox impedía.
Con un presumible efecto final que dependerá de la habilidad de los populares en los próximos meses y en las futuras campañas electorales, el PSOE se queda sin el único argumento con el que ha logrado movilizar a sus electores en los pasados comicios, ya que ahora, excepto en unos pocos ayuntamientos, el PP ya no gobierna con la ultraderecha mientras que ellos sí que continúan pactando casi a diario con el independentismo en el congreso de los diputados.
Y todo esto gracias al canguelo, la holgazanería y la incompetencia de Vox, un partido que ha demostrado una vez más que si tiene que elegir entre las necesidades de la patria y sus intereses como partido, siempre pondrá a España en último lugar. Un partido que solo sirve para agitar miserias desde la oposición. Un partido incapaz de gobernar para todos los españoles.
Lo que les decía, somos un país muy afortunado.