Pedro, el litio, la fisión y otras chicas del montón
«Es el arte de la política, vender como un asombroso éxito el hecho de que te den algo y, a la vez, te quiten el doble de lo que te han dado»
Cuentan que el economista americano Milton Friedman visitó China antes de que el gigante asiático adoptara la economía de mercado como fuente de su espectacular despegue económico. Miembros del Partido Comunista le mostraron a Friedman la construcción de una presa en la que había cientos de personas trabajando a pico y pala. El economista se extrañó del poco nivel de mecanización de los trabajos y, al preguntar por ello, le respondieron que el proyecto pretendía crear empleo. Friedman respondió: «Pensaba que se trataba de construir una presa, ¿si se trata de crear empleo por qué no les dan cucharas en lugar de palas?».
La creación de empleo no es un fin en sí mismo. La creación de empleo es la consecuencia de una economía sana con un tejido productivo bien engrasado. El empleo lo genera el sector privado, no lo genera el estado. Si el estado genera empleo en un determinado sector es porque las empresas privadas no quieren invertir en dicho sector. Y si no quieren invertir en ese sector es porque no hay ganancias económicas en él. Dicho de otro modo, el mercado no está demandando ese tipo de bienes o servicios. La gente no quiere eso, porque si lo quisieran habría demanda y los inversores privados acudirían a obtener ganancias de ello.
El desajuste económico que se produce cuando el estado toma este tipo de decisiones es múltiple. No se trata únicamente de que se está invirtiendo, con dinero público, en actividades económicas que nadie quiere, sino que la perversión es mucho mayor. Como el único dinero que tiene el estado es el que nos quita a los ciudadanos mediante impuestos, lo que están haciendo realmente es extraer rentas de sectores productivos para financiar sectores improductivos y deficitarios. Es decir, nos están haciendo más pobres a todos (salvo al receptor directo de las prebendas del estado, que se hará rico a costa de todos los demás).
Hace unos días, Pedro Sánchez acudió a la localidad cacereña de Navalmoral de la Mata a poner la primera piedra de una futura gigafactoría para la fabricación de baterías de litio. Esta localidad se encuentra en las inmediaciones de la central nuclear de Almaraz, la primera de las centrales que se va a clausurar según el calendario de cierre nuclear establecido por este gobierno. El hecho de que esta factoría se instale en la comarca de la central nuclear es el reconocimiento tácito de que el gobierno se está equivocando con el apagón nuclear y necesita excusas. En este caso la excusa es la creación de empleo.
Se nos anuncia a bombo y platillo que la factoría (de capital chino, por cierto) va a generar mucha riqueza en la región. El propio presidente declaró que el proyecto «va a traer progreso, empleo y riqueza a esta tierra». Es mentira, por supuesto, porque únicamente cuenta la mitad de la película. Lo que no nos dice Pedro Sánchez es que ese mismo progreso, empleo y riqueza se van a perder al cerrar la central nuclear de Almaraz, por lo que los habitantes de «esta tierra» se van a quedar igual que estaban (y muy probablemente peor). Las gallinas que entran por las que salen.
La factoría va a generar 900 empleos en una primera fase y a saber los que genera (probablemente menos) cuando esté en operación. La central de Almaraz genera 1.000 empleos de forma directa y 3.000 de forma indirecta e inducida. Además, Almaraz paga 100 millones de euros anuales en tasas que se quedan en Extremadura, 15 de los cuales recaen en los ayuntamientos aledaños a la central nuclear. La gigafactoría no va a reemplazar esos ingresos y mucha gente va a ser mucho más pobre. Es el arte de la política, vender como un asombroso éxito el hecho de que te den algo y, a la vez, te quiten el doble de lo que te han dado.
Ruego no me malinterpreten. En absoluto soy contrario a la instalación de la fábrica de baterías. La transición energética necesita el desarrollo masivo de baterías para el almacenamiento de energía a gran escala y para el desarrollo del vehículo eléctrico. Necesitamos fábricas de baterías pero, me temo, la realidad nos acabará poniendo en nuestro lugar. Muy difícil se me antoja que unas baterías producidas en España puedan competir en precios con baterías fabricadas en China en el medio y largo plazo. Acabaremos subvencionando esta factoría y haciendo más pobres a todos los españoles. De momento, ya llevan 200 millones de euros en subvenciones y no han empezado siquiera a construir la fábrica.
Cerrar una central nuclear que genera mil empleos sin necesidad de ayudas públicas mientras abres una fábrica que va a generar menos empleos y además hay que subvencionar, suena bien únicamente en la cabeza de los que gestionan dinero público y pueden permitirse malgastarlo sin rendir cuentas a nadie. Ninguno de ustedes haría tal cosa si estuvieran gestionando su propio dinero. Lo que están haciendo no es bueno para nadie. No es bueno para los extremeños, no es bueno para los españoles y no es bueno para la transición energética. Lo realmente óptimo sería abrir esa factoría y, a la vez, dejar la central de Almaraz en operación. Así tendrías el doble de empleo, el doble de progreso y el doble de riqueza.
Y es que decir que abres una factoría de baterías para impulsar la transición energética, mientras cierras dos reactores nucleares que producen el 7% de la electricidad del país (sin emitir gases de efecto invernadero) es de una miopía incurable. Decir que lo haces para generar empleo mientras vas a destruir más empleo del que vas a generar es de vivir fuera de toda realidad. Que la gente se lo crea es de un grado de alienación propio de culturas de otras latitudes. Peligroso camino el que estamos recorriendo.