Vox renuncia al poder
«La decisión de Santiago Abascal de romper con el PP convierte al partido de Feijóo en la única alternativa de desalojo del Gobierno de Pedro Sánchez»
Es sorprendente que un partido abandone sus responsabilidades de gobierno. En la política es una conducta tan inhabitual que merece, pasados unos días, analizar la decisión y sus consecuencias. En las democracias los partidos presentan candidatos y proyectos políticos con el fin de obtener la máxima representación con el objetivo de conquistar el poder para hacer las reformas — siempre dicen que mejoras— que transformen la sociedad. Eso es lo que hizo Vox después de las elecciones municipales y autonómicas. Exigir al Partido Popular cuotas de poder a cambio de facilitar los gobiernos exigiendo, en muchos casos, ser parte con más cargos que los proporcionales a sus resultados. Exigían vicepresidencias e importantes consejerías como las relacionadas con el mundo rural. Exigían las presidencias de asambleas. Exigían poder. Lo normal en un partido político.
Lo anormal es que Vox haya abandonado todos los gobiernos regionales, en una decisión política sin precedentes, aprovechando un acuerdo general de solidaridad interterritorial para el acogimiento de 400 menores migrantes, en las diferentes Comunidades de España, propuesto por el Gobierno central y aceptado por el Partido Popular. Una decisión que no responde a la violación de los pactos de gobierno establecidos en cada Comunidad Autónoma. Una decisión impuesta por la cúpula del partido, sin respetar la voluntad y opinión de los consejeros regionales. Una decisión de difícil explicación tanto interna, como ha podido saberse por lo filtrado del desarrollo de la reunión, como especialmente externa.
Según pasan los días, a pesar del gran esfuerzo mediático que están haciendo en sus medios afines y en las redes sociales, la decisión sigue sin tener el sentido que le quieren dar. Además, está provocando un continuo goteo de abandonos del partido. No son tránsfugas, son ciudadanos con vocación de servicio público, defraudados con una organización que parece que no cumple con el artículo 6 de la Constitución, que dice de los partidos políticos que «su estructura interna y funcionamiento deberán ser democráticos».
La renuncia al poder responde, según Abascal, a que en Vox no tienen «apego a los sillones, sino a nuestras ideas». Abascal ha tenido que meter en el justificómetro toda la acción política del PP al no haber sido violados los pactos regionales. Según Vox, el PP ofrece apoyo a «un corrupto que no deja de sembrar miseria, que condena a la inseguridad y la ruina a millones de personas. Ante este panorama, Feijóo se ha repartido los jueces, las comisiones, el Tribunal Constitucional y la Junta Electoral». Un totum revolutum de un partido que no asume su grado de representación real.
Santiago Abascal hizo la declaración —sin preguntas como Sánchez— asegurando: «Hemos cedido muchas veces para consolidar una fórmula alternativa al gobierno corrupto. Pero es imposible. Nadie ha votado a Vox para que continúe la invasión de inmigración ilegal y menas. Si Feijóo quiere seguir con el globalismo, allá ellos». Y portazo parcial. Vox no ha renunciado a los ayuntamientos en los que gobierna con el Partido Popular. ¿Abascal no sabe que el PP de los ayuntamientos es el globalista que preside Núñez Feijóo? Sorprende la dramatización respecto al globalismo del Partido Popular. Cuando Santiago Abascal forzó los acuerdos de gobierno con el PP sabía perfectamente qué piensa el PP sobre las políticas globales, tras militar en el PP desde diciembre de 1994 hasta noviembre de 2013, habiendo ostentado algunos cargos públicos con sus correspondientes sueldos.
«Curiosamente, la ruptura con el PP es la primera decisión política de Vox que es contraria a los intereses de Sánchez»
La presunta decisión de la cúpula de Vox convierte a su proyecto en inútil e imposible porque sólo podrían gobernar desde la obtención de la mayoría absoluta. Curiosamente, la ruptura con el Partido Popular es la primera decisión política de Vox que es perjudicial y contraria a los intereses de Pedro Sánchez. Todas las decisiones políticas de Vox, desde las mociones de censura —sin posibilidad matemática de tener éxito que ratificaban a Pedro Sánchez en el poder— hasta las negociaciones de las coaliciones en plena campaña de las generales, sin esperar a que se celebraran como hizo el PSOE con Bildu y otros, han favorecido a Pedro Sánchez y perjudicado a la alternativa del centroderecha. Vox, por sus pactos con el PP, ha sido el argumento fundamental de Sánchez para mantener su muro de división entre españoles y hacer oposición al Partido Popular.
La cúpula de Vox quieren trasmitir que la dirección antepone los principios a los pactos, los cargos y los votos. No es la razón profunda. La dirección de Vox, aunque vende el crecimiento relativo en todas las elecciones, tiene un serio problema de pérdida de militantes y de retroceso en la intención de voto. El resultado de las elecciones europeas fue otra alarma sobre esa realidad. En un partido con alta fidelidad y movilización de voto obtener el 9,63% de los votos, con la baja participación del 49,21%, fue una señal de alarma de un posible gran descenso de votos en unas elecciones generales con un grado normal de participación. Para más problema, Alvise ha irrumpido en su espacio interfiriendo con éxito.
Ante un posible adelanto de elecciones, la espantada autonómica justificaría cualquier retroceso electoral. La decisión política de que son más importantes los principios que los votos evitaría cualquier crisis de liderazgo, por muy fuerte que fuera el retroceso. Así, pase lo que pase, Abascal y su cúpula seguirán. Eso parece ser mucho más importante que las ideas y los pactos.
La decisión de Abascal y su cúpula ha emitido un mensaje claro a todos aquellos que votaban Vox para que el PP no gobernara solo y no repitiera un gobierno, tan catastrófico, como el de Rajoy, Soraya y Montoro. Abascal ya les ha dicho que no. No soporta gobernar con el Partido Popular. Abandona la influencia para ejercer la oposición contra el partido de Feijóo.
«En Vox no importan ni los cargos ni las pagas. Pero Abascal lleva toda la vida en la política»
La decisión de Abascal convierte al Partido Popular en la única alternativa de desalojo del poder de Pedro Sánchez. Para los de Vox, el PP y el PSOE son lo mismo, según el argumentario oficial de Abascal. En Vox no importan ni los cargos ni las pagas. Pero Abascal, que lleva toda la vida en la política, y su cúpula no renuncian ni a lo uno ni a lo otro. Jamás se cuestionan sus cargos y, por supuesto, no han organizado una bolsa de resistencia para sostener a los perjudicados.
Lo más grave, si es cierto, es la justificación última que dio Abascal en el CEN respecto a la decisión de romper. «Es una decisión de gente por encima de nosotros. Tened confianza». El discurso fue que la ruptura con el PP es una nueva «estrategia muy pensada» para recuperar la iniciativa en la derecha. Aseguró que la decisión «no es un calentón». Con esos argumentos cabe preguntarse ¿Quién manda realmente en Vox? ¿Quién es esa «gente por encima» del presunto mayor órgano de decisión del partido? ¿A quién sirven los dirigentes de Vox? Es curioso escuchar todo lo que denuncian respecto a la dependencia del «globalismo» del PSOE y el PP y ahora resulta que los de Vox tienen a otros «por encima«. ¿A qué intereses obedece y sirve la cúpula de Vox que adopta las decisiones de otros que están «por encima»? ¿Dónde?
Quizás esa «gente por encima» son los que han llevado a Vox a cambiar de grupo en el Parlamento Europeo e irse con Viktor Orbán, el hombre en la UE de Vladímir Putin, el imperialista invasor de Ucrania. Quizás esa «gente por encima» es la que los lleva a unirse en ese grupo junto a Marie Le Pen. Una realidad que pone en duda la afirmación de Abascal respecto a que «no tenemos apego a los sillones, sino a nuestras ideas».
Vox es presuntamente un radical defensor de la vida, como valor sagrado, desde la fecundación hasta la muerte. No se entiende que rompa con el PP por un reparto de 400 menas y se vaya de la mano de Marie Le Pen, la señora que ha votado a favor de la inclusión del derecho al aborto en la Constitución Francesa. No es muy coherente. Quizás sea porque la «gente por encima» sea la que define, además de la estrategia, cuáles son sus ideas y su financiación.
Abascal y su cúpula tienen por delante una explicación complicada.