Pedro Sánchez y el retorno de la posverdad
«Sánchez y su PSOE, que es una maquinaria inédita, estira tanto los límites de la realidad que empezamos a vivir en una España plató, como la de un ‘reality’»
«Las historias son metáforas de la vida y estar vivo significa estar en conflicto perpetuo», dijo Robert McKee, un maestro de guionistas. Pienso en él cada vez que escucho a algún tertuliano, político o fiscal hablar del «relato»; esa palabra que ha venido a sustituir a «resiliencia» en el universo melifluo en el que nos movemos.
El relato no sustituye a la verdad, por más que se acaricien la barbilla los asesores y asesoras o entrecierren los ojos como si pensaran. El relato es sólo un enfoque. Es girar en torno al objeto como en un museo. El ángulo no el cuerpo observado. La mirada no construye realidades. El relato no es arquitectura, es sólo una forma de acercarse a las cosas.
El «relato» de Pedro Sánchez es sólo una adaptación a nuestros tiempos de aquello que se llamó posverdad. El relato del PSOE actual no es un balcón al que asomarse para admirar el paisaje, sino un paisaje virtual. Es una reinvención de la realidad, a veces refinada, a veces burda, que no construye pensamiento político, sino que lo aniquila convirtiéndolo en una cuestión de fe. La verdad es la que él dice que es. Los hechos son, casi siempre, un obstáculo.
El relato, el de verdad, aunque suene a prosa, es más bien una herramienta poética. Decía Juan Ramón Jiménez en uno de sus aforismos: «En poesía, la forma debe ir por dentro, la idea por fuera». En política debería serlo también. El «tono duro» que le escribieron a Alberto Núñez Feijóo, por ejemplo, nunca debería haber encabezado un discurso. Porque la forma es un laberinto íntimo, una manera de estar en el mundo; pero es la idea la que florece. La propuesta o la crítica, la defensa o el ataque… lo que ahora se llama relato no responde a aquella visión que tenía la política antes. El relato, insisto, es una mirada, no una creación.
Tras el auge de los populismos, oposición eterna a la que los hechos les vienen grandes, es la propia realidad la que está en juego. Hasta la verdad es interpretable, es opinable, es matizable… pero lo que jamás va a ser la verdad es una mentira; del mismo modo, la mentira nunca podrá elevarse hasta convertirse en verdad.
«El relato, tal como está siendo utilizado en nuestros días, es turbador y sólo crea indefensión»
El político puede acompañar a la ciudadanía hasta sus postulados como un vendedor de coches que acerca a la familia al trasto que quiere endosarles, pero el político jamás podrá convencer a una familia de que ese contenedor de basura es un vehículo fiable. O sí, viendo los tiempos que corren.
Escribió el político italiano Aldo Moro que «cuando dices la verdad no debes arrepentirte de haberla dicho: la verdad siempre es esclarecedora». El relato, tal como está siendo utilizado en nuestros días, crea el efecto contrario. El relato es turbador y sólo crea indefensión.
Pedro Sánchez y su PSOE, que no es el PSOE que yo conocí, que es una maquinaria inédita, está estirando tanto los límites de la realidad que empezamos a vivir en una España plató, como la de un reality. Que la amnistía es concordia, que la ley del sólo sí es sí era una ley impecable técnicamente, pero que está interpretada con maldad por los jueces, que los periódicos publican cosas de Begoña Gómez por dictado de la oposición, que los ERE fueron un invento del PP para ganar las elecciones, que el Plan de Acción Democrática pretende abrir un debate sobre la verdad… no son enfoques, no son interpretaciones de los hechos. Es sólo una fantasía dicha con solemnidad. Es hablar de un todo basándose en una minúscula parte.
Lo que ahora se conoce como relato es sólo indecencia e irresponsabilidad. Es alejarse del objeto, es negar su existencia, es buscar en la oscuridad de nuestros prejuicios una explicación de la realidad que nos beneficie electoralmente.
«Es el ciudadano el que debe combatir contra esa arquitectura de sombra y buscar los hechos»
Christian Salmon es un señor que ha escrito mucho sobre el storytelling, que es una aproximación al relato. Sobre él escribió Alejandro Gándara en El Mundo, allá por el 2008: «En mi opinión, el libro de Salmon es interesante, pero contiene algunas suposiciones muy discutibles. La primera es que los relatos y narraciones no hayan sido utilizados ya históricamente para el fin de que el autor se asombra. La segunda es que los relatos puedan formatear mentes que no estén previamente formateadas en la predisposición a aceptar tales relatos. Por último, existe en el texto algún grado de visión conspiratoria, es decir, aquella que nos presenta a todos como manipulables y a los malos como manipuladores científicos, sin mayor análisis sobre el ejercicio de nuestra libertad y de nuestra responsabilidad. Yo les dejo a ustedes el criterio final».
La única forma de luchar contra el relato está en ese último apunte de Gándara. La libertad y la responsabilidad de quienes asistimos a incendiados discursos, indignaciones parlamentarias y ruedas de prensa sin preguntas al final.
Es el ciudadano el que debe combatir contra esa arquitectura de sombra y buscar los hechos. Porque ahí, en mitad de la sala del museo, iluminada tenuemente, siempre nos toparemos con la verdad.