Donald Trump resucitado
«El intento de asesinato no hace, sino confirmar que el Mesías resucitado va a repetir mandato…»
El magnicidio, esa especialidad americana, se ha invitado a la campaña justo en el momento en que el tentetieso de Biden parecía resistir al fuego amigo que presionaba para que renunciase en favor de cualquier otro candidato que tuviera… menos de 80 años.
La primera consecuencia en el campo demócrata ha sido que, siendo Biden de alguna manera coautor intelectual del atentado para gran parte del electorado, es hoy más que ayer un rival perdedor frente a Trump, el candidato que ha vencido a la muerte y por ello prácticamente imbatible.
Para los demócratas, razón de más para intentar el todo por el todo con un candidato nuevo y sin pasado que lo preceda.
Para la mentalidad providencialista que caracteriza al elector promedio de Trump, el intento de asesinato no hace sino confirmar que el Mesías resucitado va a repetir mandato. Es la fuerza del destino. Y las encuestas así lo acreditan. El especto del atentado sobrevolará a partir de ahora toda la campaña republicana, que ya tiene su poster (Trump ensangrentado puño en alto) y el eslogan insuperable «¡Luchad, luchad, luchad…!».
El gobernador J.D. Vance, joven, aislacionista, anti europeo, ex marine, autor de un best-seller tipo drama rural autobiográfico, es la pareja de baile perfecta para tocar la fibra de la América más profunda.
Trump jamás lo tuvo tan fácil para ganar las elecciones. El no tener que luchar puede amansarlo, y, tal vez, darle la ocasión de ordenar sus pocas ideas, por si tal vez alguna pueda ser salvada de la papelera.
Coda 1) Begoñismo. Se está produciendo una lamentable guerra de guerrillas entre el juez Peinado, las acusaciones, la defensa, la fiscalía (y de quien ésta depende) y los miembros implicados de la Complutense en torno a las nada éticas actividades de la pseudocátedra y esposa del presidente del Gobierno. En un ecosistema judicial tan lábil como el español, en el que un juez puede aparecer como héroe justiciero en cierta prensa conservadora y al mismo tiempo como un villano de manual en cierta otra prensa adicta al Gobierno, puede ocurrir cualquier cosa: desde el carpetazo definitivo del expediente, pasando por una ampliación del dominio de la lucha y de los ilícitos, hasta la pronta convocatoria de una vista oral con gravosas peticiones de condena para Gómez y los complutenses.
Es obvio que a quien se juzga, en efigie, es a Pedro Sánchez, igual que ocurre con el caso Koldo, el Delcygate o, en su día, el plagio grotesco que acabó en nada por falta de ignorancia, que decía Cantinflas.
Se añade al «caso Begoña» el del hermano del presidente, un vividor claramente con mucha sobra de música. Cierto es que la intervención del inquilino de Moncloa aparece aquí más indirecta, una suerte de trato de favor reputacional, y que el reproche penal podría ser nulo o apenas leve, si es que llega a haberlo; o que acabe en una regularización fiscal. (Vaya, ¡lo del novio de Ayuso…!). Pero Begoña Gómez y su cuñado David Sánchez simbolizan la corrupción del presidente, una realidad que el gobierno intenta ilusamente de negar estrangulando al mensajero. La prensa libre no peligra. De momento.
Coda 2) Eres o no eres. Las resoluciones del Tribunal Constitucional (sector Progresista) en el caso de los ERE van «amnistiando», una tras otro, a los principales condenados, creando así la sensación, por un lado, de impunidad y, por el otro, de desprestigio correlativo del Tribunal Supremo y de los demás tribunales que condenaron en Andalucía a la banda de Chaves, Griñán y Álvarez, los del «dinero no es de nadie».
«Para la mentalidad providencialista que caracteriza al elector promedio de Trump, el intento de asesinato no hace sino confirmar que el Mesías resucitado va a repetir mandato…»
Acongoja leer votos particulares emitidos por magistrados del TC, a modo de rasgadura de togas, por la aberración jurídica que supone la anulación de la condenas, que deja al Tribunal Supremo (Conservador) a la altura de un órgano politizado chavista dedicado a destruir al Partido Socialista.
Es tal el desprestigio del alto tribunal que ya se le coloca también a los pies de los caballos de los 7 Magníficos de Pumpido en el asunto de la amnistía a los sediciosos catalanes.
Sólo la justicia Europa podrá arreglar tal desaguisado, si se arremangase de una vez las puñetas.
Coda 3) Carvajalidad. Si Carvajal (u otros jugadores de La Roja) querían poner de manifiesto su desafección (o desprecio) hacia la persona de Pedro Sánchez, no era el mejor momento hacerlo en la recepción a la que fueron invitados en Moncloa para festejar el galardón europeo recién conquistado. Tenían y tienen la opción de hacer uso de la palabra y criticar al presidente, al gobierno o al partido socialista, a título personal, en una entrevista o en una rueda de prensa. Micrófonos no les van a faltar. Esta toma de posición es legítima, si bien tiene sus riesgos y los conocen: parte de la afición de su club, o de la selección, podrá sentirse decepcionada, molesta u ofendida en lo más profundo. Tocan fibra sensible. La querencia por unos colores balompédicos o una siglas políticas contiene muchas veces elementos irracionales. De eso viven los clubes y los partidos, manque pierdan.
Insisto, los carvajales son ciudadanos libres, y pueden expresar sus ideas, al igual que lo hace un cantante, un actor o un escritor, sabedores eso sí de que sus tomas de posición política pueden ser veneno para su taquilla. (Mbappé pidió el voto contra Le Pen, pero ahí está tan telendo).
Lo que no pueden hacer los carvajales es, mientras visten los colores colectivos, faltar al decoro a la institución de la presidencia del gobierno, que representa al conjunto de la sociedad, independientemente de quién ocupe el palacete monclovita.
O que se declaren apátridas y dejen de vestir de rojo. Y de blanco. Y de lo que sea. Y se vayan a Arabia.
Coda 4) Geometrías variables. La presidencia de la Asamblea la volverá ocupar, ¡por un puñado de votos!, la muy macronista Yaël Braun-Pivet, con 220 votos, en tercera vuelta con el apoyo de una gran parte de la derecha gaullista. El candidato de Le Pen, Sébastien Chenu cosechó 141 cotos (todos los de su campo); pero lo extraño, misterioso, es el caso del candidato comunista André Chassaigne: obtuvo 207 (lo que significa que si el Nuevo Frente Popular lo votó en bloque, 182 votos, ¿de dónde diantres salieron los demás 25 apoyos?).
Entretanto, desde la izquierda moderada se lanzan nombres de posibles primeras ministras que ni siquiera llegan a ser descartadas por la «macronía» visto que las propuestas no logran el consenso dentro del propio Nuevo Frente Popular, al toparse con el veto de los ultra de La Francia Insumisa.
Macron ve pues pasar tan pancho los cadáveres antes de decidirse a proponer a su candidato.