THE OBJECTIVE
César Calderón

Un partido de servicio doméstico

«Sánchez ha transformado lo que quedaba de aquel orgulloso e irreductible PSOE en un partido puesto al servicio doméstico de la esposa del secretario general»

Opinión
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Un partido de servicio doméstico

Pedro Sánchez. | Ilustración de Alejandra Svriz

Una de las consecuencias más visibles tras el segundo advenimiento de Pedro Sánchez a la dirección del PSOE  fue la reducción de su partido a una suerte de comparsa política, a un mero instrumento dentro del arsenal estratégico de su secretario general  para lograr llegar a la presidencia del gobierno y mantenerse en la misma.

Así, este partido centenario, antaño orgulloso de sus esencias orgánicas, esas que le habían otorgado el poder en innumerables ocasiones convertiéndole en una maquinaria política prácticamente invulnerable independientemente de si ostentaba el gobierno de la nación o no gracias a su implantación territorial,  pasó de ser el principal instrumento de las clases medias y trabajadoras para lograr cambios sociales y políticas públicas de progreso y modernidad a convertirse entre aplausos obsecuentes e interesados de una nueva casta cortesana más preocupada de sus carreras personales que de su partido o su país,  en una maltratada correa de transmisión de las necesidades y caprichos políticos de su nuevo emperador, cuya cambiante voluntad se obedecía sin cuestionamiento ideológico alguno, de forma, acrítica. Automática. Plana. 

«El PSOE está objetivamente en su peor momento político desde la llegada de la democracia tras perder casi todos sus gobiernos autonómicos»

Las consecuencias de esta prodigiosa transmutación las tenemos hoy y son perfectamente evaluables tanto en términos de pérdida de potencia autonómica y territorial: El PSOE está objetivamente en su peor momento político desde la llegada de la democracia tras perder casi todos sus gobiernos autonómicos, de capitales de provincia y de grandes ciudades y se mantiene vivo solamente gracias al cada vez más escaso aire que le insufla el respirador automático de Moncloa y que tiene que compartir con los otros miembros de la ecuación sanchista, especialmente los independentistas catalanes de ERC y Junts  y vascos de EH Bildu.

Y bien estaría que la cosa se hubiera quedado ahí porque nos guste más o nos guste menos y siendo generosos, podríamos entender que todo ello ha respondido a cuestiones que podemos entender dentro del ámbito más o menos político o de gestión del poder.

Una última barrera, la política, que también ha caído en el momento que Sánchez ha convertido a su partido en la principal fuerza de combate en la defensa de su señora de él, transformando lo que quedaba de aquel orgulloso e irreductible PSOE en un partido puesto al servicio doméstico de la esposa del secretario general al que solo le falta ponerle cofia y delantal (o librea, lo que ustedes gusten)  y encargarle que saque la basura, barra bien las esquinas y corte el césped de la residencia de la Moncloa.

Entregando de paso, y vuelvo a lo político, la iniciativa y la agenda a un Partido Popular que si es capaz de manejar la situación sin demasiados aspavientos ideológicos se beneficiará de una situación que puede llevarle en volandas al palacio de Moncloa a poco que el PSOE persevere en el error.

Y me temo que al menos de momento y a pesar de algunos tímidos conatos de rebelión interna, esa perseverancia está garantizada hasta que Sánchez, antes o después, caiga, y con él toda su corte de aduladores que en ese momento descubrirán prodigiosamente que ellos en realidad, nunca fueron sanchistas.

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