THE OBJECTIVE
Juan Francisco Martín Seco

La política de 'por pelotas'

«Encerrarse en el dogmatismo, la intransigencia y en la política de la testosterona lleva a la ineficacia. Es difícil prever cuál va a ser en el futuro la estrategia de Vox»

Opinión
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La política de ‘por pelotas’

Ilustración de Alejandra Svriz.

En más de una ocasión, en mis artículos, he defendido a Vox. Más que a Vox, a su derecho a participar en política, a mantener sus ideas —nos gustasen más o menos, fuesen más o menos convenientes—, ya que ninguna de ellas violenta la Constitución. En realidad, mi objetivo era denunciar el sectarismo subyacente detrás de los que pretendían anatematizar a esta fuerza política y a cualquier pacto que se llegase con ella, al tiempo que se amancebaban con partidos tanto o más de derechas que Vox y que dieron además un golpe de Estado, e incluso continúan pensando en darlo de nuevo. En esta materia, tanto el PSOE como Podemos o Sumar presentan una posición contradictoria y esquizofrénica.

Pero, dicho esto, tengo que reconocer que los dirigentes de Vox con sus actuaciones colaboran a ello y constituyen una coartada perfecta para que el sanchismo los demonice. No es tanto lo que dicen —que por supuesto es perfectamente discutible y yo discrepo en casi todo—, sino cómo lo dicen, con chulería y supremacismo, por pelotas. Nos recuerdan a los independentistas, aunque se odien mutuamente.

En esta ocasión, con su reacción a lo aprobado en la reunión que mantuvieron los representantes de las autonomías, se han cubierto de gloria. Difícilmente se entiende el motivo por el que han roto los gobiernos que mantenían con el PP en cinco comunidades. Lo que se ventilaba no era la anárquica política de inmigración instrumentada por el Gobierno. Ni siquiera la modificación de la Ley de Extranjería que propone el Ejecutivo y que el PP tampoco respaldó. Era algo mucho más simple y más coyuntural, pero también mucho más urgente. Dada la caótica situación de Canarias, era apremiante trasladar 347 menas a la Península para a continuación distribuirlos por comunidades.

Se habla de solidaridad. Se trata de algo mucho más básico. El término solidaridad se presta a confusión. Así ocurre también cuando lo emplean los independentistas catalanes o vascos para hablar de la relación financiera entre comunidades. Tanto en el tema de la migración como en el de la financiación de las autonomías, considero inadecuada la palabra. Tiene un tufillo a caridad, a altruismo, a algo graciable que no expresa la verdadera naturaleza de la relación. Deberíamos hablar de equidad o de igualdad, algo a lo que unas comunidades tienen derecho a exigir de las demás.

Cuesta creer que una formación política que hace gala de la unidad nacional de España se comporte como los independentistas y piense que los problemas de una autonomía no afectan al resto. Resulta difícil de aceptar que por esta nimiedad Vox haya decidido salirse de los gobiernos autonómicos en los que participaba. Y todo ello sin matices, sin diferenciaciones, sin contar con las ejecutivas regionales y cuando no parece que lo aprobado por la reunión de comunidades contradijese los acuerdos de gobierno firmados en cada una de esas cinco autonomías. Vamos, que las motivaciones y la política seguida se podían denominar por pelotas.

«No se puede afirmar que Vox, a diferencia de otros grupos políticos que han dado un golpe de Estado, se haya saltado la Constitución»

El hecho es tanto más inexplicable cuando en la constitución de esos gobiernos Vox hizo cuestión de honor —también de pelotas— el hecho de incorporarse a todos aquellos en los que el PP necesitase sus votos en la investidura. Tampoco hizo distinciones si los apoyos necesarios eran muchos o pocos. Fue esa postura cerril de Vox y sus comentarios la causa de que muchos electores se asustasen y, a pesar de todo lo que venía ocurriendo, los resultados permitieran a Sánchez que, valiéndose de todas las formaciones antisistema, pudiese mantener el Gobierno.

En contra de lo que el sanchismo ha pretendido inculcarnos, no se puede afirmar que Vox, a diferencia de otras formaciones políticas que han dado un golpe de Estado, se haya saltado la Constitución. No obstante, en los últimos tiempos ha circulado peligrosamente por el borde, proponiendo al PP adoptar posturas claramente ilegales, como el requerimiento de que el Senado, sobrepasando sus competencias, cortocircuitase la ley de amnistía.

Tampoco la condena total a cualquier acuerdo que el PP pudiese realizar con el PSOE (tal como el de la formación del CGPJ) parece demasiado compatible con las reglas democráticas tradicionales. En realidad, se sitúa en la misma posición dogmática del sanchismo cuando censura y reprueba cualquier negociación con Vox.

Lo cierto es que inexplicablemente fue Vox la formación política que con pacto o sin pacto sacó al sanchismo de uno de sus momentos más críticos, convalidando el Decreto ley 36/2020 por el que se aprobaba la forma de repartir y administrar los fondos europeos de recuperación. Todo el proceso quedaba sin control político alguno, y muy deteriorados y disminuidos los controles y procedimientos administrativos, esos que son totalmente necesarios para garantizar la objetividad y neutralidad en la aplicación de todos los recursos públicos, y estos lo son.

«Las formaciones extremistas tienden a emplear políticas obstruccionistas que distorsionan la acción democrática»

La abstención de Vox permitió que el decreto ley fuese revalidado en el Congreso, lo que fue acogido con estupefacción por gran parte de la prensa. Vox, para justificar su postura, alegó la necesidad de que los fondos europeos llegasen, y llegasen cuanto antes. Pero esto no es lo que estaba en juego con la aprobación del decreto ley. Lo que se ventilaba no era la llegada o no de los fondos, ni siquiera el cuándo —que dependía de la burocracia europea—, sino de cómo gastarlos, quién tenía que decidir su destino y cómo se iban a gestionar y con qué control. Curiosamente, Vox había dicho de esta norma que «creaba la mayor red clientelar de la maltratada historia de este país». La aprobación de este decreto ley ha tenido una gran importancia, puesto que ha permitido a Sánchez administrar sin ningún control un monto ingente de recursos.

Las formaciones extremistas, tanto a la derecha como a la izquierda, tienden a emplear políticas obstruccionistas y contradictorias que distorsionan la acción democrática, creyendo que, aunque sean minoritarias, pueden imponer la totalidad de su programa o de sus posiciones. Unos lo pretenden de manera ilegal, dando un golpe de Estado; otros, manteniéndose dentro de la legalidad, dan una patada al tablero o rompen la baraja y se encierran en posturas cerriles que a menudo dificultan la actividad política y paradójicamente consiguen efectos contrarios a los perseguidos.

Se suelen olvidar de que la política es el ámbito de lo posible y su mayor o menor amplitud en buena medida depende de la correlación de fuerzas. En democracia, cuando una formación política es minoritaria no puede pretender que sea su política la que se aplique, al menos en su totalidad. Su influencia queda limitada a la negociación y a ir consiguiendo por el convencimiento más y más adhesiones.

Encerrarse en el dogmatismo, en la intransigencia, en el todo o nada, en la política de la testosterona, conduce a la ineficacia. Es difícil prever cuál va a ser en el futuro la estrategia de Vox. Cualquier entorpecimiento en la actuación del PP va a ir en contra de lo que dicen defender. El PP será la derechita cobarde, pero cuesta imaginarse a Vox prestando su apoyo a Sánchez o a los independentistas. Aunque todo es posible.

«Curiosamente Vox ha guardado silencio ante el hecho de que Cataluña fue la única autonomía que se opuso a recibir ‘menas’»

Lo que parece es que esta formación está condenada a servir de coartada al sanchismo. Bien es verdad que este necesita poco para mantener su relato. Curiosamente ha guardado silencio acerca del hecho muy relevante de que Cataluña fue la única autonomía que se opuso a recibir menas en el último reparto. Y para mayor incoherencia, ante el posible rechazo por el Congreso de la Ley de Extranjería, atribuye la responsabilidad al PP (al que tilda de xenófobo, y de no haber abandonado las políticas de Vox), en lugar de culpar a los catalanes. La incongruencia se encuentra en olvidar que el PP es la oposición, que quienes le fallan son sus aliados, los independentistas, y que una vez más se demuestra que este Frankenstein no sirve para gobernar.

Con la Ley de Extranjería el Gobierno lo único que realmente pretende es obtener para sí una vez más el ordeno y mando, es decir, la facultad de imponer a las comunidades cuotas de aceptación sin que estas tengan nada que decir. El sanchismo todo lo arregla con leyes, leyes (que, por otra parte, últimamente no tiene capacidad de aprobar), pero es inútil para la gestión.

La oposición critica la política de migración de Sánchez. En realidad, no es buena ni mala. Sencillamente carece de ella. En esto como en todo es simplemente oportunista. Comenzó con el numerito del Acuarius, puro folclore, teatro, de exhibición, de campaña publicitaria, de rédito electoral; sin reflexión y sin medir las consecuencias. Y así ha seguido a golpe de ocurrencia, incluso yéndose en ocasiones al otro extremo, tales como la de la masacre de Melilla.

Las migraciones no son un problema de fácil solución, ni admiten posturas simples y demagógicas. Es un terreno especialmente complejo, donde confluyen las contradicciones del sistema capitalista y del Estado social, porque si realmente el Estado quiere ser social y garantizar el bienestar de sus ciudadanos no tiene más remedio que poner límites a la solidaridad con los extranjeros.

«La solución a la inmigración no puede venir de posturas numantinas cuya única receta consiste en Santiago y cierra España»

Hoy, en toda Europa, el tema de la inmigración está retando a los políticos y poniendo en aprietos en especial a los partidos de izquierdas, que ven cómo sus votantes se desplazan inesperadamente a formaciones a las que se califica de populistas o de ultraderecha, pero que han sabido entender y manejar el miedo al fenómeno migratorio de una amplia capa de la población, la de aquellos que pueden sufrir sus consecuencias, por encontrarse en situaciones más precarias. Frente a ello no vale esgrimir descalificaciones morales y negar el problema. La oposición de intereses existe.

Desde luego, la solución tampoco puede venir de posturas numantinas cuya única receta consiste en Santiago y cierra España. De ahí que no se entienda la actitud adoptada por Vox, sobre todo cuando el acuerdo tomado era un tema nimio si lo comparamos con la amplitud del problema y en el que no cabía la vuelta atrás. Los menas estaban ya en Canarias. Al margen de la negativa, se desconoce cuáles son las fórmulas o los planteamientos viables que proponen. Da la sensación de que tan solo profesan la política del por pelotas.

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