THE OBJECTIVE
Ignacio Ruiz-Jarabo

La mujer de Franco como antecedente

«Las mujeres de Suárez, Calvo Sotelo, González, Aznar, Zapatero o Rajoy no tuvieron que declarar en un juzgado como investigadas por posibles delitos»

Opinión
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La mujer de Franco como antecedente

Boda de Francisco Franco y Carmen Polo. | Wikipedia

Existen casos en la historia de España en los que la mujer de quien detentaba el poder usó y abusó en beneficio propio del deseo de agradar a su marido que anidaba en muchos, fueran éstos personas, empresas o instituciones. Sin perjuicio del posible respeto o miedo que anidaba en unas y otras, lo cierto es que la expectativa de aprovechamiento o el ánimo de lucro estaba también presente en los socios de la mujer del poderoso.

Cuenta la leyenda urbana que el caso más reciente fue el de Carmen Polo que según se dice se aprovechó personalmente y mucho del poder que ostentaba su marido, el General Franco. Se narraba entonces que fueron múltiples las operaciones inmobiliarias de las que, mediando las correspondientes recalificaciones urbanísticas, supo obtener sabrosos beneficios y lograr que los obtuvieran los que le ayudaban en su tarea. También se contaba que aquellas empresas privadas que de un modo u otro sabían ganarse su favor resultaban adecuadamente premiadas con contratos del Estado que engordaban su facturación y su cuenta de resultados.

Parece ser que la cosa llegó a naturalizarse a tal punto que empresarios y rectores de entidades públicas no dudaban en acudir al palacio de El Pardo para tratar con la mujer de Franco el diseño de las operaciones tendentes a favorecerla. Acudían allí raudos, prietas las filas, convencidos de lo positivo que era para ellos tratar bien a la mujer del primer ejecutivo de la nación, ya se sabe do ut des. Y sobra decir que en el escenario descrito no había leyes, reglamentos, protocolos o normas de registro oficial alguno que supusieran un obstáculo para beneficiar a la mujer del jefe pues sus pretensiones y su voluntad eran atendidos incumpliendo lo que hubiera que incumplir.

Es lógico pensar que, tras estas reuniones y en función de lo allí acordado, los asistentes trasladaran las correspondientes órdenes a sus colaboradores y subordinados para realizar las acciones que favorecieran a Carmen Polo. Según se rumoreaba, aquello era una trama que funcionaba como un reloj suizo para beneficio de la mujer del dictador y de los que le ayudaban en sus planes.

Las consecuencias de un modelo de relaciones como el descrito son fácilmente deducibles. La mujer de Franco habría obtenido lo que era su propósito -bienes y joyas- al tiempo que aquellos que le ayudaron a conseguirlo habrían logrado suculentas prebendas por su ayuda. Se hablaba de algún empresario que vio multiplicar sus beneficios merced a la riada de contratos con el Estado que logró gracias a las recomendaciones de Carmen Polo que, como no podía ser de otra forma, surtieron los efectos deseados en los procesos de contratación.

«Aunque nuestra democracia ha tenido graves casos de corrupción, nunca sufrió uno que afectara a la mujer del presidente»

Situando en su contexto histórico las andanzas citadas, no está de más recordar que se produjeron en plena dictadura, la de Franco. Sin duda, debido a esta circunstancia Carmen Polo no tuvo nunca ningún problema con la Justicia, nunca se abrió causa alguna contra ella, jamás fue imputada en un proceso penal y por supuesto, no tuvo que acudir a un juzgado para que se le tomara declaración. Cosas de una dictadura que afortunadamente no suceden -no deben suceder- en una democracia en la que, faltaría más, quien la hace la debe pagar. Con todas las garantías procesales que hayan de cumplirse ser, pero debe pagarla.

Afortunadamente, en la historia más reciente de España no se había reproducido una situación semejante. Ni la mujer de Adolfo Suárez, ni la de Leopoldo Calvo Sotelo, ni la de Felipe González, ni la de José María Aznar, ni la de José Luis Rodríguez Zapatero, ni la de Mariano Rajoy realizaron nada que les ocasionara problemas con la Justicia. No obtuvieron prebendas profesionales ajenas a su perfil académico o a su experiencia laboral, no utilizaron el palacio de La Moncloa como centro de negocios para diseñar y planificar sus andanzas profesionales o sus negocios empresariales, no intercedieron en ningún concurso público de contratación para que la oferta de algún empresario concreto fuera la elegida, no registraron como propios bienes o derechos ajenos…

Debido a lo anterior, ninguna de ellas resultó imputada en un proceso penal y la sociedad española no tuvo que afrontar la poco decorosa situación de ver a las mujeres de Suárez, Calvo Sotelo, González, Aznar, Zapatero o Rajoy entrando en un juzgado para declarar ante el juez como investigada por la posible comisión de delitos varios. Sin duda alguna, ese ha sido un activo de nuestra democracia que aunque desgraciadamente ha tenido varios y graves casos de corrupción, nunca sufrió uno que afectara a la mujer del presidente del Gobierno. Enlazando con lo expuesto antes, ninguna de las mujeres de los citados cayó en la tentación de emular a Carmen Polo, ninguna de ellas se prevaleció del poder de su marido en provecho propio y en definitiva ninguna ejerció de mujer del dictador.

Pero ¡ay desgracia! dice el saber popular que no hay mal que cien años dure ni dicha que sea eterna. Lamentablemente, la segunda parte de la afirmación resulta hoy especialmente de actualidad en la realidad política española.

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