THE OBJECTIVE
Jorge Vilches

Sánchez hasta el cuello

«El presidente está sudando tinta por tres motivos: parálisis parlamentaria, presión judicial y tensión con el PSOE por la cesión a los nacionalistas»

Opinión
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Sánchez hasta el cuello

Ilustración de Alejandra Svriz.

Los presidentes autonómicos se quejan porque no reciben una visita del gobernante más retorcido de la historia de la democracia. Es incomprensible. Tanto como quien dice que es una pena que este Gobierno no legisle, cuando es evidentemente mucho mejor que no lo haga. No recuerdo una ley buena, aprovechable, necesaria o ventajosa que haya procedido de la charca negociadora del sanchismo. Tampoco es de recibo que esos presidentes autonómicos pidan más dinero como si la caja pública la llenaran por la noche unos mágicos enanitos, y no fuéramos nosotros con impuestos

Quizá podrían pedir que Sánchez no hiciera nada contra nadie, o recomendar lo que escribió James Burnham hace cien años: cuando un gobierno es consciente de que es nocivo para sus ciudadanos, lo mejor es que se quede en un rincón y no moleste. Pero esto es imposible. A este Ejecutivo le faltan consciencia y conciencia; esto es, conocimiento de su toxicidad para la mayoría y una buena cantidad de escrúpulos. Cánovas, nuestro estadista del siglo XIX, mucho más inteligente y leído que todos estos zangolotinos, preguntaba a un colega en 1875: «¿No cree usted que la mayor enseñanza que necesita España es la de saber retirarse del poder? ¿No cree usted que la causa más poderosa de nuestras desdichas ha sido el furor de nuestros hombres de alcanzar el poder y conservarlo a cualquier precio?». Parece que nuestro conservador decimonónico estuviera hablando a Pedro Sánchez que, sin duda, en un acceso de arrogancia le llamaría «ultra».

«El supuesto maquiavelismo de Sánchez se va antojando otro mito de la factoría presidencial» 

Lo cierto es que el presidente del Gobierno está políticamente hasta el cuello por tres motivos: parálisis parlamentaria, presión judicial y tensión con el PSOE por la cesión a los nacionalistas. Estos tres factores hacen que en Moncloa no duerman. Son demasiados frentes abiertos para cualquier gobierno en un sistema parlamentario. Los equilibrios para que la situación no se rompa empiezan a ser imposibles. Con todo, el supuesto maquiavelismo de Sánchez se va antojando otro mito de la factoría presidencial.

Esta semana se ha demostrado que Sánchez no tiene mayoría parlamentaria. Se han caído sus leyes principales y, lo peor, en el último momento. Oímos a Urtasun, el descolonizador, confesar un secreto de las deliberaciones del Consejo de Ministros: la «hostia» que se habían llevado por obra y gracia de Junts. La culpa de que no saliera la ley de extranjería y el límite de gasto no ha sido del PP, tal y como han pretendido los portavoces políticos y mediáticos del sanchismo, sino de los diputados de Puigdemont. Y es que la «mayoría de legislatura» no existe. Fue solo para la investidura y se acabó, porque el acuerdo entre Sánchez y ERC para sentar a Illa en la Generalitat es una declaración de guerra para Puigdemont.

«El sanchismo está rompiendo el principio igualitario que ha dado identidad al PSOE histórico»

Pero esto, además, abre otro frente a Sánchez. Los socialistas no acaban de encajar los privilegios que se dan a ciertos ciudadanos que tienen partidos que chantajean al Gobierno de España. El sanchismo está rompiendo el principio igualitario que ha dado identidad al PSOE histórico y, peor, haciendo más ricos a los ricos —catalanes y vascos— y más pobres a los pobres —el resto—. Esto no se ha castigado en las urnas porque se ha sacado el espantajo de la «derecha y la ultraderecha», el hombre del saco que hace el saludo romano y se lleva los derechos de las mujeres y del colectivo LGTB y demás letras. Pero esto va a reventar porque es una trola. Nadie ha perdido ningún derecho porque gobiernen las derechas de PP y Vox.

La cesión de privilegios a los ricos nacionalistas acabará pagándose en las urnas porque el votante socialista del resto de España se sentirá engañado y se abstendrá. Los primeros en pagar el pato serán los barones autonómicos, huérfanos de discurso sobre la «justicia social igualitaria» y puestos en evidencia como títeres de Sánchez. A nadie se le escapa que Salvador Illa no está pactando con ERC. Todo lo que quieren los republicanos se lo puede dar Sánchez, no Illa. Eso funciona con el resto de dirigentes autonómicos del PSOE, que ha pasado de oligárquico a faraónico en tan solo siete años.

Lo último, y quizá sea un alivio para los socialistas críticos, es que la familia Sánchez-Gómez tiene un problema en un juzgado. La pareja presidencial ha tenido la desdicha de que le toque un juez que no se postra ante el Gobierno, sino que considera que la ley debe ser igual para todos, sin tratos de favor, sin chambelanes ni besamanos. De hecho, el juez Peinado, que es Dios en su sala, ya ha dicho a Sánchez que no quiere una carta, sino que irá a tomarle declaración a la Moncloa, como la norma contempla y sanseacabó. Por eso el sanchismo está sudando tinta, porque su Amo, en un quiebro justo del destino, como si el puñetero karma existiera, está en un quítame allá esa influencia de estar imputado.

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