THE OBJECTIVE
José María Albert de Paco

Un epílogo catalán

«Sánchez no ha propiciado nada; al contrario, ha cedido el centro del tablero político a una camarilla crepuscular»

Opinión
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Un epílogo catalán

Pedro Sánchez y Carles Puigdemont. | Alejandra Svriz

La manifestación independentista que recorrió el centro de Barcelona el pasado 13 de julio no fue noticia pese a que debió serlo. Lejos quedaban los desfiles coreanos de la edad de oro del procés, cuando sus promotores, entre los que se contaban TV3 y el Grupo Godó, voceaban ufanos «ho tenim a tocar!», paráfrasis del culerísimo «aquest any, sí!», y la cartelería oficialista avizoraba la distopía de que, cuando Cataluña fuera un Estado, habría «helado de postre». ¡Helado de postre! Aún faltaban tres años para que los principales instigadores de la revolución de las sonrisas, que al punto devinieron en mueca siniestra, tuvieran ocasión de comprobar de primerísima mano que en las cárceles se servían tarrinas hacendado de vainilla, y que la calidad del menú navideño (terra d’escudella, después de todo) era superior a la de no pocos hogares catalanes.

Debió ser noticia, digo, e incluso copar la misma superficie que coparon las vías catalanas, las uves a vista de pájaro, el soberanismo sobre plano y las cadenas humanas entre Salses y el porvenir. Se trataba de someter a los mil y pico de expedicionarios que desembarcaron en plaza Urquinaona desde Vic y sus afueras, dicho sea en un sentido moral, a la misma operación discursiva que normalizó, enalteció los fastos de 2014-2017: planos cenitales para tasar la magnitud de la movilización, cálculo aproximado de la asistencia mediante el índice de densidad del gentío, anécdotas varias (mascotas, bebés, ancianas, rostros populares)…

El periodismo, en cambio, exhibió una vez más su acreditada incuria a la hora de cerrar los paréntesis, su ontológica renuencia al principio de simetría. Siglos soportando la murga del deporte como metáfora de la vida y ni siquiera alcanzamos a embalsamar nuestras miserias en la olímpica sintaxis de unos Juegos, apertura y clausuraEl Mundo incrustó un pie de foto y solo THE OBJECTIVE publicó la esquela en tiempo y forma, lo que no deja de ser irónico, detentando La Vanguardia como detenta el monopolio de las pompas: «Según cifras de la Guardia Urbana, cerca de 1.500 manifestantes han recorrido la Vía Laietana de Barcelona hasta la sede del Palau de la Generalitat, donde los manifestantes han echado al suelo trozos de pan en un simbólico mensaje de que Cataluña no quiere conformarse con «migajas»». Migajas, en efecto, qué oportunísima performance; porque lo que encarnaba esa postrera falange era, exactamente, la quinta acepción del término: residuo. D’un temps-d’un país.

«Fueron la policía, el Rey, un millón de españoles y los jueces quienes hicieron descarrilar el procés»

Anote la general estulticia, si no lo ha hecho ya, que fueron la policía, el Rey, un millón de españoles y los jueces quienes hicieron descarrilar el procés; que la inveterada cobardía catalana (¡independientes sin bajar del autocar, hágase!) hizo el resto. Y que Sánchez no ha propiciado nada; antes al contrario, ha cedido el centro del tablero político a una camarilla crepuscular.

Lo alarmante es que, a 27 de julio, no lo haga para estar a la altura, nunca mejor dicho, del ritornelo del Falcon, sino porque se haya aficionado a la escritura y pretenda, gravemente, seguir practicándola

Bola extra


Voilà. Una vez más, Francia se ha quedado a un paso de hacer el ridículo; para que sean los agoreros quienes lo den. Y con ellos, los nativos analógicos que una semana antes que los 1.500 de Urquinaona salieron a la calle para protestar por la conversión de su ciudad en un parque temático. Los organizadores de París 2024 han hecho realidad esa hipérbole, como apuntaba Marc Bassets, con un espléndido anti-Puy du Fou. Pasado por agua. Poché.

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