THE OBJECTIVE
Ignacio Vidal-Folch

Los sultanes del swing

«Hace 45 años que esta canción (que ha hecho ricos a Mark Knopfler y a su banda, que entonces estaban ‘dire straits’, o sea, sin blanca, en la ruina) no decae»

Opinión
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Los sultanes del swing

El guitarrista y exlíder del grupo de rock británico Dire Straits, Mark Knopfler, durante un concierto de su banda en Hamburgo (1978). | Wikimedia Commons

Ayer, en el bar La Esquinita, de la soñolienta calle Covarrubias, de Madrid, sonaba la misma canción —suena continuamente, en todas partes, desde hace décadas—, The Sultans of Swing.

Salí a la calle, y quizá el calor del verano catalizó los estímulos musicales y precipitó los recuerdos.

Hace 45 años que no decae esta canción que en efecto tiene mucho swing, y que por cierto ha hecho ricos a Mark Knopfler y a los músicos de su banda, que entonces estaban dire straits, o sea, sin blanca, en la ruina. Efecto de la propiedad intelectual y los derechos de autor, que se inventaron para que los artistas populares no se mueran de hambre pese a sus logros y que ha hecho de muchos talentos —y de muchos memos— gente obscenamente acaudalada.

Ahora cualquier mamarracho peinado con mullet que un día da en la tecla, como el burro de la fábula, vive de rentas el resto de su vida, e intentando repetir aquel acierto. Son lo que los británicos llaman One Hit Wonder, maravilla de una sola vez. A veces se angustian viendo que no lo consiguen y sospechando que el acierto fue fruto de la mera casualidad. Tema interesante psicológicamente.

A mí me gusta este fenómeno, pues soy partidario de la lotería, de los reyes, de las suertes excepcionales, sin las cuales la vida sería demasiado previsible. Como todo el mundo, admiro el trabajo sostenido y abnegado, claro está, pero también me gustan las lindas huerfanitas de las que se enamora un príncipe, desde los bíblicos Ester y Mardoqueo hasta La Cenicienta. Me gustaba la familia García Pelayo, que gracias a sus cálculos (antes de los ordenadores) hicieron saltar la banca de todos los casinos europeos hasta que se les prohibió volver a poner los pies en ellos. Me gustan los unicornios, aunque tengan el defectillo de no existir.

«¿Por qué esta canción resiste el desgaste del tiempo mientras otras que cautivaron los oídos de una generación desaparecen?»

Si en tiempos de Cervantes, cuando el Quijote era un éxito en toda Europa, hubiera habido derechos de autor, el pobre héroe y genio no hubiera fallecido en la miseria y agradeciéndole patéticamente en el lecho de muerte a su protector sus pasadas mercedes…

Décadas atrás, cuando hacía la mili en Santiago de Compostela, cada tarde, al salir del cuartel, después de sacarme el disfraz militar, ducharme y ponerme un disfraz civil, iba a un bar de la calle del Franco y echaba una moneda en la ranura del jukebox para escuchar, como cada tarde, Sultans of Swing.

Con la fabulosa cantidad de canciones que se han difundido desde entonces, ¿por qué ésta, y algunas más, resisten el desgaste del tiempo mientras otras que cautivaron los oídos de una generación desaparecen como paquebotes que zozobran?

Misterios de la lotería, y del mundo pop.

«Cuenta Knopfler que hay una banda tocando una noche de lluvia en un desangelado local de las afueras de Londres»

Quizá el lector se sepa de memoria la melodía pero no entienda la letra. Yo sí, por motivos obvios: la escuché cada día durante un año en Santiago. Es una bonita pieza de narrativa. Cuenta Knopfler que hay una banda tocando una noche de lluvia en un desangelado local de las afueras de Londres, ante un público escasísimo, unos cuantos chicos borrachos que no les prestan atención, sólo han entrado para tomar algo, en camino a otro concierto. La banda toca bien, pero su repertorio es creole, no rock and roll, que es la música de moda.

El trompetista tiene un trabajo formal durante el día, así que el fiasco de la banda no le afecta mucho, de hecho está pensando en dejarla. Otro está pensando en su novia. En fin, que todo huele a fracaso en una noche lluviosa. «And then the man he steps right up to the microphone/ And says at last just as the time bell rings/ ‘Goodnight, now it’s time to go home’/ Then he makes it fast with one more thing/ ‘We are the Sultans/ We are the Sultans of Swing’». «Y entonces, mientras suena la campana de cierre, el hombre se acerca al micro y todavía dice: ‘Buenas noches, ya es hora de volver a casa’. Y luego agrega rápido una cosa más: ‘Somos los Sultanes, somos los Sultanes del Swing’».

Así acaba la canción, y como Knopfler no agrega ya nada, tampoco glosaré yo su patetismo divertido y emocionante, el abismo entre la realidad y el deseo, ni la gracia que esta canción que describe una noche de fracaso se haya convertido en un triunfo permanente e internacional, y hasta suene en La Esquinita.

One hit wonder es Knopfler para mí, pues la verdad es que no he prestado nunca atención al resto de sus composiciones, que me parecen todas parecidas. Con ésta me basta.

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