Para sorpresa de nadie
«Una de las características principales del sanchismo es que parece que no será capaz de llegar tan lejos, pero siempre acaba llegando tan lejos»
Ilustración de Alejandra Svriz.
Nadie se lo cree (al menos nadie cuyo sueldo no consista en creerse cosas así), pero el Gobierno insiste en que el modelo de financiación «singular» para Cataluña que ha pactado con ERC es «un paso hacia la federalización» del Estado autonómico. Si realmente fuera así, una buena idea habría sido no comenzar por Cataluña, o no pactar solo con los independentistas catalanes, a los que no les interesa el federalismo especialmente. Es decir, si el plan es federalizar completamente España, ¿por qué no empezar por Murcia, Asturias o Andalucía? ¿Por qué no proponerlo a nivel nacional? Igual que pasaba con la amnistía y otras medidas que parecían importantísimas y urgentísimas: si así lo eran, ¿por qué se acordaron tan tarde, y como contraprestación a una investidura?
Porque el objetivo no es la igualdad ni el federalismo, algo muy repetido estos días y no menos cierto. Cataluña no desea un Estado federal, desea un trato de favor. Cataluña es, dicen, diferente. Su relación con el Estado no puede ser como la del resto de comunidades autónomas; ha de ser bilateral, no multilateral. ¿Cómo va a sentarse Cataluña en una conferencia de presidentes autonómicos junto a Castilla-La Mancha o La Rioja? Sería humillante.
Lo explicaba así el año pasado José María Maravall: «Parte del descontento catalán no deriva solo de sus niveles absolutos de autogobierno, sino de sus niveles ‘relativos’: es decir, de exigir más autogobierno que las ‘regiones’. No solo se reivindican derechos, sino también que los demás no los tengan». El acuerdo al que se ha llegado implica un federalismo asimétrico que se quedará así. La condición para este federalismo selectivo es que no se desarrolle luego un federalismo real.
Como ha explicado el economista y director de Fedea Ángel de la Fuente, quizá el mayor experto en balanzas fiscales y el debate sobre la supuesta infrafinanciación catalana (dice que el saldo fiscal de Cataluña es el que le toca por renta, no hay anomalías), el «objetivo último del nuevo sistema es recortar sustancialmente la aportación catalana a la caja común del Estado bajo la excusa de reducir un desproporcionado déficit fiscal del que no existe rastro en los estudios comparados. Inevitablemente, por tanto, los recursos disponibles para la solidaridad interterritorial y las políticas sociales de ámbito nacional se reducirán».
«La compra del relato independentista catalán no es una excepción en el discurso del PSOE de Sánchez, es su esencia»
Esta decisión no es una excepción, un cambio de guion, un sacrificio que ha hecho el PSOE para la gobernabilidad. Al contrario: encaja a la perfección en el discurso y estrategia del Gobierno. Como dice la frase, its not a bug, it’s a feature. La compra del relato independentista catalán no es una excepción en el discurso del PSOE de Sánchez, es su esencia. Al fin y al cabo, el partido actual es una combinación de proyecto personalista sanchista y sucursal del PSC en Madrid. Y no olvidemos que el primero que se beneficiará de este nuevo sistema de financiación será Salvador Illa, del PSC, que será el nuevo presidente de la Generalitat.
La sorpresa de algunos analistas acríticos (que siempre miran veinte veces antes de cruzar el semáforo, no vaya a ser que se queden solos en algo o tengan que elaborar una opinión propia) es, a su vez, sorprendente. En realidad les compadezco: una de las características principales del sanchismo es que parece que no será capaz de llegar tan lejos, pero siempre acaba llegando tan lejos. Y, cuando lo hace, es sorprendente y lo contrario. Es sorprendente porque el presidente había prometido seiscientas mil veces que no haría lo que ha acabado haciendo. Y no es nada sorprendente precisamente por la misma razón: se cumple el patrón.
