THE OBJECTIVE
Manuel Pimentel

Jubilación, ¿estamos preparados?

«El secreto está en comenzar a prepararse con anticipación. Y tanto el sistema de pensiones, el ámbito fiscal y la propia empresa, deben ayudar a conseguirlo»

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Jubilación, ¿estamos preparados?

Ilustración de Alejandra Svriz.

Son – somos – muchos los españoles nacidos en el pleno desarrollismo, el bautizado como milagro español, 1959-1973, que tan gran salto supusiera en nuestra renta y bienestar. En esa década y media explotó nuestra demografía, nuestro babyboom patrio, algo retrasado frente al experimentado con anterioridad en la mayoría de los países occidentales. Pues bien, estas cohortes tan numerosas comenzaremos a jubilarnos con una consecuencia obvia: seremos más los que nos jubilemos que los que entren a trabajar. Solo el refuerzo inmigratorio equilibrará parcialmente esta desproporción generacional, pero sin lograr paliar las fuertes tensiones financieras a las que se verá sometido nuestro sistema de pensiones.

Pero estas líneas no abordarán la sostenibilidad/insostenibilidad de las pensiones públicas, ni fórmulas ni recetas para abordar asunto tan complejo, sino que quieren dirigirse a la situación personal de estos futuros pensionistas. Simplemente, y porque viene al caso, anticipamos el escenario futuro más probable. Habrá pensiones públicas, sí, pero con una distribución diferente a la conocida durante estas últimas décadas, sobre todo para las pensiones más altas, que irán erosionándose y perdiendo poder adquisitivo progresivamente. De hecho, ese proceso ya se ha iniciado, acelerándose con las últimas reformas, en las que se ha abandonado definitivamente el carácter contributivo del sistema. ¿Qué significa esto? Pues de manera muy simplificada, que se cotiza más, pero que las pensiones que se percibirán no subirán en idéntica proporción, lo que significa, de hecho, una erosión en su poder adquisitivo.

La brecha fiscal – suma de impuestos y cotizaciones – se incrementa año a año, drenando rentas, dificultando el ahorro y, como decíamos, erosionando pensiones. Y, atención, atención, que esto afectará a todos los pensionistas, pero se cebará de manera más acusada en aquellos cotizantes de salarios altos que aspiran a pensión máxima. Aviso a navegantes, esta pensión máxima perderá sensiblemente poder adquisitivo frente a la actual, por lo que bien harán estos beneficiarios en prever renta complementaria si aspiran mantener, tan solo, una fracción del nivel de vida al que estaban acostumbrados. Si no lo hacen, dado que el los gastos son tenaces en el tiempo, podrán encontrarse realmente apurados.

No queremos analizar el sistema, sino, precisamente, las rentas y el quehacer profesional de estos cientos de miles de profesionales, funcionarios, ejecutivos, docentes y directivos en general, que han disfrutado de sueldos medios/altos hasta el momento de su jubilación. Han mantenido una intensa vida laboral y, de repente, se encontrarán en casa, sin nada que hacer si no lo han organizado con tiempo, con un nivel de gastos de difícil reducción, y con una pensión aminorada frente a la que esperaban recibir. ¿Por qué? Pues porque las reglas del juego han ido cambiando a lo largo de los años y siempre con la misma dirección. Pagar más y recibir menos.

Algún día escribiremos sobre la enorme estafa colectiva que hemos perpetrado contra nosotros mismos, pero debemos centrarnos, como decíamos, en lo que nos interesa ahora, el cómo preparar el momento de la jubilación. Lo aquí expuesto vale para todos los pensionistas, aunque va dedicado a los de rentas más altas, que son, los que, si no se han preparado adecuadamente, más diferencial de ingresos y renta van a experimentar.

«Necesitamos ahorrar y adquirir una cultura financiera al menos básica»

Tenemos, pues, que preparar el momento de nuestra jubilación. Llegar a ella, como si tal cosa, sin mentalización ni preparación, puede abrirnos el abismo del día después. Pero, ¿qué significa prepararse? Significa planificar nuestro retiro al menos en cinco ejes: educación financiera, diseño de la carrera profesional, posibilidad de una segunda carrera, preparación para ese día de después, y salud y bienestar.

En primer lugar, adquirir una cultura financiera al menos básica, de la que la mayoría de nosotros carecemos. Necesitamos ahorrar. Y no podemos o no sabemos hacerlo. El coste de la vida, unido a la presión fiscal que soportamos y a las circunstancias familiares – divorcios, separaciones, nuevas familias-, complican el conseguir el ahorro necesario para los largos años de jubilación. En los ochenta del pasado siglo se habilitó un sistema de ahorro complementario, los conocidos como Planes Privados de Pensiones, que se extendieron con rapidez, impulsados por unos atractivos estímulos fiscales, que permitieron la aportación de hasta 12.000 euros al año.

Sucesivas reformas han disminuido este tope hasta los escasos 1.500 euros anuales de la actualidad, cuantía evidentemente insuficiente para todo aquel que desee dotarse de un colchón para complementar el poder adquisitivo de pensión pública que, como ya sabemos, al menos en el caso de las más elevadas, será menguante. Es cierto que se ha abierto la vía de los Planes de Empresa, pero muy pocos son los posibles beneficiados, dado el gran peso de la pyme en nuestra economía. ¿Cómo ahorrar, entonces? Está claro que debemos establecer una estrategia de medio y largo plazo. Nuestra generación creció convencida de que la mejor inversión era la inmobiliaria, los ladrillos, la vivienda propia y una segunda vivienda. ¿Realmente es la mejor? ¿Se puede complementar? Las sucesivas reglas fiscales, ¿han modificado este axioma?

El mundo financiero es hoy mucho más complejo, rico y arriesgado del que conocimos cuando comenzamos nuestra andadura profesional. Por eso, debemos interesarnos por sus posibilidades y alternativas. ¿Fondos de inversión? ¿Acciones? ¿Renta fija? ¿Cómo y cuándo? Pues ni idea, la verdad. Por eso, recibir un asesoramiento de un experto se nos antoja cosa útil y prudente. Y esa formación financiera debe impartirse desde la treintena, cuando aún existe recorrido para ir dotando el ahorro que posteriormente se necesitará. Aunque nunca es tarde si la dicha es buena, y esa mínima formación financiera nos vendrá bien a cualquiera y en cualquier edad.

«Las empresas y administraciones deberían ser sensibles a la diversidad y flexibilidad de las carreras profesionales»

En segundo lugar, con el diseño de una carrera profesional adecuada, manteniéndonos empleables y actualizados a lo largo del tiempo, conviviendo en la diversidad generacional, estimando la conveniencia, o no, de prolongar los años de trabajo, reducirlos mediante la jubilación anticipada, o – y es otra alternativa-, mediante la fórmula conocida como carrera descendente, esto es, el continuar, pero con menos dedicación y responsabilidad. Las empresas y administraciones deberían ser sensibles a la diversidad y flexibilidad de las carreras profesionales y planificarlas, en lo posible, atendiendo a las peculiaridades individuales. Este es un tema absolutamente fundamental y no abordado. Hasta ahora, la tendencia fue la de prejubilar. A partir de ahora será por completo diferente, ya que ni al sistema ni al trabajador le convendrá. Debemos diseñar la alternativa y ese camino está aún por hacer.

En tercer lugar, la posibilidad de una segunda carrera que, simultaneándola con la actividad habitual durante los últimos años de carrera o continuándola tras la jubilación nos mantenga activos, motivados y con la posibilidad de un complemento económico. Las alternativas de jubilación parcial, flexible o activa pueden resultar de interés en estos supuestos, por lo que deberíamos conocer sus posibilidades y alcance. La segunda carrera, entre otras, se expresa en múltiples fórmulas, con la de senior advisers, miembros de consejos de administración o asesores, consultores, colaboradores en ONGs o mediante la actividad docente, por citar algunos ejemplos.

Como cuarto eje de trabajo está el de la preparación para el día después. No debe ser sano pasar, de repente, del cien por cien de actividad al cero, es deseable tener un plan, sea de ocio, actividad solidaria, familia o negocio. La depresión o enfermedad se ceban con quienes, de repente, pierden la motivación de vivir, el estímulo del día a día. Cultivar aficiones, desarrollar hobbies, sentirse útiles a la sociedad, mantener vida social, participar en entidades solidarias y sin ánimo de lucro, estudiar, escribir, pintar o un sinfín de actividades no sólo proporcionan ocupación y realización, sino también, probablemente, salud. Pero, para la mayoría de estos supuestos, también es necesario comenzar a prepararse antes de la jubilación. No lo dejemos todo para el día después, puede ser tarde para conseguirlo.

Y, como quinto y último eje, el de los hábitos saludables, la salud y bienestar personal, tema del todo fundamentales y que hay que cuidar a lo largo de los años, no solo en la recta final. La prevención de riesgos laborales adaptada a los requerimientos de la edad es otro de los retos que deben superarse en el seno de la empresa ante la evidente tendencia del envejecimiento de las plantillas.

Quede aquí simplemente esbozado un tema de la mayor importancia y relevancia, que tendrá mucho protagonismo en estos próximos años. En fin, para resumir, el secreto es la previsión y el comenzar a prepararse con anticipación, personal y profesionalmente. Y, aunque la máxima responsabilidad, como es natural, es personal, tanto el sistema de pensiones, el ámbito fiscal y la propia empresa, deben ayudar a conseguirlo.

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