THE OBJECTIVE
José Carlos Rodríguez

Riqueza y salarios: España se estanca

«La causa principal de la falta de progreso es el aumento del tamaño del Estado. Sánchez sólo ha acelerado una tendencia constante en medio siglo de democracia»

Opinión
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Riqueza y salarios: España se estanca

Ilustración de Alejandra Svriz.

UBS, el banco suizo recientemente adquirido por Credit Suisse, ha publicado la 15 edición de su informe que elabora sobre la riqueza en el mundo. El estudio se basa en 56 economías que suman el 92% de la riqueza mundial en 2022. Define riqueza como el patrimonio neto, contando con los activos tanto financieros como reales.

De esas 56 economías, en uno de los apartados, el informe se fija en 34, entre las que está España, con los principales países del mundo. Y las ha ordenado, de mayor a menor, en función del crecimiento de su riqueza desde 2010 hasta 2023. Kazajistán, China, Qatar, Israel, India y Honk Kong son las economías en las que más ha crecido la riqueza. En las dos primeras casi se ha triplicado, a un ritmo anualizado del 9% y del 8%, respectivamente. En las tres últimas, el crecimiento ha sido de un 7% anual, lo cual supone doblar su tamaño cada diez años. 

Si seguimos descendiendo por esta escala, pasaremos por los peldaños de Indonesia, los Estados Unidos, Chequia, Hungría… economías que han más que doblado su riqueza en este tiempo. Si seguimos bajando, nos encontramos con los torpes. Alemania, por ejemplo, ha seguido una política energética que estrangula su crecimiento. Pero su economía todavía permite un crecimiento anualizado de la riqueza del 3%. Lo mismo pasa con Portugal o Chile. Más abajo, pero aún en positivo, están Bélgica o Francia. 

Pero luego están los perdedores, entre los que está España: en este tiempo, de 2010 a 2023, nuestra riqueza se ha estancado; vamos, ha caído un 1%. La de Italia ha caído un 4%, la de Grecia un 20%, y la de Japón un 23%. 

Estos datos son consistentes con los del Banco de España. El órgano regulador hace una encuesta financiera de las familias españolas. Si recogemos los datos de riqueza neta, contando con los activos financieros y no financieros, y los pasivos, vemos que la media de los hogares españoles era en 2002 de 224.575 euros. Son euros de 2022, de modo que los datos son comparables y no están distorsionados por la inflación. 

«Entre 2010 y 2023 la riqueza de los españoles descendió un 1%»

En 2008, cuando acababa de estallar la Gran Recesión, esa media había subido hasta los 358.752 euros. En 2011 había caído a los 312.171. Pues bien, en 2022, último año para el que hay datos, era de 308.951 euros. Los datos del Banco de España muestran que, en euros constantes, la riqueza de los españoles descendió… un 1%. Aunque la metodología es distinta y el período de comparación también lo es, creo que se puede decir que los datos son consistentes. 

El informe de UBS no detalla si se centra sólo en las economías domésticas o también en el sector empresarial y bancario. Pero no es imprescindible para llegar a la misma conclusión: las dos fuentes no llegan a resultados muy distintos, de modo que se puede decir que son congruentes. Sí, la riqueza de las familias españolas se ha estancado. 

Ni UBS ni el Banco de España contabilizan los recursos públicos. Si lo tuviésemos en cuenta, ¿cuál sería el resultado? Me parece complicado valorarlo. Sí, por el lado negativo es fácil apreciarlo: la deuda pública en 2010 era de 649.153 millones de euros, un 60,5% del PIB de entonces. En 2023, la deuda pública sumaba 1.573.754 millones de euros, un 107,7% del PIB. El año pasado la deuda por habitante era de 32.375 euros (hoy supera los 33.500), mientras que en 2010 era de menos de la mitad: 13.910. Y eso sin contar con la deuda implícita del sistema de pensiones, que es descomunal: unas cinco veces el PIB. Pero, ¿cuál es el valor de los activos públicos? Eso es más difícil de calcular. 

¿Y la renta? Si nos vamos a los datos de media salarial, en términos reales (en euros de 2022), tampoco progresamos. Todo lo contrario. En 2000, el salario medio era de 29.225 euros. En 2010, 31.608. Y el año pasado, 30.655. 

«Quien sí ha salido ganando es el Estado. Los ingresos públicos han subido cuatro puntos del PIB en sólo diez años» 

Los dos datos están relacionados. Es una relación económica, no aritmética. El valor de los salarios depende de lo que aporta el trabajador al proceso productivo; es decir, de su productividad. El trabajo desnudo apenas es productivo y, en consecuencia, apenas aporta valor. La productividad la aporta el capital. Cuanto más capital haya en un proceso productivo, más valor podrá aportar el trabajador, y más se remunerará su trabajo. Y, si llevamos ese razonamiento al conjunto de la economía, el resultado es lo mismo: cuanto mayor sea el capital, más productivo será el trabajo y mayores serán los salarios.

La riqueza se estanca, y es congruente que se estanquen también los salarios. Insisto: no es una relación lineal, y hay que observar la tendencia a largo plazo. Pero es lo que vemos en estos datos. Quien sí ha salido ganando es el Estado. Los ingresos públicos han subido en cuatro puntos del PIB en sólo diez años, desde el 34,8% de 2014. 

¿Por qué España ha dejado de progresar? Hay varias causas próximas. La principal es el aumento del tamaño del Estado. En medio siglo de democracia, el tamaño del Estado ha aumentado en 30 puntos. Pedro Sánchez sólo ha acelerado una tendencia consistente de las últimas cinco décadas. Como dice el economista Mark Skousen, el gasto público es en su gran mayoría consumo y transferencias que se destinan al consumo. Y estamos consumiendo, por la vía de las Administraciones Públicas, lo que tenemos y lo que no tenemos. Para financiarlo, Mariano Rajoy y Pedro Sánchez han subido los impuestos como ningún otro presidente antes. ¿Estancamiento? Lo chocante es que no hayamos retrocedido. 

Pero la causa, en última instancia, es ideológica. Los españoles no saben que podemos progresar, y que para ello sólo necesitamos unos pocos elementos firmemente asentados: una política que controle y reduzca el gasto público, y lo destine a lo estrictamente necesario; unos impuestos más sencillos, y a la baja; y un entorno de seguridad de la propiedad. No hace falta mucho más. Pero tampoco menos.

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