THE OBJECTIVE
Jorge Freire

La taberna mediática

«Quien se sienta decepcionado por la ley de alcohol, sin duda, será un facha»

Opinión
2 comentarios
La taberna mediática

Una ilustración sobre el alcohol. | Alejandra Svriz

En una columna reciente, Sergio del Molino ha realizado una crítica bastante mesurada al anteproyecto de ley de alcohol, redactado por el Ministerio de Sanidad. En dicho artículo, el autor de Los alemanes mostraba un cierto escepticismo hacia una medida algo efectista. Todo muy formalito.

Afortunadamente, vino a animar el cotarro la inclasificable respuesta del Secretario de Estado (nada menos), que abarcó unos cuantos registros lingüísticos: del sofión más obvio (la acusación de no haberse leído el texto) a la crítica más esotérica (relativa a «la literalidad detrás de la metáfora», signifique eso lo que signifique), pasando por el dicharacho y el gif. Rápidamente, decenas de minions sumaritas se lanzaron a repetir la misma pepla: ¡este no se ha leído el anteproyecto!

«¿Acaso la caverna mediática quiere llevar a nuestros hijos a la taberna mediática?»

Pero ¿qué decir de quien, después de leerlo, se sienta decepcionado por no encontrar nada relativo a, qué se yo, impuestos altos a la venta del alcohol o a su producción, o, pongamos, multas elevadas a los botellones? Sin duda, será un facha. También habrá quien se pregunte si quitar toldos con el logotipo de Cruzcampo evitará que los chavales se pongan como piojos. ¡Más facha todavía! E incluso habrá quien intuya que el texto, aún escrito al calor de las mejores intenciones, es la nada con sifón. Ese ya será un facha al servicio del lobby del alcohol. ¿Acaso la caverna mediática quiere llevar a nuestros hijos a la taberna mediática?

Uno entiende la inquina contra Del Molino, y hasta participa de ella: el tío vende libros y se saca buena pasta con ello. Lo mismo puede decirse de la pelusa que algunos tienen a Ana Iris Simón. De ahí que, cuando una demente bromeó con vaciarle un cargador en la pierna, una diputada del mismo partido del Secretario de Estado, y médica como él, premiase la ocurrencia con un fav. ¡Menos mal que ahora los favoritos son privados!

Se entienden menos los berrinches de los miembros de Más País cuando sus ocurrencias caen en saco roto. Cierto es que un partido que vive de incorporar issues a la agenda política se juega mucho con cada uno de ellos. Pero cabría esperar que se los tomaran más en serio, en vez de estirarlos como un chicle, maximizando su rédito electoral hasta reducirlos al eslógan más infantil.

Verbigracia, la salud mental. Estaba reciente el caso Simone Biles cuando un diputado beocio del pepé vino a hacer el caldo gordo a Errejón, mandándolo al médico. Sabemos de sobra lo que que vino después: la machacona apelación a la salud mental la redujo a latiguillo y flatus vocis. Que la izquierda sandía, a fuer de sandia, fuera sobradamente incapaz de poner remedio a los problemas materiales más acuciantes (el mercado laboral, la vivienda) explicaba su tentativa de ofrecer una explicación sencilla y monocausal a una amplia gavilla de malestares. Como sostenían el citado Secretario de Estado y la diputada del fav en un recordado ensayo, es el sistema el que nos enferma. ¡Arreglao!

Otra feliz idea de Más País fue la del Estado Emprendedor. Mazzucato estaba de moda y Boric, Petro y Kirchner daban brío a la idea en Latinoamérica. ¡Cuántas veces vimos el vídeo de Errejón, iPhone en ristre, defendiendo que Apple no existiría sin el concurso del Estado! Sobra decir que su aplicación fue, como acostumbran, de lo más imprecisa (recuérdese el proyecto de reindustrialización presentado por Más Madrid). Inquebrantable era, en cambio, su optimismo: confiar la política industrial al Estado daría lugar al GPS y el Programa Apolo, y no a la web de Renfe, al Perte del coche electrico o a la iniciativa Kelifinder. Y que se atrevieran los cenizos a decir lo contrario…

Lejos quedan los tiempos en que el populista atemorizaba a liberales, a conservadores y hasta a liberal-conservadores (también hay ovovivíparos en nuestra fauna ideológica). Hoy trueca la gimnasia revolucionaria de la huelga por un mórbido y deprimente elogio de la holganza. Ya no apela a tomar los cielos por asalto, sino a poner los cuidados en el centro. Su retórica es almibarada hasta la diabetes crónica: ¿será porque  quien no sabe pasar de las musas al teatro suele quedarse en el punto medio del melodrama? Es tan blando por fuera que se diría todo de algodón; ¡de algodón de azúcar! 

Ingrata es la tarea del populisto, a quien uno se imagina mirando de soslayo al populacho y diciendo, como en el mítico dibujo de Chumy Chúmez: «Esta gente no se merece que me lea el Libération«. Precisamente porque ama al pueblo, aunque solo en la teoría, no hace más que regalarle ideas maravillosas; pero éste, erre que erre, se mantiene inasequible a todas ellas. 

Publicidad
MyTO

Crea tu cuenta en The Objective

Mostrar contraseña
Mostrar contraseña

Recupera tu contraseña

Ingresa el correo electrónico con el que te registraste en The Objective

L M M J V S D