THE OBJECTIVE
Álvaro del Castaño

Una mesa más larga

«Cuando te va bien en la vida, puedes levantar una valla más alta o poner una mesa más larga»

Opinión
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Una mesa más larga

Ilustración de Pedro Sánchez y el Gobierno. | Alejandra Svriz

Yo he tenido, la inmensa fortuna de nacer. Este hecho es casi un milagro si pensamos en la enorme carrera hacia el vacío que supone la fecundación y todos los millones de abortos que se realizan cada año. Por lo tanto, puedo decir sin tapujos que yo ya soy un ganador, y usted… también. Ya nos ha tocado el gordo de la lotería.

Ahondando más en mi suerte, vi la luz del día en el siglo XX y les puedo asegurar que cualquiera de nosotros tiene una vida mucho más privilegiada que el hijo del aristócrata más rico de hace un siglo (libertad, salud, facilidades, educación, desarrollo). Además nací en Occidente con todas las ventajas que ello supone, con buena salud, y en un país desarrollado y libre como es España. Eso ya me distingue como un ser increíblemente afortunado en un mundo donde abunda la injusticia, la miseria y la falta de libertades.

Por otro lado, disfruté de una infancia feliz, y con todos los beneficios de una buena educación. Gracias a ella y a mi esfuerzo personal, y al ejemplo que tuve en casa de mis padres, encontré un trabajo que me permite vivir con dignidad. Pese a los pequeños y grandes obstáculos que todos tenemos en la vida, puedo afirmar, sin ningún genero de dudas, que me encuentro en el grupo más privilegiado del mundo y de la historia. Pero también estoy convencido de que la inmensa mayoría de mis lectores pueden reconocerse más o menos en estas líneas, quitando algunos factores o añadiendo otros. No nos damos cuenta en el día a día, pero todos somos unos afortunados. Y sobre todo los españoles.

Porque este artículo no versa sobre mi caso personal, ni sobre el suyo querido lector. Habla, de lo increíblemente agraciados que somos los españoles como colectivo, y de lo felices y orgullosos que tendríamos que estar por el hecho de serlo. Los españoles nos quejamos sin cesar y parece que vivimos en un infierno. El populismo y el egoísmo nos empujan al individualismo. La queja y la ira captan la atención de las masas que nutren de radicalización a la sociedad. Un país feliz con su historia y con su sociedad no vota a políticos populistas ni radicales. De ahí el enfoque y el ahínco que demuestran algunos partidos políticos contemporáneos, en sembrar la ira, la división, la confrontación, y porque no, la pobreza.

«Siendo esta nuestra casa, la cual mantenemos con nuestro esfuerzo personal y el de nuestras familias, lo lógico es que estos invitados deban comportarse»

España, como pueblo afortunado que es, tiene también la elección de compartir con los demás su buenaventura, o la de levantar un gran muro contra la inmigración. Yo soy partidario de poner una mesa más larga e invitar a otros menos afortunados a compartirla. No solamente por ayudarles, sino porque nos mejora como seres humanos, y enriquece nuestra casa común, cultural, económica e intelectualmente.

Pero siendo esta «nuestra casa», la cual mantenemos con nuestro esfuerzo personal y el de nuestra familia, creo que es lógico que los que vengan a vivir nuestra morada tengan que hacerlo mediante invitación, o al menos vía una gestión eficaz de su llegada, y que estos invitados deban comportarse según las normas básicas de convivencia que existen en nuestra sociedad.

Es nuestra obligación cristiana atenderles y tratarles como iguales, con generosidad y educación. Pero por otro lado, esta invitación a unirse a nuestra mesa lleva aparejada también la obligación de ayudarnos a recogerla, a limpiar los platos y a preparar una mesa aun más grande, acogedora y próspera todavía, para dar cabida a un mayor número de invitados. Si no se empobrecería nuestra casa, y la cosa acabaría probablemente en confrontación y división.

¿Tienen algo de radical estas observaciones?

Aprovechen su suerte, compártanla, y disfruten de este país tan maravilloso que hemos construido entre todos. Pese al gobierno.

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