La fiel infantería
«Ellos están en el bando vencedor. En realidad, para ellos la verdad está en la izquierda. La supremacía moral está en ella»
Están por todas partes. Actúan fuera y dentro del país. Se muestran seguros sobre lo que afirman y piensan. Paternalistas, consideran a quienes no están de su lado unos descarriados, inclinados hacia la extrema derecha. No es sacrilegio, proclaman. Te tranquilizan, porque tienes salvación: simplemente hay que aceptarlo. Ellos están en el bando vencedor. En realidad, para ellos la verdad está en la izquierda. La supremacía moral está en ella. Sin matiz, sin ninguna duda. Las sutilezas no sirven. Me recuerdan los viejos tiempos de los colegios religiosos donde a machamartillo los curas metían la doctrina católica por los ojos hasta llegar al cerebro.
A mí personalmente, educado en un colegio de jesuitas zaragozano, me evocan sus comentarios tronantes a cuando cada febrero íbamos a una propiedad de la institución a realizar los ejercicios espirituales de san Ignacio de Loyola. Allí, en ese lugar, en la capilla a primera hora de la tarde el padre director nos advertía que perder la fe católica era conseguir un boleto al infierno desde donde uno ya no podría regresar. ¡Ay, por Dios, que he perdido la fe del sanchismo, que soy un facha incurable! ¡Y yo, que no he roto más plato que dudar de todo y de todos, sin darme cuenta que me voy con Pedro Botero sin remedio!
«Es la fiel infantería del sanchismo, que nos explica a distraídos como yo, cuando abordamos con fastidio la discusión política, dónde está el bien y el mal»
Es la fiel infantería del sanchismo, un nutrido grupo de individuos cultos, activos ejercientes de la progresía, que nos explican a distraídos como yo, cuando abordamos con fastidio la discusión política, dónde está el bien y dónde el mal. Lo primero está naturalmente, según ellos, en los muchos éxitos alcanzados en seis años por el llamado Gobierno de coalición progresista. Lo segundo, en el veneno que la derecha política y mediática trata de expandir en la ciudadanía sin ofrecer nada a cambio. Qué maleducado Carlos Alsina, nos cuentan, cuando en la campaña de las pasadas elecciones generales le espetó en una entrevista radiofónica a Pedro Sánchez: «Presidente, ¿por qué nos ha mentido tanto?». Eso es de muy mal gusto, sentencian. Bien distintas son las maneras de Silvia Intxaurrondo, en TVE, o Angels Barceló, en la SER, cuando presionan al líder del PP, Alberto Núñez Feijóo, para que se embarulle en su discurso. Algo, por cierto, relativamente fácil.
Sostienen que desde el primer minuto la extrema derecha (Vox) y la derecha extrema (PP) buscaron cualquier excusa para derrocar un Gobierno legítimo, que llegó al poder gracias a una moción de censura respaldada por una heterogénea coalición y posteriormente se mantuvo en él merced a un intercambio de favores con una fuerza que para nada es progresista y sí muy chantajista en un gesto que un manual de política definiría corrupción.
«Manifiestan que algunos somos ‘tontos útiles’ de la derecha; que, conscientes o no, somos caldo de cultivo de la propaganda antisanchista»
PP y Vox nunca aceptaron la victoria de la coalición progresista, manifiestan. Lo que buscan es el derrocamiento de Sánchez. Algunos de ellos, vehementes, utilizan lisa y llanamente la expresión «golpe de Estado» y nos meten a mí y a otros como yo en esa acción. Cuando intentas rebatirles tal grave acusación replican manifestando que algunos somos «tontos útiles» de la derecha; que, conscientes o no, somos caldo de cultivo de la propaganda antisanchista. Y cuando protestas declarando que no eres ni tonto ni listo útil, que sencillamente estás más que harto de la polarización abierta en el país contestan muy seriamente: «Tú eres de derechas y debes aceptarlo». En ese momento piensas que has contraído una enfermedad mortal.
Te sientes solo, bastante solo, cuando intentas contraargumentar, cuando pones reparos a algunos de los gestos osados de Sánchez o cuando repruebas sus cambios de opinión a fin de mantenerse en el poder. Todos los demás gobernantes lo hacen, responden. Serían estúpidos si no lo hicieran, añaden.
La fiel infantería expone sus tesis con el argumentario que elaboran los gurús monclovitas. Con mayor vehemencia si cabe. ¿Recibirán instrucciones nocturnas? Si se trata de Cataluña, dicen, la situación se encuentra mucho mejor que en 2017, que la modificación del Código Penal, el indulto y la amnistía eran necesarios y que así lo demuestra el clima actual sin violencia callejera y con el Procés muerto.
No les falta tiempo igualmente para proclamar entusiasmo sobre el acuerdo de fiscalidad especial que el Gobierno ha alcanzado con el nacionalismo catalán. Sánchez afirmó en una entrevista en TVE que sería extraordinario y beneficioso para Cataluña y para el resto de España. La fiel infantería repite el pronóstico del líder socialista con las mismas palabras. Callan cuando escuchan a la ministra de Hacienda, María Jesús Montero, quien agrega gotas de confusión sobre el contenido del acuerdo al asegurar que nada tiene que ver con el del cupo vasco causando gran irritación entre los independentistas.
De la derecha no se puede esperar nada, comentan. Carece de ideas y sus dirigentes son unos incompetentes. Desprecian al líder del PP por no tener más pensamiento en la cabeza que acabar con Sánchez como sea. Se mofan de sus palabras de haber podido ser presidente si hubiese querido, de sus presuntos contactos con un narcotraficante y de su desconocimiento de idiomas como lo fue en su día su antecesor, Mariano Rajoy, a diferencia de Sánchez, muy suelto sobre todo en inglés. Merece una felicitación porque nuestros políticos no suelen ser duchos en lenguas extranjeras.
Consideran fascista peligrosa a Isabel Díaz Ayuso. A ella sí hay que temer, advierten, porque busca derribar al jefe del Ejecutivo bajo cualquier pretexto. No hay una sola palabra positiva para la presidenta de la Comunidad de Madrid y colocan en el mismo saco al alcalde de la capital, José Luis Martínez-Almeida. Lo primero que los fieles progres del sanchismo destacan de él es su baja estatura.
«Han encontrado en THE OBJECTIVE el blanco perfecto para desprestigiar e insultar a los medios que no tragan todo lo que viene de Moncloa»
La novedad de todo esto, si la hay, es que han encontrado en THE OBJECTIVE el blanco perfecto para desprestigiar e insultar a los medios que no tragan todo lo que viene de Moncloa. Es una gacetilla de extrema derecha, en manos de Ayuso y de la expresidenta de la Comunidad de Madrid Esperanza Aguirre. Todo en este diario está impregnado de golpismo, de infundios, de bulos y de fakes. ¿La prueba? El error cometido -torpe, desde luego, a mi juicio- con Begoña Gómez, la mujer del presidente del Gobierno. Error que fue rectificado en cuanto se tuvo conocimiento. Hay mala intención por parte de la dirección del periódico, te aseguran algunos de los portavoces de esta cruzada triunfante.
Cuando les explicas que TO tiene una variada lista de articulistas de todo pelaje se me ríen en mis barbas. Si les explicas que este periódico digital, que leen de media 500.000 personas a diario, tiene una orientación liberal se caen al suelo desternillándose. Y ya si mencionas entre sus colaboradores a Fernando Savater, Félix de Azúa, Juan Luis Cebrián o Antonio Caño, les falta la respiración y baten palmas con carcajadas sonoras. Todos son una banda de fachas. Unos siempre lo fueron y otros se contagiaron del conservadurismo imperante. No tienen salvación, porque son de derechas. A las llamas con ellos.
Sánchez es laxo en materia de escrúpulos con tal de gobernar con éste o con aquél. Pero si hay un mérito en su haber, además de la resiliencia -con él ha llegado la palabrita en el lenguaje de la calle- es la de haber sido capaz de crear un bloque monolítico progresista ciudadano, que pese a no comulgar con todo lo que sale de su boca o hace, concluye que la alternativa sería peor: el retorno del franquismo. De momento, no hay grietas en la fiel infantería.
Si me he animado a escribir estas líneas es porque como lector y colaborador de THE OBJECTIVE juzgo muy necesario que medios como este existan. Si infringe la ley, que respondan los tribunales de justicia, pero no que dictamine sentencia un órgano político sea del signo que sea. La fiel infantería -confieso que tengo muchos amigos en la brigada- me ha advertido que sólo leerán mis artículos si se los envío a ellos directamente sin pinchar en el link de TO. Yo, apoyar a Esperanza Aguirre, ni muerto, concluyen.
En fin, ya saben aquello de Voltaire: «No estoy de acuerdo con lo que dices, pero defenderé con mi vida tu derecho a expresarlo». ¿Dirá lo mismo un día el inquilino de La Moncloa? Tal vez sí… o no, parafraseando la retranca de Rajoy.