THE OBJECTIVE
Cristina Casabón

Veranos sórdidos

«También uno puede hacerse famoso en verano si comete un crimen, sin ser famoso ni tener ningún talento, y todos los medios van detrás»

Opinión
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Veranos sórdidos

Ilustración de viajes. | Alejandra Svriz

Los políticos, celebridades y toda esa gente que hoy vive en la famosidad tiene por costumbre ser comidilla de la prensa en vacaciones de verano. Este verano algunos trabajan sin descanso, muy pendientes de las vacaciones estivales de la Casa Real: que si han estado en Grecia o si han ido a cenar a La Lonja del Mar, que si se encontraban en Palma o no el 9 de agosto porque lo atestigua el BOE… A una le parece que en estas vacaciones no hay misterio alguno. Lo que pasa es que un rey desnudo o en bañador siempre es noticia, y por eso los paparazzi abusan, sobre todo los italianos y griegos, sin quitar mérito a los españoles, que son muy buenos. 

Durante las vacaciones ejecutivas los políticos y famosos suelen sacar el yate o nadar con sus parejas para entonar impetuosas romanzas de zarzuela, y detrás van los paparazzi todoterreno, sumamente adaptables, a por la pillada in fraganti y la comida de oreja de año. Como aquí los nacionales siempre vamos al bulto; como los toros, el gentío anda en lenguas tras la primicia de lo gordo. También uno puede hacerse famoso en verano si comete un crimen y no es un decir, que un personaje común que no es famoso, no tiene ningún talento, que es muy consciente de que es un don nadie comete un crimen de arma blanca y todos los medios van detrás, son monjes budistas a 200 por hora miniando de flashes la inconsciencia, el drama del verano

«La industria del corazón y de más abajo no la han inventado los periodistas y paparazzi, sino que la sirven y muy bizarramente a los consumidores»

Las noticias de sucesos del verano nos recuerdan que hay interés o vieja fascinación por la maldad. Una se pregunta, ahora que está de moda el yoga y el estoicismo, si esta filosofía de vida es completamente ajena al negocio de los medios de masas, un negocio que las adúlteras y los políticos sensatos también temen. Todo esto de las nuevas estoicidades, dice el sabio Ramiro Calle, es más antiguo que la luna. La filosofía estoica mejora el mundo, al igual que la vieja hipocresía cristiana lava el mal cometido. Todos los periodistas lo saben y algunos lo intuyen, sin embargo siguen llenando nuestra cabeza de crímenes de odio, digo de verano. Luego nos alarmamos y nos llevamos las manos a la cabeza porque aumenta el odio, o el discurso de odio.

Pero quizás agosto no es el momento para ponernos estoicos, ni la hora solemne de cometer una serie de errores, de negligencias que causen el hundimiento de un yate- de lujo, y menos aún, el momento de discutir con tu pareja, sobre todo si vives en el Palacio de Kensington y tienes un biógrafo real que gana dinero desmontando para siempre que tu matrimonio no es perfecto. (Da igual, Diana ya hundió la casa -Buckingham- y jamás hiló ni una braga). Tampoco es recomendable la temporada estival para morirse, sobre todo si eres un actor guapo, interesante y de derechas, como Alain Delon. Es decir, que si no fuera por los morbosos lectores no habría noticias en agosto, alertas constantes sobre el pez escorpión y l’affaire Markovic. La industria del corazón y de más abajo no la han inventado los periodistas y paparazzi, sino que la sirven y muy bizarramente a los consumidores. Es paradójico que estemos consumiendo las fotos de este sombrío verano, las fotos del hundimiento del yate, al mismo tiempo que condenamos a los fotógrafos y cámaras que nutren nuestra curiosidad, por una vez trascendental. Ha llegado la hora solemne y granate de matar al mensajero.

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