THE OBJECTIVE
Manuel Fernández Ordóñez

¡No nos podemos emancipar!

«La culpa corresponde únicamente al estado y su intervención en los precios de los alquileres. Siempre que intervienen, ese bien escasea o se merma»

Opinión
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¡No nos podemos emancipar!

Ilustración de casas. | Alejandra Svriz

Nuestro país vecino, Portugal, es uno de mis destinos favoritos. Gente amable y hospitalaria, un país con una historia fascinante y muy ligada a la nuestra, buen clima y una oferta gastronómica envidiable a precios muy asequibles. Los portugueses comen bastante mejor que nosotros y no entienden al turista como alguien a quien sacarle el hígado en cada oportunidad. Acabo de volver de pasar unos días en el tercio norte del país y he visto cosas que han cambiado mucho.

Probablemente Oporto es la ciudad en la que más diferencias he apreciado. Hacía más de veinte años que no la visitaba y, si algo recordaba de ella, era su profunda decadencia. Miles de edificios en situación ruinosa, al borde del derrumbe, calles muy descuidadas y barrios en los que uno no se atrevía a entrar. ¿Cómo había llegado Oporto a esta situación? Fundamentalmente, por la intervención del estado en los precios de los alquileres, algo a lo que tenía mucha afición la dictadura fascista de Salazar (al igual que la de Franco en España).

Las malas condiciones económicas que Portugal sufrió durante décadas propiciaron el establecimiento de políticas populistas para el control de los precios de los alquileres. Miles y miles de personas pagaban por sus alquileres precios muy por debajo del mercado. Había familias que, todavía hace muy poco tiempo, pagaban el equivalente a veinte euros mensuales por vivir en el centro de Oporto. Ante esta situación, los dueños de los inmuebles no invertían absolutamente nada en su mantenimiento, puesto que los edificios eran una carga por la que no recibían ingresos. Los inquilinos tampoco invertían en mejorar la vivienda, porque no era de su propiedad. Como consecuencia, los edificios estaban cada vez en peores condiciones y, con el paso de los años, su situación era totalmente ruinosa.

«La culpa corresponde únicamente al estado y su intervención en los precios de los alquileres. Siempre que intervienen, ese bien escasea o se merma»

Lo fácil, por supuesto, es echarle la culpa de todo a la avaricia del propietario, un inversor sin escrúpulos ni consideración alguna por sus inquilinos. La culpa, en realidad, corresponde únicamente al estado y su intervención en los precios de los alquileres. Siempre que el estado interviene algo, ese bien escasea o su calidad se merma. El problema, además, tiene sencilla solución. Si el estado quiere hacer política social con la vivienda, simplemente tiene que pagarle al propietario la diferencia hasta el precio de mercado de esa vivienda. Si no lo paga el inquilino, alguien lo tiene que pagar. Cualquier otra solución es una expropiación de facto de las viviendas a sus legítimos propietarios, a los que estás obligando a hacerse cargo (en exclusiva) de la política social de la vivienda.

La situación actual de Oporto dista mucho de la decadencia de hace unas décadas. Todavía hay muchos edificios en condiciones paupérrimas, pero una multitud de ellos han sido ya reconstruidos y muchos otros tienen carteles de que han sido adquiridos y van a ser reparados. ¿Qué ha obrado el milagro? Un cambio en la legislación que ha permitido que vuelva a aumentar la demanda real de alquileres en el centro de la ciudad. La inversión en vivienda únicamente puede tener lugar cuando los propietarios van a obtener un rendimiento para sus inversiones. Los alquileres en Oporto tienen ahora valores reales de mercado, lo que implica que son mucho más caros que hace unos años.

De manera natural, mucha gente está protestando por el incremento de los precios de los alquileres, porque pagan mucho más que «antes». Lo que obvian es que no se puede tener todo. Una ciudad con edificios restaurados y en la que apetezca vivir implica que los precios de los alquileres han de tener un valor de mercado. Tener precios artificialmente bajos conducirá, irremediablemente, a una degradación de los inmuebles y a la misma decadencia de la que acaban de salir. Esta nueva situación de altos precios ha encontrado al chivo expiatorio perfecto, el turismo. El ciudadano de Oporto cree ahora que los precios de los alquileres han subido «por culpa» de los turistas o los fondos buitre. Nada más lejos de la realidad.

Lo cual nos lleva a nuestro país. Una queja habitual de nuestros jóvenes es que no pueden emanciparse porque no pueden pagar el alquiler de una «vivienda digna». Y tienen razón, pero desafortunadamente, seguimos errando en atribuir las causas de esta situación. En España también estamos echando la culpa al capitalismo, a la avaricia de los propietarios, al turismo y a los fondos buitre. De manera lógica, cuando el análisis de las causas es erróneo, lo más probable es que no encontremos la solución al problema.

«Cuando se legisla para proteger al delincuente (ocupa) y se desprotege al propietario, lo lógico es que mucha gente no quiera arriesgarse con su piso»

La realidad es que la oferta de vivienda en alquiler ha caído a la mitad en apenas tres años. No es que no haya vivienda suficiente en España, es que sus propietarios las han retirado del mercado, no las quieren alquilar. Lo interesante, por tanto, sería analizar el por qué de esta situación, pero es mucho más fácil echar la culpa a todo el mundo menos al que realmente la tiene: el estado. Cuando un país implementa legislación mediante la cual no se puede desahuciar a nadie en varios años, cuando se legisla para proteger al delincuente (ocupa) y se desprotege al propietario, cuando tardas muchos meses en echar de tu casa a un inquilino que no paga, el resultado lógico es que mucha gente no quiera arriesgarse a tener problemas con su piso. Prefieren dejarlos vacíos.

Permítanme insistir. Si el estado quiere hacer política social con la vivienda, no es de recibo obligar al propietario de un piso con ocupas a pagar la totalidad de esa política. El estado debería pagarle al propietario el alquiler íntegro o desalojar a los ocupas inmediatamente de esa vivienda. Mientras esto no cambie, tendremos un problema enorme en nuestro país. Podemos continuar echándole la culpa a cualquier cosa que cuadre con nuestra ideología particular, pero mientras el estado no se digne a respetar la propiedad privada nada se solucionará. Nuestros jóvenes seguirán en casa de sus padres mientras muestran en lnstagram su profunda indignación contra cualquier culpable de paja que haya fabricado el relato oficial. Otra dosis de anestesia y a continuar en la lucha inútil y superflua… lo de siempre.

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